Opinión
“Ayotzi”: ¿templo sagrado?

En “Ayotzi”, como llaman los alumnos a la Normal Raúl Isidro Burgos, estudian miembros del narco, y al igual que en el narco, los estudiantes cambian sus nombres por apodos: El Chane, El Carrillas, El Fresco, Pancita, La China, El Güero, El Botitas, El Marinela, El Copi, Chicharrón, Los Kinders…
Este mes, el cártel de Los Ardillos intentó irrumpir en “Ayotzi” para levantar a cuatro estudiantes miembros del cártel de Los Rojos, y el jefe de los 43 desaparecidos, El Cochiloco, fue señalado por el sicario El Jona como integrante de Los Rojos.
El Jona afirma en un video de la PGR, en presencia de sus abogados y de defensores de Derechos Humanos:
“El estudiante Jorge Luis González Parral comenzó a decir que el mentado Cochiloco era el que tenía la culpa de que ellos estuvieran aquí y que él era el encargado, y el mentado Cochiloco y el director hacían las marchas y, a través de las marchas, se metía a la gente, ahora que son los contras, Los Rojos”.
Sin embargo, a pesar de todo esto, existe pánico casi generalizado a mezclar a “Ayotzi” con el crimen organizado, porque en ello va la excomunión del templo sagrado de la corrección política. Más aún: es notoria la reticencia a referirse a la desaparición de los 43 como “Caso Iguala”.
La mayoría prefiere llamarlo “Caso Ayotzinapa” y no “Caso Iguala”, aun cuando la escuela se encuentra en Tixtla, a 125 kilómetros de este municipio. ¿Por qué?:
–Porque los 43 desaparecieron en Iguala, municipio gobernado entonces (desde 1993) por la izquierda, y en Guerrero, estado gobernado entonces (desde 2005) por la izquierda.
–Porque Ayotzinapa es nombre de pedigrí en la izquierda, por haber sido semillero de movimientos armados, cuna de guerrilleros como Lucio Cabañas y Genaro Vázquez.
Pero “Ayotzi” ha cambiado debido a la infiltración del crimen organizado, como resultado de la pobreza extrema y el abandono gubernamental del estado de Guerrero, convertido en productor del 42 por ciento de la amapola en México, cuyo control disputan 10 carteles.
Los sucesos de la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala son condenables y constituyen uno de los peores trances de derechos humanos en nuestra historia reciente, pero no son inseparables de la crisis de seguridad pública que vive el país a causa del narcotráfico.
Y que provocó unos 150 mil muertos, sólo desde el año 2000 a la fecha. De ahí que las evidencias de la infiltración del crimen organizado en “Ayotzi” tienen que ser investigadas por el gobierno, tenga las consecuencias políticas que tenga la pesquisa.
Porque será peor tener que lamentarnos por una tragedia mayor.
Aunque se caiga el mito de que “Ayotzi” es un templo sagrado.
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