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Opinión

El horario ideal de trabajo (I)

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Basado en los Ritmos Circadianos

Los humanos tenemos un reloj biológico bien definido que administra nuestros niveles de energía durante el día: es nuestro proceso circadiano, frecuentemente llamado “ritmo” circadiano por su regularidad.

Si alguna vez has tenido un desajuste de horario (desfase circadiano o “jetlag” en inglés) ya sabes por experiencia que los ritmos circadianos pueden ser muy, muy tercos. Este persistente flujo y reflujo natural de nuestra capacidad para estar despiertos o dormir tiene serias implicaciones para ti, tus trabajadores y la organización toda.

Aunque los gerentes sigan esperando que sus empleados tengan un desempeño óptimo durante toda la jornada laboral, su expectativa es irreal. Los empleados pueden querer estar al máximo todo el tiempo, pero sus ritmos circadianos naturales no siempre coinciden con sus deseos.

Lo normal es que, luego del inicio de la jornada, a los empleados les tome algunas horas para alcanzar su nivel más alto de alerta y energía… que no dura mucho, por cierto. Después de comer el nivel comienza a declinar hasta alcanzar el fondo a eso de las 3pm. Lo más común es pensar que esto se debe que acabamos de comer, pero la verdad es que forma parte natural del proceso circadiano. Después de esta hora la alerta tiende a crecer otra vez y alcanza su segunda cima como a las 6pm.

Después de eso la alerta va bajando, bajando durante toda la tarde y noche, hasta las primeras horas de la mañana. Toca un segundo fondo como a las 3:30 am. Habiendo pasado este fondo –el mayor del día– la alerta roma un rumbo ascendente que dura toda la mañana, para llegar a su primera cima poco después del mediodía. Este patrón ha sido destacado por un buen número de investigaciones aunque, claro, a nivel individual hay variantes.

Los patrones o gerentes que quieran maximizar el desempeño de sus empleados deben considerar este ritmo circadiano cuando asignen asignar tareas, fechas de entrega y metas. Para eso necesitan una visión objetiva de la regulación de energía humana, y tomar en cuanta que un mismo empleado será más efectivo a ciertas horas del día, que en otras.

Hay más: los empleados deben tener en cuenta sus propios ritmos circadianos para planear su día. Las tareas más importantes deben ejecutarse cuando uno está en (o cerca de) sus cumbres de alerta, que son alrededor del medio día y a las 6 de la tarde. Las tareas menos trascendentes deben programarse para las horas en las que la alerta es más baja: muy temprano en la mañana, como a las 3 de la tarde y muy noche.

Las siestas también pueden ser un buen regulador de la energía, ya que brindan una recuperación de corto plazo que puede aumentar nuestro grado de alerta. Numerosos estudios vinculan la siesta con una mejora en el desempeño de una persona. Sin embargo incluso los empleados que no han dormido bien durante la noche pueden tener dificultades para dormir una siesta, si el momento que eligen se opone a su ritmo circadiano. Pero hay una pieza que embona bien: los empleados y jefes inteligentes programan las siestas alrededor de las 3 de la tarde, cuando las tareas de mucha responsabilidad disminuyen al mínimo, para luego enfrentar con nueva fuerza las tareas importantes que se presentan en las cumbres naturales de su alerta.

Este no es siempre el caso, no. Muchos empleados se empantanan enviando y respondiendo correos electrónicos durante toda la mañana, tarea que les ocupa hasta la hora de la comida. Luego de la sobremesa regresan habiendo gastado casi todo su primer máximo de energía del día, y así se lanzan sobre las tareas más importantes (esas que exigen un profundo procesamiento racional) mientras van hundiéndose en el pozo de las 3pm, llevando su atención y energía al mínimo.

Christopher M. Barnes es profesor asistente de administración en la Escuela de Negocios de la Universidad de Washington.

Trad.: Antoine Laup S./Alfonso López-Collada G / elarsenal.net

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