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Opinión

¿El ocaso de AMLO?

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Llegaron en metro al Zócalo. Tomados de la mano, Andrés Manuel López Obrador y Beatriz Gutiérrez Müeller llevaban en medio a su primogénito, Jesús Ernesto, de apenas cinco años. El domingo 1 de diciembre, el dos veces ex candidato presidencial y ahora presidente del Consejo Nacional del Movimiento de Regeneración Nacional inició una nueva fase de su lucha política.

Atrás quedó la época del Tsuru que de madrugada manejaba Nicolás Mollinedo Bastar desde Copilco-Universidad hasta el Zócalo. Este año Nico regresó a la vida privada y César Yáñez Centeno-Cabrera tomó el volante del Jetta blanco y se hizo cargo del control de la logística del dirigente izquierdista, quien en la conversión del MORENA como partido político, volvió a recorrer el país. La octava vez, en una década.

Desde 1995, cuando se instaló en la Ciudad de México después de su participación electoral en Tabasco, AMLO ha cumplido con una rutinaria, pero demandante vida política. “Corrido en terracería y sin aceite”, llegó a decir en el debate presidencial del 2012, en una descripción exacta de sus actividades.

Por lo mismo, bebe mucho café, come a deshoras y duerme poco. Las interminables horas en la carretera han acentuado sus dolencias en la espalda, producto de una vieja lesión de sus épocas juveniles, cuando jugaba beisbol en los llanos de Macuspana con sus amigos de aquella época, entre ellos Octavio Romero Oropeza.

Al paso del tiempo, el staff del político tabasqueño se ha compactado. Yáñez nunca se separa de AMLO, mientras que trabajan sin cesar Laurita, el ingeniero Esquer y el periodista Jesús Ramírez Cuevas en el despacho de la colonia Roma Sur, epicentro del movimiento lopezobradorista, donde son visitantes asiduos Ricardo Monreal, Elenita Poniatowska, Jesusa Rodríguez, Héctor Díaz-Polanco, Laura Itzel Castillo…

El juego semanal en la liga de los tranviarios, las visitas de José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo –los hijos que tuvo con su difunta esposa, Rocío Beltrán– y una apacible y cariñosa convivencia con Beatriz y Jesús Ernesto son los únicos lujos de este incansable luchador social, al que algunos colaboradores vieron exhausto, a últimas fechas.

El domingo, en la plancha de la Plaza de la Constitución, AMLO luce bien y de buenas. Es el quinto mitin en defensa de la economía popular y el petróleo de los simpatizantes de MORENA en cuatro meses y su máximo dirigente formula la promesa que no podrá cumplir mañana: “Allí voy a estar todo el tiempo que sea necesario”.

Apenas antier, AMLO había difundido el texto de una carta que hizo llegar a los principales empresarios del país, para enlistar los riesgos de la iniciativa energética y exhortarlos a “no dejarse seducir” por la administración peñista.

“Es hora de despertarse, de abrir los ojos. Es el momento de no dejarse seducir por falsas promesas de que ustedes serán invitados al gran banquete. Lo cierto es que no les tocarán ni las migajas. Por el contrario, ustedes pagarán más, por todos los insumos que requieren sus empresas y la corrupción seguirá ahondando la desigualdad, los conflictos sociales y el estancamiento económico. La crisis de inseguridad y de violencia será más profunda”, sentenció.

Por la noche, el dirigente opositor acudió a los altos de un edificio del Paseo de la Reforma –a unos cuantos metros del Ángel de la Independencia– donde CNN en Español transmite su programación. Llegó poco después de las 21:30 horas, acompañado por César Yáñez, para conceder una entrevista a la periodista Carmen Aristegui sobre la movilización a la que convocó para impedir la reforma energética.

Allí, AMLO emplazó nuevamente al Congreso de la Unión para suspender el trámite de la reforma energética, en tanto no se efectúe una consulta popular y volvió a amagar con interponer una denuncia contra el Ejecutivo federal, por traición a la patria en México, y por violaciones a los derechos humanos, en tribunales internacionales. “Tenemos oportunidad de manifestarnos de manera pacífica. No nos vamos a enfrentar a los granaderos, nuestro movimiento ha sido, es y seguirá siendo pacífico”, prometió.

Una hora después de concluida la entrevista, López Obrador y Yáñez, enfilaron al domicilio del político tabasqueño. Dos horas después, con la misma camisa blanca y saco gris que lució en el foro de CNN en Español y de la mano de su esposa Beatriz, ingresaba por la puerta del área de urgencias del edificio de piedra de Médica Sur. Al examen inicial siguió una revisión a cargo del cardiólogo morelense Pablo Heriberto Ortiz Fernández, quien solicitó su autorización para un cateterismo.

El procedimiento implicó el uso de un fluoroscopio y una biopsia del miocardio, tras de lo que quedó revelado que una arteria coronaria estaba obstruida. El parte médico es inapelable: el político tabasqueño tuvo que ser ingresado al hospital por un infarto al miocardio en evolución,  por lo que se practicó una angioplastia y se colocó un stent.

Ayer al mediodía, AMLO ya había vuelto a caminar. A esa hora, las redes sociales –disparadas por las indiscreciones de empleados del centro hospitalario– estaban en efervescencia y los aliados del político tabasqueño, sin respetar la privacidad de la familia López Gutiérrez, alimentaban la rumorología, con verdades a medias: “pasó una crisis hipertensiva”. Los médicos recomendaron su permanencia en la UCI durante el resto de la semana.

No podrá estar al frente de sus simpatizantes, en el inicio del plan de acción de la desobediencia civil pacífica. El llamado para a cercar el Senado de la República corrió a cargo de Andrés Manuel López Beltrán. Y el 7 de diciembre está emplazado un apagón, en protesta al alza de las gasolinas que se convertirá en una jornada de solidaridad para el dirigente de Morena, quien aun apagada la luz, mantiene encendida la llama de la esperanza.

por  / elarsenal.net / Correo electrónico: aam@mexico.com

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