Opinión
El fanatismo en el fútbol, una sinergia de ser esclavo de él, y para él
No cabe duda que para los jóvenes la práctica del deporte es lo más sano, tanto para el cuerpo como para la mente, incluso a la sociedad le convendría muchísimo que los jóvenes encontrarán un espacio en los distintos deportes, que se vieran motivados por esta experiencia y que encontrarán un momento de esparcimiento y aprendizaje que los condujera a una formación de convivencia más humana.
No obstante, la época que le toca vivir a la juventud actual se encuentra dentro del marco de los medios de comunicación, y la experiencia del deporte la han venido a sintetizar de forma que ellos se encuentren en su hogar, en un bar, en un restaurante o un café para convertirse en observadores, y no en jóvenes que lleven a su vida cotidiana la práctica del ejercicio sano que implica desarrollarse en un deporte.
Uno de los deporte que más ha acaparado la atención de la juventud ha sido el fútbol, detrás de éste juego que encuentran mezcladas múltiples emociones, algunos casos de enajenamiento y muchas de las veces la llegada de un fanatismo extremo.
El fútbol tanto en adultos como en jóvenes ejerce una atracción increíble, dado que a través de la televisión este deporte es capaz de retener a una persona todo un domingo, incluso de tener invitados como el alcohol para hacer de esta experiencia algo más “interesante”.

El problema no radica en ver el fútbol, sino en la sinergia de ser esclavo de y para el fútbol, de omitir a la familia por uno, dos o tres partidos, de causar revanchismo y apuestas absurdas por los resultados de un partido, de intoxicar el cuerpo con alcohol y salir a festejar el triunfo del equipo preferido o sumirse en la depresión por la pérdida, incluso de llegar al fanatismo y muchas veces poner en riesgo la vida de un ser humano.
El slogan publicitario de “todo con medida” implica que para ver un deporte es necesario controlar las emociones, controlar el consumo tanto de los medios de difusión como de los elementos acompañantes: bebidas embriagantes, exceso de comida, y pérdida de la noción del tiempo.
Es cierto que el fútbol es capaz de reunir a muchas personas, pero es también es capaz de crear círculos de indiferencia con otras, por ejemplo, sí todo el domingo está destinado a la “cultura del fútbol” y no se tiene un momento de convivencia familiar, lo que se está ejerciendo es un fanatismo.
El fanatismo no conduce a nada bueno, dado que todo fanatismo es un extremismo de las cosas; la familia, el tiempo, las charlas, la coexistencia con los demás se ven desvirtuados del todo con medida, porque esa medida se pierde. Es importante tomar en cuenta que todo lo que sucede alrededor de los seres humanos debe encontrarse en el punto del equilibrio, la exacerbación lo único que ‘propone’ es alejamiento, pérdida de posibilidades para entender a los demás y ser entendido.
Los deportes, como el caso del fútbol, no pueden estar dominados por los medios o por el acaloramiento que puede provocar un partido. El hombre debe emplear su razón crítica y marcar los límites de las experiencias sensoriales, para no caer en las trampas de un fanatismo desmedido.
María Velázquez Dorantes
Fuente: archivo PDF
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