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México

Inflación Mexicana: ¿Riesgo Administrado?

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Hay una idea fija y aberrante que está presente en la mente de los políticos. Es una ficción generada por la “omnipotencia” del Estado, de ese “Gran Leviatán” (1), que lleva al político a suponer que el mercado puede ser adulterado bajo su arbitrio, sin que ello traiga consecuencias o daño alguno.

Despliegan estrategias monetarias y fiscales para sustituir las preferencias de los individuos (del merado), sin comprender que la oferta y demanda conforman un proceso que, tarde o temprano, impone sus leyes, sus “equilibrios”. Que se lo pregunten a la Presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. Suponer que los déficits fiscales no generan daño, es ingenuo. Se pagan con inflación.

Cuando a los gobiernos les falta dinero para gastar (déficits), tienen varias fuentes de ingresos: piden préstamos, elevar impuestos y, cuando esa alternativas llegan al límite, echa a funcionar la máquina de imprimir billetes, dinero. Consecuencias: para pagar deudas e intereses y cubrir más gastos, se suben impuestos y estos merman el poder de compra de la población y encarecen bienes y servicios. Hoy tenemos en Argentina un ejemplo extremo: para cubrir déficit y gasto público nacionalizo empresas y servicios.

México está lejos de una situación como esa, pero para evitar sorpresas, se debe vigilar el comportamiento de la inflación y exigir que se cumpla el plan de reducción de déficit públicos. Incluso, adelantar tiempos, sobre todo porque el presupuesto federal programado por la administración de Enrique Peña Nieto (EPN) y aprobado por el poder legislativo, está financiado un déficit elevado.

PRECIOS DESOBEDIENTES

            En días pasado, el Banco de México informó que en enero pasado la tasa anual de la inflación repuntó a 4.48%, su mayor nivel en ocho meses y por arriba del objetivo de esa institución. El brinco de precios causó cierta contradicción en las declaraciones de funcionarios. Mientras que el gobernador del banco, Agustín Carstens, confiesa que el indicador superará el 4% en varios meses de este año, el titular de la Secretaria de Economía, Idelfonso Guajardo Villareal, señala que el alza observada en enero será “por una sola vez”.

Obviamente, el fuego inflacionario no se apaga con declaraciones. La productividad del país y la reducción de los déficits del gobierno lo contrarrestan, la detienen. Por eso, la estrategia oficial para abrirle espacios a la inversión privada –doméstica y extranjera— juega un papel fundamental. Al aumentar el capital privado y estimular el crecimiento económico, el gobierno puede reducir déficits y, en consecuencias, presiones inflacionarias.

Aunque el país está dejos de una situación crítica, de una inflación fuera de control, es necesario insistir sobre lo peligroso de los déficits públicos. Las fantasías de las políticas fiscales y monetarias de los políticos mexicanos ya dejaron dolorosas experiencias. Hoy vemos con asombro la crisis Argentina, pero nuestro país ya padeció de una carestía galopante, empujando a millones de mexicanos a la pobreza. En los años de la década de los ochenta, la inflación se disparó a tasa anual de 98% en 1982; 105.8% en 1986; y 159.2% en 1987. Detrás de esa mal, siempre hubo una balanza fiscal con elevados saldos negativos: en 1982, como proporción del PIB, llegó a -19.4%; en 1986, se disparó a -31.9%; y en 1987 fue de -23.9 por ciento.

Sí, México no está cerca de una situación como esa, pero en ese “Gran Leviatán” hay la creencia de que la economía puede ser adulterada, sin que ello traiga consecuencias. Además, los gobiernos de México se han vuelto adictos al despilfarro, ¿o acaso no tenemos a una de las democracias más caras del mundo?

INFLACIÓN, ¿RIESGO ADMINISTRADO?

            Una estrategia correcta es hacer todo lo posible para ubica a la inflación como un riesgo administrado. Por lo pronto, los pronósticos oficiales ya se separaron de la realidad y de las estimaciones privados. Mientras el Banco de México calculó una inflación de 3% (más/menos un punto porcentual) para 2014, Scotiabank prevé una tasa de 4.37% y Arturo Vieyra, analista de Banamex, la coloca en el rango de 4.35 por ciento. Todas por arriba del objetivo del Banco de México.

¿Hay razones para separar los pronósticos privados de la estimación oficial? Por supuesto que sí. No se puede colocar en perspectiva una reducción de la inflación, cuando la economía mexicana arrastra un crecimiento mediocre en sus índices productividad. Y no pueden avanzar en este frente porque el país está invirtiendo menos en infraestructura física, necesaria para elevar la productividad, ampliar la capacidad de producción y crear nuevas fuentes empleo. La inversión fija bruta (es decir en instalaciones, maquinaria y equipo) reporta un alarmante atraso: en noviembre de 2013 (a tasa anualizada) reportó una caída de -4.5%, cuando en el mismo mes de 2012 creció 6%.

Cierto, la carestía está bajo control y puede administrarse con éxito, siempre cuando se den los pasos correctos para mejorar la productividad del país y se reactive la inversión privada para reducir la “necesidad” de financiar el crecimiento de la economía con inflación. Un aspecto es crucial: concluir el ciclo de las reformas estructurales.

1.- Thomas Hobbes: “ese gran Leviatán que llamamos república o Estado (en latín civitas) que no es sino un hombre artificial… en el cual la soberanía es un alma artificial que da vida y movimiento al cuerpo entero; los magistrados y otros funcionarios de la judicatura y ejecución, nexos artificiales… la riqueza y la abundancia de todos los miembros particulares constituyen su potencia; la salus populi (la salvación del pueblo) son sus negocios”.

Por: Agustín Rodríguez Trejo

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