Opinión
El desvarío político de Denise Dresser
Parte de la crisis política que vive actualmente nuestro país también guarda relación con los personajes que, por estar con frecuencia al frente de un micrófono de radio o una cámara de TV, creen que son“candidateables” para los altos puestos de la nación. Para ejemplos ahí tenemos a Pedro Ferriz de Con y a Jorge Castañeda, quienes inclusive se ven en la Silla Presidencial, y, más recientemente, a Denise Dresser.
En una entrevista que sostuvo ayer con Javier Risco, para el programa Sin lugar a dudas, Denise Dresserconsideró la posibilidad de postularse como candidata independiente. ¿A qué cargo? No lo aclaró, pero sí dijo que lo haría para materializar las recomendaciones realizadas, en su partida de México, por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI).
Por supuesto que esto es un desvarío político de Denise Dresser.
Denise Dresser pertenece a un grupo harto simpático de nuestro país: el grupo de los “intelectuales mediáticos”, es decir, de esos “intelectuales” que de manera continua se exponen al público a través de los medios masivos de comunicación, para hacer reflexiones que se suelen mover entre los lugares comunes y la indignación moral de carácter “ciudadano”.
La académica del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) se ha especializado en un discurso simplón para la clase media “progre” resentida pero acomodaticia; un discurso que se sustenta en la repetición ad nauseam de un manojo de ideas del tipo “capitalismo de cuates”, “impunidad”, “conflicto de intereses”, “corrupción gubernamental” y “emergencia de la sociedad civil”.
También suele llegar a ciertos sectores del “populacho” sólo porque sale en la TV y habla mal de los gobiernos, especialmente del de Peña Nieto, y de los “empresarios abusivos”, especialmente de Carlos Slim, cuando así le conviene, claro, porque sus críticas al magnate telefónico eran inexistentes o superficiales cuando salía a cuadro en el programa que Carmen Aristegui tenía en MVS, empresa socia deCarlos Slim en torno al negocio de Dish.
Dresser está más que inflada, como muchos otros intelectuales de TV. Sus “análisis politológicos” ni siquiera llegan a penetrar el cuero del sistema político mexicano, y, por eso, sus reflexiones no dejan de montarse en lo que ya todo mundo sabe o intuye. Para colmo, la superficialidad de sus meditaciones la lleva a pensar que la renovación de la vida política nacional puede basarse en el “voluntarismo moral”. En esto se parece mucho a Andrés Manuel López Obrador, el líder de MORENA.
Incluso me atrevo a pensar que su encierro en el cubículo académico y en los estudios de televisión, la ha llevado a no tener una idea clara de cómo se mueve realmente la política en este país, aunque aparente que sí.
Es iluso pensar que su sola llegada a un cargo público, incluida la Presidencia de la República, pueda mover un ápice al sistema político mexicano. No sólo es iluso: es francamente estúpido.
Denise Dresser no ha entendido, lástima de académica de ciencias políticas, que incluso la figura presidencial es sólo un pivote de un amplio y complejo conjunto de intereses legales e ilegales, formales e informales, manifiestos y ocultos, permanentes y temporales, legítimos y caprichosos. Es un pivote cuyo poder de influencia depende de su capacidad de aglutinar y de canalizar, con regular éxito, los cientos de intereses que se mueven dentro de las entrañas de ese monstruo llamado sistema político mexicano.
Dresser no ha entendido qué es y cómo funciona dicho sistema. Sólo así se entiende que pase por su cabeza llegar a un cargo público de trascendencia sin los amarres necesarios con los grupos de poder, de presión y de interés de este país, que son muchos y muy disímiles, desde los grandes empresarios hasta los pepenadores.
La opinóloga cree que puede ganar una elección coleccionando los tweets que le son favorables o subiendo sus fotos al lado de Carmen Aristegui. ¿Cree que con esto le alcanza dentro de un sistema eminentemente corporativo y clientelar? ¿Cree que sus críticas al “acarreo de masas y a la compra del voto” acabarán con estas prácticas? ¿Cree que los “votantes conscientes” se calculan multiplicando por millones el número de lectores de su columna en el Reforma?
Lo peor de todo, es que Denise Dresser no aprende de la experiencia ajena. Hay que recordar que su antiguo compañero de micrófono, Sergio Aguayo, también se aventuró en la política, allá por el año de2003. La egomanía de Sergio Aguayo, académico y “onegero”, incluso le alcanzó para presentarse como“La cara de los derechos humanos”, aspirando a una diputación. Enormes espectaculares reprodujeron su foto durante la campaña electoral de aquel año.
En esa ocasión, Sergio Aguayo trataba de mantener con vida al partido México Posible, del cual fue fundador y dirigente. Como otros incautos, Aguayo pensó que la alternancia presidencial PRI-PAN del año2000 abría las puertas a la “democracia de ciudadanos”. Pero la realidad lo desmintió y México Posible ni siquiera pudo mantener su registro: no alcanzó el 2% que la ley electoral exigía.
Como antes Sergio Aguayo, hoy Denise Dresser piensa con evidente “inocencia” que el “voto ciudadano” puede vencer al “voto clientelar y corporativo”. ¡Terrible equivocación! Impropia, además, de una persona que se supone estudia y enseña ciencias políticas.
Para treparse al lomo del monstruo político mexicano es esencial saber de qué se alimenta, qué lugares frecuenta, en dónde duerme y qué le pica. Y, ciertamente, estas preguntas no se responden a partir de los análisis facilones ni de las recetas morales al estilo Denise Dresser.
Quien quiera formar parte del gobierno de México necesita elaborar un plan atractivo y realista de compromisos y repartos, al menos con los principales actores políticos, económicos y sociales del país. Esto es justamente lo que todos los días tratan de hacer los partidos políticos, y están a la vista los resultados de sus frágiles y mudables esfuerzos. Frágiles y mudables esfuerzos no obstante a que cuentan con colosales estructuras, operadores políticos de tiempo completo y abultados presupuestos.
¿Quién, sensatamente, cree que una sola persona puede lograr hacer mella en un sistema que funciona de forma clientelar y corporativa? Sólo quien no entiende cómo funciona ese sistema. El “voluntarismo político y moral” sólo cabe en personas como Denise Dresser. De aquí su desvarío político.
POR CARLOS ARTURO BAÑOS LEMOINE / Profesor UAM-Xochimilco y UPN-Ajusco; / CIUDADANO CERO, COLUMNAS / elarsenal.net
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