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Opinión

¿Arroyo versus Slim?

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En dos momentos del sexenio calderonista –al principio y al final– hubo negociaciones a fondo para que el diario El Financiero cambiara de dueño. La crisis del 2008 golpeó con fuerza a la prensa mexicana, por el encarecimiento de los insumos básicos, y agravó la delicada situación de la empresa fundada en 1981 por Rogelio Cárdenas Sarmiento.

Habían pasado 15 años de su fallecimiento y sus herederos –su viuda, María Pilar Estandía y sus hijos, Rogelio y Jimena– tomaron la decisión de vender. Carlos Slim fue su primera opción, pero desde Los Pinos y la Secretaría de Hacienda impulsaron al empresario Federico Martínez Urmeneta.

Más que la nave industrial de la colonia Irrigación o el sistema de transmisión vía satélite de Finsat, el principal activo era el cabezal de ese periódico, uno de los tres especializados en información de economía y finanzas afincados en el Distrito Federal.

¿El valor de la transacción? Cinco millones de dólares, que el empresario Manuel Arroyo Rodríguez puso en la mesa, además de un acuerdo para absorber los pasivos fiscales y laborales acumulados durante la última década.

Justo hace un año, quedó cerrado el trato, luego de que la parte vendedora aceptara un anticipo –que destinó a pagar las liquidaciones a los empleados más antiguos de la empresa,  por lo que se produce el primer diferendo en esta operación de compra venta– y conviniera un acuerdo con Arroyo, que garantizaba la permanencia de Rogelio Cárdenas Estandía al frente de la dirección editorial del diario, durante tres años.

Pero Arroyo Rodríguez, había reclutado al periodista Enrique Quintana para conducir el rediseño de la publicación y a los conductores Leonardo Kourchenko, Carlos Mota y Alejandro Cacho, para preparar el lanzamiento de su canal de noticias, en sociedad con Bloomberg. Relegado, Cárdenas Estandía se inconformó con esa decisión y allí escribió su salida del diario.

La falta a lo acordado originalmente, un due diligence que ocultó la verdadera crisis del diario, y una inversión dispareja –los compradores entregaron los anticipos, sin recibos y sin planeación, de acuerdo a un abogado que participó en la negociación– originó un pleito que estuvo oculto durante un año.

De acuerdo con versiones no confirmadas, los abogados de ambas partes negociaron durante dos meses hasta lograr un acuerdo extra judicial, que diera fin a la demanda mercantil, radicado en el juzgado 74 de lo civil del Distrito Federal (expediente 519/14).

La exposición pública de este litigio tomó por sorpresa a los abogados de Grupo Multimedia Lauman, quienes alegan que las cuentas embargadas por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, por orden del juez José María García Sánchez, cuentan con fondos suficientes para cubrir con el monto reclamado, que asciende a 1.5 millones de dólares, con intereses.

La solvencia de Arroyo Rodríguez se ha convertido en un tema de comentarios, entre la clase política y empresarial. En parte, por sus ostentosas fiestas –para amenizar el festejo de Fin de Año que ofreció a sus empleados rentó un salón del Hipódromo de las Américas y contrató el show de Emmanuel y Mijares–, por sus constantes viajes a eventos deportivos (carreras de la Fórmula 1 o el Mundial en Brasil, por ejemplo) y por su propensión a acumular bienes inmuebles, como la antigua sede de Protego o más recientemente, dos pent house en una de las zonas más exclusivas de Polanco.

En contraste con estas ostentaciones, estaban las quejas constantes de los empleados de su periódico, por la falta de cobertura de las cuotas patronales al IMSS, la omisión de pagos al SAT y, esporádicamente, el retraso en la nómina.

Al margen del comunicado divulgado ayer, en el cuartel gneeral de Grupo Multimedia Lauman existía plena convicción de que detrás de la acción judicial que puso en el limbo al matutino –que nunca en sus 32 años de vida y a pesar de las dificultades económicas que afrontó en su última etapa ha dejado de salir un solo día a la venta– están las diferencias que en el último año han acumulado Arroyo Rodríguez y Carlos Slim Helú, que pasan por los asuntos deportivos y van a la competencia en el terreno de las telecomunicaciones.

Estas diferencias se hicieron evidentes justo hace 13 meses, en un foro para emprendedores convocado por la edición local de la revista Forbes, al que habían sido convocados los concesionarios de las principales empresas de radiodifusión y telefonía. Los asesores de Arroyo habían planificado durante semanas esa presentación, a la que también habían sido convocados Slim Helú y Emilio Azcárraga Jean, mandamás de Televisa. Ninguno de los dos anteriormente mencionados acudió; en representación del presidente de Grupo Carso acudió su yerno, Arturo Elías Ayub.

En los camerinos donde ambos esperaban su turno para subir al escenario, hubo un ríspido intercambio. El director de relaciones institucionales de Grupo Carso confrontó al nuevo dueño de El Financiero, que en semanas anteriores había revelado detalles sobre la supuesta sociedad de Telmex con Dish México, con quien no se arredró y reviró, manifestando su extrañeza por la futilidad de esos reclamos, fuera de lugar y excedidos de tono. “Te pasaste”, exclamó Elías Ayub –de acuerdo a testigos del incidente, “nos la vas a pagar”.

La rivalidad entre ambos consorcios no se constriñe, en todo caso, a los asuntos mediáticos.

El contrato para ofrecer la interconexión satelital de los centros de readaptación social, que Homex habría transferido a Comtelsat y por lo que habría pugnado una filial de Grupo Carso, es otro evento relevante. Y también, las negociaciones por los derechos de transmisión de los partidos que disputan los equipos de León y Pachuca en la Liga Mx del futbol profesional, donde irremediablemente tienen que hacer alianzas… para afrontar a Televisa y TV Azteca.

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