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Opinión

Ciudadanos contra divos políticos

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Mucho se escribe sobre la necesidad de “ciudadanizar” la política en México. Sin embargo, los avances en torno a este ideal de empoderamiento ciudadano son realmente escasos. En parte esto se explica porque quienes reciben financiamiento público en tanto actores de transformación social son directamente los partidos políticos, que también por muchas razones son los que ocupan con un rostro u otro, los espacios en los medios de comunicación masivos.

Así las cosas, financiamiento y difusión, dos factores de poder, permanecen lejanos al ciudadano que no milita en partido alguno. ¿Les conviene a los partidos algo así como “ciudadanizar” la vida política”? Algún partido tiene un origen estrictamente ciudadano, pero los demás institutos –poco convencidos de algo así como “entregar el bastón de poder” a alguien ajeno a sus camarillas o mafias, no necesariamente moverían un dedo para ciudadanizar nada, porque su único objetivo es perpetuarse en el poder… aún cuando de no cambiar, tienen los días contados ante la gran inconformidad social, cada vez más activa y a veces, con brotes violentos…

Es decir, el camino de un ciudadano hacia su empoderamiento debe sortear innumerables escollos, algo muy distinto al acceso al poder “en automático”, por así decirlo, de alguien que asciende a un cargo de elección popular, o aún, a un puesto como funcionario en la administración pública. Los representantes populares (lo sean o no en la praxis cotidiana) y los funcionarios, reciben fondos a los que no tiene acceso el ciudadano común, y tienden a ser más tomados en cuenta por los medios de comunicación, y por ambas razones, son más influyentes.

El empoderamiento ciudadano -paradojas del poder-, entonces, en mucho encontraría su paternidad en los partidos políticos, los cuales, en cierta forma, y salvo alguna excepción honrosa, son la antítesis del ciudadano empoderado.

Los partidos políticos y el sistema político de partidos… ¿de ese juego de relaciones va a nacer el poder ciudadano, la ciudadanización de la política? Es dudoso en casi todos los casos, salvo en aquellos partidos que entiendan que la tendencia inexorable –como condición sine qua non para no extinguirse como tales- es a acercarse a los ciudadanos directamente, y esto implica renovar mucho las formas actuales de hacer política.

El asunto es profundo y serio y va mucho más allá de la apertura a las candidaturas independientes o ciudadanas. El fondo del empoderamiento ciudadano y de la ciudadanización de la política reside básicamente (aunque no de forma exclusiva) en un término poderoso y poco entendido y aplicado: la representatividad.

¿De dónde salieron esos políticos que hemos visto durante décadas saltando de la cámara de diputados a la de senadores, o a los congresos estatales? A veces igual brincan al gobierno federal o estatal, pero siempre viven del presupuesto. No son políticos emanados de la ciudadanía, y no pocas veces provienen de los sótanos más oscuros de la política, de entramados político-empresariales igualmente oscuros, a los que les deben todo, su ascenso y “gloria”, por lo que viven para retribuir a sus “padrinos” los favores recibidos y para defender los intereses que por desgracia representan, cuando deberían estar representando a la gente, a las familias, de una forma directa, sin intermediario alguno.

Por ello la representatividad tiene que tener características claras y comprobables. Hoy en día es raro quien conoce a sus representantes, incluso a quienes deberían estar siempre “a la mano”, en contacto y diálogo permanente con sus representados. Por ejemplo, un diputado local o federal –algo que además le conviene bastante, pero que descuida habitualmente- debería implementar mecanismos para garantizar el derecho de audiencia de la gente.

Si se acercan a este diputado organizaciones sociales, empresariales, culturales, o de cualquier otro tipo, se puede atender sus peticiones o demandas, pero sin que esto haga a un lado las legítimas demandas de una familia o aún de un solo ciudadano, por varias razones.

Las demandas de las agrupaciones diversas, a su vez, no necesariamente son idénticas al bien común, por lo que en algunos casos su propia representatividad es escasa, en tanto que representan sus propios intereses, por legítimos que sean, pero no necesariamente los de una comunidad de vecinos.

Por esta razón, los diputados –en su calidad de verdaderos representantes- deben escuchar a ciudadanos independientes tanto como a organizaciones más estructuradas, para tener una imagen más definida y definitiva sobre la situación en el territorio donde fueron electos, y poder tomar decisiones y emprender acciones que realmente busquen el bien común y no intereses sesgados y particulares.

Pero la “audiencia”, el diálogo, en el presente, está aún muy por debajo de lo que debería realmente ser una característica esencial de la representatividad. ¿Por qué la gente siempre se queja de que los políticos sólo se acercan cuando necesitan votos? ¿Reciben realmente los políticos a la gente? Sin duda, en vías de mejorar la representatividad, se deben implementar mecanismos de intercambio y contacto directo y permanente entre los representantes y los representados.

Pero eso no es todo. La ciudadanización de la política debe plantearse al menos en cinco grandes temas, a saber: cercanía, diálogo, acuerdos, anticorrupción y transparencia. Ser cercano a la gente implica no ser un extraño, sino compartir el

mismo contexto, “mezclarse”, vivir lo mismo que los representados; el diálogo implica saber escuchar, tomar nota, y saber exponer razones, no hacer sólo lindos monólogos para el aplauso. La capacidad de llegar a acuerdos es indispensable, sabiendo recoger la voluntad popular y buscando el bien de la comunidad, y cumpliendo los compromisos siempre; luchar contra la corrupción en todo frente y sin tregua, empezando, por supuesto, por el representante y su equipo de colaboradores; y ser transparente al exponer lo que quiere, lo que tiene, y lo que puede.

Por supuesto, la cercanía del político con sus representados, pasa por la transparencia. Conocer la trayectoria, el patrimonio, los intereses, los no antecedentes penales, es algo muy relevante. Podría parecer algo imposible debido a las más de siete décadas de gobiernos del PRI que hemos tenido que sufrir los mexicanos, pero sin duda la tendencia es a cada vez concebir menos a la política como un negocio, como una actividad lucrativa, en la cual se debe uno enriquecer.

En lugar de eso, el ideal del servicio, de transformar la realidad en algo mejor, la voluntad de ayudar a los demás, dejando atrás todo egoísmo, todo pensamiento que sólo beneficia a uno mismo, es el camino correcto. Por ello, el empoderamiento ciudadano sin duda empieza con aquellos liderazgos que se ponen al servicio de las familias en su comunidad, llevando como estandartes las prioridades de las mayorías, pero sin olvidar las de las minorías, y aún las de los individuos.

La ciudadanización de la política no puede venir sino desde abajo, no puede hacerse por decreto. Y aún cuando las reformas estructurales y las propuestas aprobadas para crear o mejorar instituciones contra la corrupción son muy valiosas, los partidos políticos deberán reestructurar su vida interna de tal manera que el arraigo de sus cuadros con la ciudadanía sea notorio, y se va a traducir en votos directamente.

Aún por propia supervivencia, los grupos de poder que controlan los partidos, deben darse a la tarea de preparar cuadros ciudadanos, darles espacios, para fomentar así una verdadera representatividad, alejada de las ficciones que nos venden algunos políticos con nombres conocidos pero que son inaccesibles a la gente, y que se pasean por ahí como divas de la vida pública, actuando como dueños del país, respaldados por intereses opuestos a los del desarrollo de las familias.

POR  / elarsenal.net

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