Opinión
Ejército Mexicano ¿cuál lealtad?

Ayer se conmemoró en el Castillo de Chapultepec, por el presidente Peña y representantes del Congreso y la Suprema Corte-además del Secretario de la Defensa como único orador-, el 101 aniversario de la denominada “Marcha de la Lealtad”. Pero ¿cuál lealtad? ¿lealtad a quién?
Es fácil salirse por la tangente y contestar que los militares mexicanos son leales “a México”. Pero las cosas se complican cuando observamos el actuar que a lo largo del tiempo ha tenido el Ejército-y no simplemente atendemos sus alambicados discursos.
Pues, si en verdad son los militares tan leales a México ¿por qué han salido de sus cuarteles a disparar contra la población mexicana, en repetidas ocasiones?
Fueron militares mexicanos quienes atacaron al presidente Madero en 1913 (ya lo habían hecho en 1911 y 1912), concretamente el General Bernardo Reyes y el Coronel Félix Díaz. Aunque a Madero lo apoyaron los cadetes y por eso ahora celebran su marcha. Pero luego fue el general mexicano Victoriano Huerta quien, de manera por demás cobarde, atacó directamente a la población de la Ciudad de México, durante la llamada “decena trágica”. El militar mandó bombardear las casas aledañas a la plaza de la Ciudadela, para hacer creer a su mando que combatía a los sublevados de dicha plaza, cuando en realidad atacaba a la población civil, y por lo bajo conspiraba contra el presidente Madero en la Embajada de los Estados Unidos, junto con el Coronel Díaz y el embajador Henry Lane Wilson.
Pero concedamos que esos militares mexicanos eran parte del antiguo régimen porfirista –Félix Díaz era sobrino de Don Porfirio- y veamos los 71 años que gobernó a México el PRI y sus antecesores. Allí, los crímenes del Ejército contra su propio pueblo, también estuvieron presentes.
Fueron los militares mexicanos quienes masacraron durante años al pueblo católico del centro y occidente de México, durante la llamada “Guerra de los Cristeros”. Y todo porque los militares fueron “leales”, sí, pero leales al presidente y no a su propio pueblo. Pues atacar al campesinado católico mexicano se los ordenó el entonces presidente -y hoy héroe del PRI-Plutarco Elías Calles.
El Ejército mexicano salió a matar mexicanos también el 2 de octubre de 1968. Fueron ellos, los militares, quienes llegaron a la Plaza de las Tres Culturas de la Ciudad de México, a disparar contra estudiantes mexicanos indefensos. Porque no llegó el ejército mexicano a protegerlos, sino a atacarlos con toda deslealtad.
Que el Ejército mexicano ha atacado cobardemente a mexicanos indefensos lo puedo asegurar, pues a mi propia madre la agredieron ustedes, los militares, esa noche, la llamada ”Noche de Tlatelolco”. Los militares dispararon al grupo donde ella estaba…pero a ella no le acertaron con sus disparos o, como decimos en México, ”no le dieron”. Salvó ella su vida y con eso, la mía, en un episodio que en el futuro relataré.
Durante las elecciones presidenciales de 2006, el Ejército no tuvo la gallardía para decirle al entonces presidente Vicente Fox, que debía atender el clamor popular por un segundo recuento de votos y contar las malditas boletas otra vez, para no dividir al país. Esta supuesta lealtad del Ejército para con Fox, fue en realidad un silencio cómplice que le brindó al país la llegada a la presidencia de Felipe Calderón, con la consiguiente militarización del país y la subsecuente cauda de 70 mil muertos en 2006-2012.
Ahora, el presidente Enrique Peña entrega a los extranjeros la riqueza petrolera nacional, mediante su reforma energética. Pero la Constitución de 1917, que se supone que el Ejército debe hacer valer, buscaba en su origen acabar con la situación de privilegio de la que habían gozado los extranjeros durante el porfiriato (*).
No obstante, el general Cienfuegos, secretario de la Defensa, apoyó ayer en su alocución las reformas peñanietistas, de manera no solo partidista o poco elegante, sino ante todo de manera equivocada.
El apoyo de los militares a las reformas peñistas es equivocado porque es contrario al interés nacional, debido a que esas reformas, sobre todo la reforma energética, implican una pérdida de soberanía sobre el territorio. Esto, dado que la inminente llegada de empresas petroleras extranjeras, sobre todo estadounidenses aunque asimismo británicas -como antes de la expropiación cardenista de 1938- y al parecer también chinas, implican en el fondo una pérdida de control sobre partes del territorio nacional –además del territorio que ya perdieron, frente a la delincuencia organizada.
Como la reforma energética modificó el artículo 27 Constitucional, que estipulaba desde 1917 que la propiedad del subsuelo ya no sería de los extranjeros sino de la nación, y ahora Peña le otorga con su reforma dicho subsuelo a las empresas extranjeras, el apoyo militar a las reformas presidenciales hace ver al Ejército mexicano marchando en círculos… o francamente marchando hacia atrás.
Y aunque en teoría los militares pueden darle un golpe de Estado a Enrique Peña, para hacerle entender que no puede impunemente regalar a los extranjeros la riqueza de “su” propio país, semejante intentona no tiene ningún futuro, por lo cual, yo no abogo por ninguna asonada. Aunque sí por la presión política contra el presidente.
Los militares previenen sus propios posibles golpes de Estado o rebeliones, en primer lugar dotando de muy pocas municiones a sus propias unidades, con lo que una sublevación militar no se podría sostener más que por un par de días… y sería sofocada por las demás unidades del Ejército.
Por su parte, el gobierno de los Estados Unidos no va a permitir en México un golpe de Estado que no les convenga. Ellos sólo apoyan golpes de Estado cuando estos convienen a sus intereses. Sí apoyaron un golpe de Estado en nuestro país, así como el derrocamiento del presidente mexicano, pero sólo cuando tal presidente les estorbaba –era Francisco I. Madero-, por lo cual el embajador estadounidense Henry Lane Wilson convocó a los dos militares mexicanos mencionados para derrocar al presidente de México… y lo logró.
Pero hoy, Peña Nieto está haciendo lo que quieren los Estados Unidos y la reforma energética es un regalo a sus empresas petroleras, por lo que una hipotética intentona militar para tirar a Peña, no sólo no tendría el apoyo estadounidense, sino que no podría resistir las presiones de los propios Estados Unidos.
Tales presiones normalmente son: primero, diplomáticas, luego políticas, después económicas y sólo al final, militares. Y aunque es difícil que los estadounidenses lleguen a éstas últimas -con las otras “les alcanza”- podemos hacer aquí un ejercicio para saber qué tanto podría resistir México una supuesta invasión.
En una nueva invasión estadounidense a México, la Armada de Guerra mexicana puede ser derrotada por el simple servicio de Guardacostas de los Estados Unidos. De ese tamaño es la disparidad entre la marina estadounidense y la mexicana. Pues la flota guardacostas estadounidense es por sí misma la séptima flota a nivel mundial y por tanto, son superiores a la marina de guerra mexicana.
La Fuerza Aérea Mexicana, por su parte, sólo está en posibilidad de resistir una sola gran batalla en los aires, contra la fuerza aérea de los Estados Unidos –pero sería al final derrotada (**).
La única defensa medianamente honorable en una presunta nueva invasión estadounidense, la podría realizar el Ejército mexicano. Pero sólo podrían dar unas cuantas batallas por sí mismos, pues un ejército regular sería rápidamente derrotado por los invasores estadounidenses, por lo que la única opción razonable sería que el Ejército mexicano se dispersara y comenzara una guerra de guerrillas… junto con el pueblo de México. Ese pueblo al que no le han sido muy leales, que digamos
¿Es impensable una nueva invasión de México por parte de los Estados Unidos? No, no es impensable pues Estados Unidos es un país guerrero, que ha invadido a docenas de países, incluyendo al nuestro. Pero es hoy muy poco probable, pues sencillamente no lo necesitan. Sus intereses están salvaguardados por gentes como Enrique Peña Nieto.
Por todo lo anterior, podemos afirmar que el ejército mexicano efectivamente hoy es leal, aunque es leal al presidente y no necesariamente al pueblo de México. Pero ¿qué ocurre cuando es el propio presidente el que no le es muy leal a su país?
El Ejército no le ha sido exactamente leal al pueblo de México. Si lo hubiera sido, no habría salido a matarlo, como varias veces lo hizo, por el simple hecho de que lo ordene el presidente. Y estarían hoy del lado de su país, exigiendo a Peña y presionándole políticamente para que, antes que regalar el petróleo mexicano a los extranjeros, se tome al menos la molestia de consultar a través de un referéndum a su propio pueblo, a ese pueblo al que ni el ejército mexicano, ni el presidente de México, le han sido en realidad muy leales.
*Roberta Lajous. Las Relaciones Exteriores de México, 1821-2000. México, El Colegio de México, pág. 163
**Monica Toussaint. Diplomacia en tiempos de Guerra. Memorias del Embajador Gustavo Iruegas. México, Instituto Mora, pág. 321-322
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