Campañas para consolidar la transformación

Ayer, domingo 5 de abril, inició el periodo electoral, las campañas para la renovación de 9 gubernaturas, la Cámara de diputados, y congresos locales, que culminarán en los comicios del 7 de junio próximo. Este periodo es una gran oportunidad para que los partidos políticos expongan con claridad sus propuestas a la gente, de manera que llegado el momento los electores puedan elegir las mejores opciones en las urnas.

Se esperaría que todas las campañas sean propositivas y respetuosas, que no se conviertan en ataques, que reine la reflexión y la crítica sana, y que se privilegien las soluciones, por encima de sólo plantear problemas que todos conocemos, o de lanzar acusaciones sin sustento.

Importante es no contaminar las calles, el medio ambiente, con propaganda. Hay que hacer un uso razonado de todo producto publicitario, sin caer en exageraciones, que además, no conducen al triunfo.

Las campañas no deben ser un monumento al despilfarro. Al contrario, deberían ser un ejemplo de austeridad y trabajo. Aquellos que reparten dinero a manos llenas, y que intentan comprar el voto, al final del día son evidentemente los peores candidatos, y todos sufrimos las consecuencias.

Ya las cosas no están como para seguir permitiendo estos abusos. La gente necesita candidatos serios, con propuestas viables, basadas en haber escuchado durante largo tiempo las necesidades de una zona en particular. Las improvisaciones siempre son descubiertas y ponen en ridículo a quienes no se prepararon con tiempo y con dedicación suficiente para el puesto al que aspiran.

Ser un representante popular es algo muy trascendente cuando se hace bien. Aquellos cuyas conciencias están limpias y que se esforzaron en verdad por apoyar a las familias y por resolver los problemas que las aquejan, lo saben.

Lo saben porque son queridos. Porque son bien vistos. Porque no sólo pasaron a saludar a todos, puerta a puerta, durante las campañas, sino siempre. Cuando resultaron electos, durante el tiempo que detentaron sus cargos, e incluso después, aún cuando no hayan logrado ser elegidos como representantes de forma consecutiva.

Hay en verdad muchos políticos valiosos, que a veces no son ni los más conocidos, ni los que más aparecen en los medios de comunicación, ni los que son el ajonjolí de todos los moles. Pero los hay que trabajan duro, en sus comunidades, siempre al lado de la gente, y que escuchan a todos, dialogan, y regresan con respuestas en su momento. Esos son los que la gente quiere, son en quienes los ciudadanos depositan su confianza. Son los que valen la pena.

Aquellos que no buscan sólo el poder por el poder, para estar ahí, para enriquecerse, para controlar lo que puedan, sino que quieren el poder para enseguida ayudar de manera más eficiente a la población, a sus vecinos, y que siguen siendo los mismos antes y después, ésos son los mejores.

El nuevo político sin duda alguna tiene un perfil completamente ciudadano, en contacto permanente con las familias, con la gente, y esa siempre será la base de su éxito: el conocimiento profundo y detallado de aquello que debe solucionar, y que al ser resuelto va a ayudar a las mayorías.

La transparencia y la honestidad son características esenciales del nuevo político, del ciudadano político. En el fondo, no debe interesarle hacerse de riquezas a través del servicio público. No debe tener la idea de acumular bienes, ni mucho menos. Es obvio que podrá gozar de los bienes materiales que pueda obtener mediante su trabajo honesto, pero su mente debería estar siempre enfocada en cómo solucionar aquello que estorbe el desarrollo de su comunidad.

En esta sociedad de la información, de la inmediatez, en la que es muy difícil ocultar por largo tiempo quién se es en realidad, los liderazgos tienen que ser construidos con base en verdades, en acciones concretas, en palabras que sí van acompañadas por actos, y que no quedan volando en el incumplimiento. El liderazgo consiste en saber representar de la mejor manera los intereses de las familias, de las mayorías, pero sin olvidar los derechos y necesidades de las minorías.

Hay quienes han trabajado largamente en sus comunidades, conociendo sus problemas y prioridades, sus sueños y anhelos, y finalmente, por diversas razones, no resultan candidatos. Ante esto, algunos optan por esperar otra oportunidad, y algunos por mudarse de instituto político. Pero es muy importante que los partidos siempre den cobijo e integren a las campañas a quienes se han esforzado y tienen liderazgo. Dejarlos fuera es un error y muestra exclusión. La armonía y la conciliación siempre deben prevalecer.

Integrar a todos demuestra generosidad política y saber sumar es siempre la mejor estrategia. Excluir no es el camino. Ser incluyentes beneficia a todos. Así es como se ganan las campañas. Los amarres internos no se pueden dejar para después. En un proyecto realmente valioso, caben todos.

Las campañas actuales previsiblemente tendrán varios ejes fundamentales, y entre éstos se contará la seguridad, el desarrollo económico familiar, y el combate a la corrupción. Acción Nacional es el partido que ha tomado la delantera en sus propuestas anticorrupción, que están bien estructuradas y son viables.

Ante el declive de la calificación sobre el desempeño del gobierno federal, y en un México inmerso en bajos salarios, caída del precio del petróleo, impuestos injustos que acaban perjudicando a los que menos tienen, un dólar al alza, endeudamiento, y violencia creciente y preocupante, es lógico que el malestar social se traduzca en votos en contra del PRI.

Los electores debemos estar listos para buscar un cambio, para lograr posicionar contrapesos reales al gobierno, en San Lázaro, y con ello ir consolidando una transformación en términos de economía, seguridad, salud, educación, que tanta falta hace al país. Es la hora de luchar.

POR RAÚL TORTOLERO  / @raultortolero1 / elarsenal.net