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Opinión

El Papa Francisco y el jesuita Miguel Hidalgo

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La asunción de Jorge Bergoglio como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica provocó no sólo una gran algarabía en Argentina, de donde es oriundo, sino seguramente que también en importantes centros educativos de México, como por ejemplo en la Universidad Iberoamericana y en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, mejor conocido como el ITESO, ambas propiedad de la Compañía de Jesús, congregación religiosa en la que se formó el ahora Papa Francisco.

El nuevo líder de más de mil 200 millones de católicos que hay en el mundo es el primer Papa de origen latinoamericano, aunque de padres italianos, y el primer sacerdote jesuita que asume el máximo cargo en el Estado Vaticano.

El Papa Francisco llega a la casa de San Pedro en medio de una profunda crisis que mella la credibilidad de la Iglesia Católica, de ahí que no sea gratuito que en el caso de nuestro país, por citar un ejemplo, por lo menos mil mexicanos se han alejado diariamente del catolicismo en lo que va de la década del 2000 al 2010, de acuerdo a un balance elaborado por el sociólogo especialista en temas religiosos del Colegio de México, Roberto Blancarte.

Pero no sólo pierde feligreses, sino que se enfrenta también a una severa crisis de vocaciones sacerdotales, es decir, cada vez son menos los jóvenes que se interesan por ingresar a los seminarios para recibirse como sacerdotes.

Son múltiples los factores que han influido en el alejamiento de feligreses del catolicismo, sin embargo, en los últimos años esa profunda deslegitimación de la Iglesia Católica se agudizó principalmente por la conducta sexual de curas, obispos y hasta cardenales, acusados de no sólo de violar el celibato sacerdotal, sino de incurrir en acoso, pedofilia y violación.

Lejos de tratarse de casos aislados, las denuncias surgidas en Estados Unidos, Australia, Irlanda, Alemania, Argentina, México, vinieron a destapar una Caja de Pandora de prácticas sexuales inapropiadas. En el caso de nuestro país basta con tener presente el sonado caso del padre Marcial Maciel, otrora máximo dirigente de los Legionarios de Cristo, propietarios de la afamada Universidad Anáhuac y del Instituto Cumbres, acusado de pederasta.

La pérdida de credibilidad se colmó con el descubrimiento paulatino de que en El Vaticano se estaba al tanto de varios casos, pero que se optó por sofocarlos, aplicando sanciones leves o desplazando a los incriminados a otras diócesis para evitar que las acusaciones se ventilaran públicamente, llevando a cabo desde la alta jerarquía eclesiástica una deliberada política de encubrimiento.

Lo cierto es que ahora al Papa Francisco Ie corresponde la colosal tarea de recuperar la confianza en El Vaticano y ello precisará de una agresiva relegitimación política y del despliegue de una aguda estrategia comunicacional para poder poner a la Iglesia Católica a salvo de los vendavales progresistas del siglo XXI.

En los próximos días el Papa Francisco se erigirá en blanco de agudas críticas. Se le cuestionará su cercanía con la dictadura del genocida Emilio Massera y no faltará quien lo desacredite por el hecho de que no hace mucho encabezó manifestaciones en Buenos Aires para oponerse al matrimonio de personas del mismo sexo. Nada extraño en un jerarca de la Iglesia Católica.

Por cierto, en el caso particular de México, nuestra nación le debe mucho a la congregación fundada por San Ignacio de Loyola. En el siglo XVIII el padre jesuita Francisco Xavier Clavijero reconoció la gran valía de los indígenas, y se sentía orgulloso de ser “mexicano”. Otros hombres famosos que estudiaron en colegios jesuitas y que participaron en la construcción del Estado mexicano lo fueron fray Melchor de Talamantes, Miguel Hidalgo, José María Morelos y Pavón e Ignacio López Rayón.

El pensamiento jesuita influyó en los próceres de la independencia, en sus ideales de crear una sociedad sin esclavos, con una mejor distribución de la riqueza y capaz de tomar decisiones por sí misma, conscientes de su pasado y atenta a su futuro
Es muy cierto que Francisco es un hombre de pensamiento conservador, pero habrá que darle el beneficio de la duda. El mundo católico requiere de un Papa que llene los zapatos que dejó Juan Pablo II.

Por: Carlos Blanco/ elarsenal.net

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