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Opinión

Carrera presidencial: la nueva baraja

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Donald Trump modificó la contienda presidencial… mexicana.

Herido por la visita de Trump a México, el Presidente de la República ha realizado varios cambios en su gabinete, que están redefiniendo la carrera presidencial en nuestro país.

La primera “baja colateral” de dicha visita fue el Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, presunto responsable de que Trump viniera a territorio azteca, según la versión más difundida. Pero el verdadero responsable no fue Don Luis.

Aún si fuera cierta la versión de que fue Videgaray quien convenció a Peña Nieto de recibir en la casa presidencial a Trump, el responsable último de una decisión de ese calibre es el propio Peña. No estamos hablando de un niño de cinco años a quien convencieron de que tomara su sopa; estamos hablando del Presidente de la República, quien tomó una decisión, acaso aceptando el consejo de un subordinado. Peña es el responsable de la visita de Trump a México, aunque los “platos rotos” los pagó Videgaray –deliberadamente se echó él mismo la culpa.

Es algo notable la caída de Luis Videgaray de la Secretaría de Hacienda. Tuvo la candidatura presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) prácticamente en sus manos. Pero la perdió por una combinación de malos cálculos políticos, un entorno adverso y una ineptitud patente en materia diplomática.

Por su parte, Peña tomó sopa y sapo. El señor presidente se tragó el sapo más grande de su vida política con la visita de Trump, pues según algunos, entre ellos el influyente semanario “The Economist”, Peña ayudó a revivir políticamente a Donald Trump, que iba de bajada en las encuestas antes de recibir la ayuda de “nuestro” presidente.

Es decir, el recibimiento de Peña a Trump le dio un “segundo aire” al yankee en su propia tierra, cuando ya parecía exhausto en la carrera presidencial estadounidense. Peña revivió nada menos que a quien ya ha sido descrito como “un extraño enemigo” de los mexicanos: Donald Trump.

Por si esto fuera poco, la caída del Secretario de Hacienda en sí misma, modifica la carrera por la presidencia, pues uno de los anteriores participantes ahora está fuera del juego: el multicitado Videgaray. Con la salida de Don Luis del gabinete, Peña pierde a uno de sus ases.

Supuestamente “el finado” exsecretario de Hacienda y Crédito Público, buscaba con la visita de Trump evitar un caos económico, si Trump ganase las elecciones. Aún no ha ganado Mister Trump su silla, pero ya tenemos un caos político en México, dado que la mencionada visita, sacó de la carrera a uno de los punteros. Y metió a otros en la contienda, como se ve más adelante.

Adicionalmente, llegaron una serie de malas noticias financieras que iniciaron el camino del secretario Videgaray hacia el cadalso. Las calificadoras de deuda, Moody´s y compañía, hicieron diversas rebajas a la calidad de la deuda mexicana. La deuda, eterno talón de Aquiles de los priistas, se vuelve a asomar en la economía nacional.

En teoría, Videgaray podría regresar a la política, según algunos como candidato del partido en el poder para la gubernatura del Estado de México. Pero si eso ocurre, el PRI perderá las elecciones en esa entidad. Si los priistas quieren perder las elecciones, simplemente postulen a Videgaray –para el Edomex o la Presidencia.

Videgaray será unos meses una especie de “apestado de la política nacional” y le conviene por tanto aceptar un puesto en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington, D.C. Eso se especula sobre su futuro y él bien sabe que a los financieros mexicanos se les respeta y se les trata con cierta deferencia en la capital estadounidense, tanto en el BID como en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial. Eso lo comprobé una ocasión que acudí a ese lugar -y me confundieron con tecnócrata mexicano, sin serlo.

Videgaray era uno de los dos punteros en la carrera interna del PRI, junto con el Secretario de Gobernación, Miguel Osorio. Pero su salida trajo al aparato financiero del Estado al experimentado José Meade Kuribreña. Para suplir a éste último, Peña designó al exsubsecretario de Gobernación Luis Miranda, hoy Secretario de Desarrollo Social (Sedesol).

Este hombre, Luis Miranda, es la verdadera “nueva baraja”, la nueva carta bajo la manga de Enrique Peña, rumbo a la elección de 2018. Pero este as de la contienda, no será candidato presidencial priista, sino un campeón de la compra de votos para el PRI.

El nuevo titular de Sedesol ha sido designado en ese puesto para facilitar el próximo fraude electoral que el PRI organizará en el Estado de México en 2017. La propia trayectoria del nuevo secretario en el gobierno del inolvidable mexiquense Arturo Montiel, refuerza nuestro dicho. Lo cual a su vez preparará el terreno para las ilegalidades que el propio Peña está tramando con miras a las elecciones presidenciales de 2018.

Pero si Miranda resultase un genio de la política, podría incluso él mismo ser el candidato del PRI a la presidencia –aunque, repito, esa no parece ser su función.

Por todo lo anterior, quienes participan ahora como precandidatos en el “póker presidencial” son:

Miguel Ángel Osorio, quien ha resistido los constantes fracasos en materia de seguridad pública y es responsable político de algunas matanzas como la de Nochixtlán, Oaxaca y de otros fiascos como la fuga del “Chapo Guzmán” (y no ha aclarado sus propias casas “chicas o blancas”). Pero ahí sigue, flotando en el mar de sangre de la delincuencia que le toca combatir… pero flotando al fin.

El mazo de la baraja priista se completa con los nuevos “tres amigos”: los mencionados Meade, Miranda, así como Aurelio Nuño (secretario de Educación). Éste último tiene especial interés en que Osorio fracase, habida cuenta de las tretas de este último para con Nuño, a raíz de la problemática del sindicato de maestros.

Meade o Miranda serían candidatos priistas en caso de catástrofe –problemas inmobiliarios o de salud de Osorio, por ejemplo. Tiene el Secretario de Hacienda, en contra, que viene un recorte brutal al presupuesto que puede generar una desaceleración económica, desempleo, etc.

Miranda en cambio, tiene un puesto que cualquier candidato envidiaría, por la exposición en los medios, repartiendo leche o despensas y siendo aplaudido por madres y bebés. Sin embargo, su función es, insisto, preparar un regreso a las prácticas clientelares priistas del siglo XX. Parecería incluso que lo sacaron de Gobernación en parte para ya no “hacerle sombra” a Osorio –Miranda es más cercano a Peña Nieto que a Osorio Chong. Pero cuando se ventilen todas esas ilegalidades o fraudes electorales, mermarán aún más las posibilidades como precandidato del Secretario Miranda.

Un caso que menciono más por disciplina, que porque en verdad tenga posibilidades, es Eruviel Ávila. La base económica de su estado es de considerarse, lo mismo que la base interna del PRI en esa entidad. Él mismo es un tipo de sangre ligera y aceptable candidato. Pero sus resultados en el gobierno del Estado de México y en su propia tierra, Ecatepec, son tan malos, que el propio Peña Nieto lo pensará dos veces antes de pronunciarse por Ávila.

En la izquierda, no parece haber cambios en cuanto a los precandidatos principales: López Obrador es el candidato firme por el partido Morena, Mancera se afianza por el PRD luego de la elección a la presidencia de ese partido, de su expareja, Alejandra Barrales. Graco Ramírez quiere ser candidato presidencial por el PRD, según él, pero el fúnebre presente de Cuernavaca –y la golpiza que le mandó propinar al poeta Javier Sicilia “y amigos”- hacen de sus aspiraciones una simple ilusión del hoy Gobernador de Morelos.

Acaso el PRD forje una alianza con el PAN, en una candidatura común para tratar de derrotar al PRI. Y en un caso análogo, de nuevo José Antonio Meade reaparece, pues es factible también una alianza PAN-PRI, con Meade a la cabeza, para buscar derrotar a AMLO –eso se especula también.

Si el PAN va a la carrera presidencial sin alianzas, la candidata natural sería Margarita Zavala, que tiene todo para ganar… menos marido. Pues la cauda de cadáveres de la guerra fallida de su esposo Felipe Calderón, sería un lastre para cualquiera (hasta para Margarita).

Ricardo Anaya sería un magnífico candidato panista, en mi opinión, si Margarita sufre algún traspié. Es él quien mejor representa la política anti-PRI que ya llevó al PAN a “sacar al PRI de Los Pinos”. El anti-priismo es una fórmula exitosa ya comprobada, como lo demostró Vicente Fox el año 2000. El único problema es que el discurso anti-corrupción del PAN, no se sostendrá mientras ellos mismos no denuncien a alguno de sus propios pillos –tienen varios. Pero aún si no consigue Anaya la candidatura, me parece que puede comenzar a anotarse al joven panista como un aspirante serio para las elecciones presidenciales… de 2024.

El gobernador de Puebla Rafael Moreno Valle y el expresidente del PAN, Madero, brillan cada vez menos en el firmamento panista de precandidatos.

Entre la “chiquillada”, los partidos menores, el Partido Verde acaso promueva -antes de unirse al PRI o algún nuevo aliado- al gobernador de Chiapas, Manuel Velasco.

Por su parte, el bando de los “independientes” sigue casi igual, con Pedro Ferriz, Jorge Castañeda y el gobernador de Nuevo León como los tres principales, aunque muy por debajo de los candidatos con partido, en las encuestas. Creo que el único candidato independiente con posibilidades es Castañeda, por ser un candidato “civilizatorio” y pro-derechos humanos; pero todo a condición de que arme una coalición plural y obtenga el “voto útil” de la izquierda.

Cualquier aventurero que quiera arrojarse al ruedo de la sucesión, deberá tomar en cuenta la siguiente, paradójica situación. Por más dinero o recursos que crea poder utilizar o acumular, ya no cuenta con un recurso básico, en política y en todo: tiempo.

Los candidatos requieren tiempo para darse a conocer, y no parece que ya quede suficiente para que ningún improvisado se una a la competencia. Un lapso menor a dos años, parece insuficiente para dar a conocer a un candidato a la presidencia con posibilidades de triunfo, que no tenga hoy cierto reconocimiento nacional.

Así está el mazo de la baraja presidencial, de modo aproximado, a menos de dos años de las elecciones de 2018. La pregunta ahora sería… ¿alguno le convence?

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