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Opinión

El intrincado laberinto de la gobernabilidad.

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Lejos de observar una mejoría, los problemas del país permanecen, crecen, y surgen otros, sin soluciones viables. Seguimos entrampados e inmersos cada parte en su propia y compleja realidad, los tiempos se van consumiendo y los desencuentros cada vez más frecuentes, suben el tono.

Como dice en plan de broma mi amigo Juan José Rodriguez Prats: “lo bueno de esto, es lo malo que se está poniendo”, pues son evidentes los signos de descomposición, no me refiero únicamente a la parte de la inseguridad que padecemos en muchas regiones del país,  secuestradas por la delincuencia y la inseguridad, la incapacidad y la zozobra, el temor y la ingobernabilidad, esta cuestión es un efecto, provocado seguramente por diversas causas.

Las circunstancias nos indican que algo extraño ocurre, hay quienes señalan que es producto de un germen añejo, otros como el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, utiliza el artilugio de esgrimir a manera de justificación, la conjunción de condiciones atípicas y transitorias, diatriba ingeniosa para eludir su responsabilidad, lo real es que están presentes y cada vez en mayor grado.

¿Qué hacer en estos casos? ¡Menudo reto el que está enfrente! Por donde se le quiera ver, evaluar o diagnosticar, el hecho real y preocupante, consiste en que las condiciones políticas, económicas y sociales, actualmente se encuentran en franco deterioro y, por lo tanto se requiere actuar en consecuencia.

Quienes le apostamos a la actividad política y al sistema democrático, estamos conscientes que los cambios, las transformaciones, la estabilidad y gobernabilidad, se deben lograr por la vía pacífica, respetando los derechos humanos, la dignidad de las personas, con las herramientas del diálogo, el entendimiento y reconociendo la pluralidad.

Si buscamos el escenario ideal, tomaríamos como base una clase política gobernante, apegada a la legalidad, al estado de derecho,  actuando con criterios de justicia y regida por la ética. Sin embargo, nos encontramos a distancia de lo anterior, ya que el deporte nacional consiste en pegarle con o sin razón a los políticos, sean buenos o malos, los poderes facticos que también operan, se han ensañado en contra de quien no se alinea a sus intereses, independientemente de las tendencias autodestructivas al interior de los partidos políticos.

Parecería una verdad de perogrullo, sin embargo, mientras más alejados estemos de una clase política seria, responsable, de principios y valores, honesta y patriota, estaremos más cercanos a la ingobernabilidad y a la anarquía.

En consecuencia, es prioritario mandar mensajes de recomposición política, de la dignificaron de esa actividad, particular y especialmente de su apego a la legalidad y transparencia, de su capacidad de diálogo constructivo sin menoscabo de sus convicciones, de respeto mutuo a su forma de pensar y sobre todo, que esta sea un ejemplo a seguir por sus gobernados.

Que la recompensa esperada no sea otra que su aportación a la construcción de la gran montaña de la mexicanidad. Pero, tal parece que no aprendemos, hemos antepuesto los intereses particulares o en ocasiones de grupo, frente al interés supremo de la nación, dejamos de lado la humildad y la generosidad y le abrimos la puerta a la puerta a la soberbia, a la corrupción, la impunidad y extravío de los principios.

El recordar los orígenes democráticos es alimento nutritivo para proyectar las conductas y orientar las voluntades, desterrar las ambiciones desmedidas y pensar en los demás son actitudes obligadas del quehacer político, que pocas veces se practican, en estos tiempos tan complicados o se llevan a cabo o corremos el riesgo de que el destino nos alcance.

Como dice el refrán de Sancho Panza: “Desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano”.

por  / elarsenal.net

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