1 de mayo

Tradicionalmente esta fecha ha sido reservada en los calendarios cívicos de varias naciones, para conmemorar el día de los trabajadores: obreros, campesinos, proletarios. Se rememora la hazaña de los mártires de Chicago, Illinois, Estados Unidos, quienes fueron sacrificados por iniciar una huelga el 1 de mayo de 1886.

En México, esta celebración tuvo lugar por primera vez en 1913, fecha cercana a la fundación de la Casa del Obrero Mundial. En un magno desfile, los asalariados exigían respeto a sus derechos laborales: jornada de ocho horas y descanso dominical. Fue hasta 1923, durante el gobierno de Álvaro Obregón cuando se reconoció oficialmente esta fecha como el Día del Trabajo. El presidente Plutarco Elías Calles ratificó el acuerdo, para bien o para mal de la clase trabajadora.

Entre la exigencia de reivindicaciones sociales y económicas justas, por parte de obreros y campesinos, y la negativa de los patrones a reconocer esos derechos, surgen auténticos gesticuladores que proclaman ser los abanderados de las causas de los explotados de este país. La historia del movimiento obrero está recargada de prohombres como Luis N. Morones, un líder caracterizado por su comportamiento “elástico” y “adaptable” al mandato de la autoridad en turno.

El devenir de los días nos regaló a Fidel Velázquez Sánchez, líder lechero del Estado de México, quien desde sus primeros años de juventud se perfiló como figura señera del sindicalismo corporativo. Fue cofundador de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), uno de los tres sectores del Partido Revolucionario Institucional, organización política que compró su permanencia voluntaria durante 70 años del siglo XX. Don Fidel, como le llamaban sus seguidores se convirtió en líder vitalicio de la CTM a partir de la segunda mitad del siglo pasado hasta el año de 1997. Desde esa posición participó activamente en la designación de candidatos a la Presidencia de la República. Su capital político eran los millones de votos sustraídos a los trabajadores afiliados a la central obrera más importante del país.

Después de Don Fidel la caballada de líderes de la CTM ha sido esmirriada, flaca hasta los huesos: Leonardo Rodríguez Alcaine, conocido como La Güera, mínimamente trascendió en las páginas de chismes de los medios de difusión por su gusto desmedido hacia los autos de lujo y su marcada tendencia para allegarse billetes de alta denominación. Joaquín Gamboa Pascoe, actual dirigente de la confederación, viene acompañado de un cacicazgo inocultable en la Federación de Trabajadores del Distrito Federal. Durante el echeverriato (1970-1976) se le motejó como el senador microondas, por traer de contrabando varios de esos aparatos, muy novedosos en México. Cultiva el culto a la personalidad como buen narcisista. En uno de sus arranques presuntuosos mandó remover la estatua de su mentor, Don Fidel, para colocar la suya. Faltaba más.

El 1 de mayo recién transcurrido los líderes sindicales dejaron en el abandono a los trabajadores y sus consignas justicieras. Los señores a lo suyo: servir de tapetes en la residencia oficial de Los Pinos. Es el precio de la fama.

Quizás el próximo año, este 1 de mayo será recordado como el día de la insurrección del crimen organizado en la región de El Bajío de la República Mexicana: siete muertos, 19 heridos, otros tantos detenidos y numerosos vehículos, gasolineras, bancos y negocios incendiados, así como el ataque a un helicóptero de la Defensa Nacional.

POR JOSÉ C. SERRANO / COLUMNAS, MISCELÁNEA / elarsenal.net