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Opinión

Cerca de la bruja Hermelinda, lejos de la Madre Teresa

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¿Que habrán sentido los intelectuales que firmaron la carta en apoyo de la célebre octogenaria, Mama Rosa, quien dirigía el albergue  de Zamora,  al conocer la noticia que a 50 niños de La Gran Familia que fueron llevados a Jalisco,   se les diagnosticó depresión?

“La gran mayoría de ellos o traían depresión o traían un estado de alteración emocional”, declaró, a finales de julio el titular de la Secretaría de Salud Jalisco, Jaime Agustín González Álvarez.

El funcionario formuló su declaración  luego de la revisión que las autoridades de Salud en la entidad le hicieran a estos “hijos” de la famosa Rosa Verduzco, para algunos la versión mexicana de la Madre Teresa, quien resultó capaz de engañar a las mentes más lúcidas de este país. 

Al leer la declaración de González Álvarez me acordé de un párrafo de la carta que firmaron Roger Bartra, Lydia Cacho, Miguel Carbonell, Lázaro Cárdenas, Christopher Domínguez, Malva Flores, Fernando García Ramírez, Hugo Hiriart, Enrique Krauze, Jean Marie Le Clezio.

Pero también Andrés Lira, Jean Meyer, Verónica Murguía, Margarita de Orellana, Cristina Pacheco, Elena Poniatowska, Alberto Ruy Sánchez, Guillermo Sheridan, Javier Sicilia, Guillermo Soberón, Isabel Turrent, José Woldenberg, Gabriel Zaid y Fausto Zerón-Medina.

El párrafo echaba chispas contra las autoridades que le cerraron el negocio a la presunta abusadora

“La humillación escandalosa de una gran trabajadora social es inmerecida y atenta contra sus derechos más elementales. El linchamiento arroja una mancha de oprobio sobre una vida de servicio”.

¿Una vida de servicio castigando niños encerrándolo en ese apando llamado Pinocho? ¿Una vida de servicio tolerando abusos y negando sistemáticamente a padres arrepentidos que dejaron a sus hijos en la Gran Familia?  ¿Una vida de servicio cuando hay sospechas de que la señora toleró incuso abusos sexuales?

La defensa que hicieron los intelectuales de Rosa Verduzco fue, por lo menos, precipitada.

Van algunas preguntas:

¿Cuántos de ellos tenían información de primera mano sobre lo que ocurría en el Albergue cuando respaldaron la carta con su firma? ¿Cuántos lo hicieron a ciegas, solo porque lo pidió el importante colega?

¿Por qué no se tomaron siquiera la molestia de hablar con las víctimas antes de asumir tan lamentable postura, si los medios documentaban a diario historias de las atrocidades que cotidianamente los niños del albergue padecían?

Vuelvo a preguntar: ¿Alguno de los abajo firmantes sería capaz de pasar un tiempecito en el famoso Pinocho –algo así como el apando local a donde mandaban a los niños “mal portados” por instrucciones de esta señora, mucho más cercana de Hermelinda Linda que de la Madre Teresa de Calcuta?

Más crudo: ¿Alguno pondría su trasero en uno de los excusados llenos de excremento que describen coincidentemente las crónicas periodísticas de ese lugar? ¿Alguno mandaría a sus hijos a ese albergue?

Estoy seguro que no.

* * *

A Rosa Verduzco la defendieron también Vicente Fox, Marta Sahagún. Eso sí no importa. Nos tienen acostumbrados a sus barbaridades. Cero autoridad moral.

Los perredistas Leonel Godoy y Lázaro Cárdenas, ex gobernadores de Michoacán, se unieron al coro de lamentos por el “maltrato” a Mama Rosa. Tampoco allí queda mucha credibilidad.

Pero los intelectuales no. Son lo mejor que tiene este país. No es posible que se vayan fácilmente con la finta y que hayan enfocado sus críticas únicamente a lo excesivo del operativo policiaco que acabó, esperamos que para siempre, con eso que llaman “La Gran Familia” en Zamora.

El maltrato a los niños no data de ayer. Alina García, directora de posgrado en la UP de Guadalajara, fue reportera en sus juventudes. Hace 28 años, para ser exactos, hizo un reportaje radiofónico para Notisistema, empresa en la que trabajaba, sobre el albergue La Gran Familia.

¿Qué vio? Le preguntamos. “Exactamente lo mismo que ustedes describen ahora, pero ninguna autoridad hizo caso”, lamentó.

La señora ya está libre a pesar de sus comprobadas perversidades.  La PGR la declaró “inimputable” por la edad que tiene. La carta de lo intelectuales abonó a esa impunidad.

Como si ser anciano equivaliera a tener un cheque en blanco en el trato a huérfanos recogidos por una particular, ante el vacío que dejan autoridades omisas con los niños abandonados.

 Por  / México / elarsenal.net

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