El legado de Calderón

Enfilado al segundo tramo de su sexenio, Felipe Calderón Hinojosa había afrontado las pruebas más difíciles que cualquier otro Presidente de México de la época contemporánea: a la guerra contra el crimen organizado y el desplome de los mercados financieros –dos asuntos de coyuntura con una enorme complejidad– se le había sumado el trágico deceso de Juan Camilo Mourino y la crisis sanitaria provocada por el virus A H1N1, cuyo “caso cero” se había originado en un rancho de cerdos ubicado en Perote, Veracruz.

Esa entidad del Golfo de México lo recibió cuando menos una decena de ocasiones, ya fuera para entregar obras, a ceremonias oficiales –por el Día de la Marina– o por motivo de catástrofes naturales. Justo en una de ésas, el mandatario panista recogió en la calle a un perro de raza indeterminada, quien de esa insólita forma se convirtió en huésped de Los Pinos durante algunos meses. El Teo –así lo bautizaron– se unió al Rocky, el Golden Retriever que jugueteó con Barack Obama en el despacho presidencial, aquella primavera del 2009.

El can veracruzano duró muy poco tiempo en el entorno calderonista. Luego de morder en el rostro al más pequeño de la familia Calderón Zavala los guardias presidenciales quisieron castigarlo y nadie más supo cuál fue su destino. Otro de los misterios de esa etapa panista en Los Pinos fue el inexplicable descenso de la población de ardillas que jugueteaban en las principales oficinas por las que desfilaron personajes como Patricia Flores Elizondo, César Nava y Roberto Gil.

El Rocky, por el contrario, trascendió a los sucesivos relevos en el equipo presidencial y acompañó a sus amos en su estancia bostoniana. En el Centro de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard, el ex presidente revisó la información que le allegaron sus cercanos y al mismo tiempo que conseguía el endowment para su fundación, escribió las notas que, encapsuladas en su libro sobre los desafíos de México, presentará esta noche en el Club de Industriales.
El descontento social generado por el resultado de las elecciones presidenciales en el 2006 marcó el rumbo de Calderón Hinojosa, quien desde sus épocas partidistas ideó un cuarto de guerra –en el que integró a encuestadores, publicistas y mercadólogos– para guiar sus acciones públicas.

¿Eficaz? ¿Transformador? El legado de Calderón, inevitablemente, está ligado a los resultados de su guerra contra el narcotráfico y, en menor medida, en el éxito de su política social, principalmente por el Seguro Popular. La narrativa oficial trató de levantar su imagen presentándolo como un Presidente valiente, que enfrentó más dificultades que otros presidentes. Pero sin ajustar cuentas con el viejo régimen, ni castigos ejemplares a líderes sindicales corruptos, el último gobierno panista tuvo pocos logros para presumir; la permanente vocación de pelea del calderonismo, la mala marcha de la economía y un pleito interno (que todavía no termina) en el panismo, echó a perder sus planes.

Obligado a una alianza con el PRI, el gobierno panista fracasó en la negociación de una agenda reformadora, incumplió su promesa de conducirse con honestidad y tampoco brindó resultados contundentes en el crecimiento económico.

La seguridad se volvió en el tema sexenal. Aunque cayeron una veintena de los capos más peligrosos, el entorno de violencia influyó en el ánimo social, que finalmente se reflejó en los bajos niveles del acuerdo presidencial. Salinas medía todos los días; Zedillo y Fox, cada semana– Calderón Hinojosa revisaba encuestas temáticas una vez cada semana, con la misma intensidad que dedicaba al tema, desde que dirigió al PAN. (Y el actual Ejecutivo federal además tiene una sesión de fondo mensual además de lo que vea a lo largo de la semana). Los discursos y sus giras estaban dictadas por las mediciones, pero a diferencia de sus antecesores, el mandatario panista creó una coordinación de opinión pública, que dejó en manos de Alejandra Sota y María Fernanda Vergara.

El legado de Calderón quedó definido, en la recta final del sexenio, con las encuestas encargadas por la Coordinación de Opinión Pública de Los Pinos y el CISEN,. Algunos de esos trabajos fueron ejecutados por Politáctica, de Rafael Vergara y, y otros por Varela y Asociados.

Lo malo es que ese acervo –insistentemente requerido desde finales del sexenio pasado– ha sido sistemáticamente negado por la oficina de transparencia de Los Pinos… mientras que ex funcionarios calderonistas trabajan las bases de datos en Stanford y en la Universidad de California en San Diego.

EFECTOS SECUNDARIOS

CÓNCLAVES. En una terraza desde la que puede verse el edificio sede de la Bolsa Mexicana de Valores, el ex gobernador de Hidalgo, Manuel Ángel Núñez Soto, revisaba los últimos detalles de la propuesta de un nuevo aeropuerto internacional para la Ciudad de México mientras esperaba a su paisano, el senador priista David Penchyna.-

Dentro, en el salón del comedero político más concurrido actualmente, el gober precioso, Mario Marín, trataba de pasar desapercibido mientras aguardaba a su interlocutor, el también ex alcalde de la Angelópolis, Enrique Doger. Pegado a la cocina, con su familia, departía el ex presidente nacional de Nueva Alianza, Miguel Ángel Jiménez. Ambos personajes serán protagonistas de la historia que está por escribirse en Puebla y son antagonistas del mandatario aliancista, Rafael Moreno-Valle.
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por Alberto Aguirre   /   México  /  elarsenal.net  /  Correo electrónico: aam@mexico.com