Ciencia
Señor Limpio y Señor Sucio: cómo nuestra autoestima depende del tipo de persona con la que competimos

Una oferta de empleo que promete un buen sueldo, y una entrevista de trabajo que consistía en rellenar un cuestionario como parte de la solicitud. El cuestionario contenía una medida indirecta de la autoestima de los solicitantes.
Empezaba un experimento fascinante, de la década de 1960, realizado por Stan Morse y Ken Gergen. Los solicitantes son estudiantes de la Universidad de Michigan.
Y, aquí viene el quid de la cuestión, a la mitad de estar rellenando ese cuestionario, los autores del estudio dejaban entrar a otro supuesto aspirante al empleo para que entrara en la sala y rellenara igualmente la solicitud.
Las personas que entraban tenían aspectos diametralmente opuestos.
Mejor que tú
Uno de los solicitantes ficticios (eran ganchos en el estudio) era el epítome de la limpieza, la rectitud, la profesionalidad. Su código indumentario era impresionante. Y, además, su modo de proceder exhibía aplomo y seguridad en uno mismo. Por otro lado, otro de los solicitantes tipo era un tipo mal vestido que olía mal y parecía un tanto mareado.
A continuación, los participantes completaban la parte final de la solicitud (recordemos que los ganchos entran a la mitad del mismo), que incorporaba otra medida de autoestima. Tal y como explica Richard H. Smith en su libro Schadenfreude: la dicha por el mal ajeno, la entrada de Don Perfecto influía la autoestima del aspirante, y la entrada de Don Desastre, también, pero de formas diversas:
Los participantes que se parecían al Sr. Sucio tenían una peor autoestima después de compararse con el Sr. Limpio, y una mayor autoestima después de compararse con el Sr. Sucio. Por el contrario, los participantes que se parecían al Sr. Limpio no experimentaban cambios en su autoestima, después de compararse con el Sr. Sucio, y una autoestima ligeramente mayor después de comprararse con el Sr. Limpio.
Resumido gráficamente, quedaría así:

En otras palabras, nuestra forma de ser se construye cuando nos vemos reflejados en los demás. No somos individuos aislados. Nos importa cómo son nuestros pares. Buscamos la aprobación en los demás, no en nuestro espejo, y si lo hacemos en nuestro espejo es comparándonos mentalmente con los demás.
Lo contrario es mentira o es síntoma de una mal funcionamiento del cerebro. Podéis abundar más en ello en el siguiente vídeo:
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