1 de Mayo

Este domingo se conmemoró un Día del Trabajo diferente.

Y es que a la par de que el gobierno federal presumió la baja de 3.2 por ciento en la informalidad laboral en México, así como el tiempo récord sin una sola huelga en el país (30 meses), un fantasma se paseó por todos lados en la jornada dominical: el fantasma del prevaleciente malhumor social.

Fue el mismísimo presidente Peña quien en días pasados lo advirtió en el Tianguis Turístico de Guadalajara, lo que le valió severas críticas –como era de esperarse- pero también el reconocimiento de que puede tratarse de una sana autocrítica de quien encabeza un gobierno con niveles de aceptación históricamente bajos.

Corre el cuarto año de un gobierno cuyos primeros meses se caracterizó por lograr acuerdos políticos antes impensables para sacar adelante una serie de reformas que lo proyectaron mundialmente como el gran salvador de México. La mala memoria de algunos dirán que exagero, pero revisen sus archivos y encontrarán artículos positivos en los mismos medios que ahora reproducen agrias críticas contra el gobierno mexicano.

Así que la estrella de Peña Nieto se apagó abruptamente tras los hechos de Ayotzinapa y el escándalo de la “casa blanca”, sin que haya podido recuperar siquiera parte de aquel brillo.

Hoy está en marcha ya el proceso sucesorio de 2018 y si bien una jornada tradicionalmente contestataria como es el 1 de mayo se desarrolló sin incidentes, hay alertas por todos lados.

Y cómo no, si en política no hay casualidades: desde las propias campañas políticas de este año que suben poco a poco de tono (no necesariamente constructivo) hasta la franca amenaza de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) de organizar un paro indefinido el próximo 15 de mayo, pasando por supuesto por el paro en escuelas del Instituto Politécnico Nacional al que nos referimos en la entrega pasada.

“Demasiados guisos en la lumbre”, diría el clásico para ilustrar el complejo panorama político de este 2016 de elecciones para 12 gubernaturas estatales, con toda la guerra sucia que conllevan; de “expertos interdisciplinarios” desesperados por legitimar su labor antes de irse; de maestros disidentes que están volviendo a la calle; de un legendario destino turístico tocando fondo asolado por la violencia.

En suma, el año del malhumor social plenamente reconocido al más alto nivel. Un estado de ánimo real pero aún magnificado por los pesimistas sin remedio que parecen alegrarse de aquello que también les afecta mientras sean mexicanos y vivan en México.

Pero hay un par de elementos más a considerar en esta reflexión del Día del Trabajo: uno es que a este entorno complejo se suma el proceso electoral en el vecino Estados Unidos, con un crecimiento quizá inexplicable pero real del antimexicano Donald Trump, a quien no se le concedía oportunidad ni siquiera de ser candidato republicano pero que –salvo un milagro- pareciera tener en su bolsa la posibilidad de disputar con Hillary Clinton la presidencia norteamericana.

Con él en la campaña, ya no digamos como próximo ocupante de la Oficina Oval, el tono de lo relacionado con México será diferente. Por eso el cambio de nuestro embajador y de nuestro Subsecretario de América del Norte. Por eso el súbito desatorón del nombramiento de la embajadora de ellos acá.

Otro ingrediente para el análisis del festejo laboral: la imparable tendencia de cambio en el trabajo como lo conocemos hasta el día de hoy, el uso de las nuevas tecnologías de la información que podrían dejarnos en casa a cumplir nuestras responsabilidades profesionales, el papel de la nueva generación de “milenians” y la urgente y necesaria modernización de los organismos representantes de los trabajadores, léase sindicatos.

El mundo está cambiando y México no puede sustraerse a ello.

Así el 1 de mayo de 2016. Tan diferente que hasta ganó el Cruz Azul.

POR ALEJANDRO RODRÍGUEZ  / @AlexRdgz / *Periodista, comunicador y publirrelacionista / COLUMNAS, CÓNCLAVE /  elarsenal.net