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Opinión

En fut, México empata, pero en economía le ganamos a Brasil

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La revalidad entre Brasil y México rebasa las fronteras del futbol. La crítica que Luis Ignacio Lula da Silva hizo a nuestro país, sacó a la superficie otro campo de la contienda: la economía. Los señalamientos del expresidente buscan revender un modelo de desarrollo, el brasileño, cuya fecha de caducidad ya venció.

Hoy nuestro país no sólo le compite en futbol sino también en los mercados internacionales y en el liderazgo de Latinoamérica. En estos terrenos, México va adelante. Hoy el  modelo económico implantado por Lula y administrado por la Presidenta Dilma Rousseff no resiste la prueba del ácido. Aunque en futbol hubo empate, en el campo económico México lleva la ventaja.

El Mundial de Futbol puso en evidencia lo que con creatividad publicitaria y talento diplomático, el gobierno brasileño ocultaba: fuerte malestar social, altos niveles de corrupción, deficiente infraestructura urbana y el agotamiento del modelo brasileño de desarrollo.

Frente a esa situación, el equipo brasileño de futbol tiene prohibido perder. Una eliminatoria de la contienda deportiva podría convertirse en detonador de amplias protestas sociales contra el gobierno de Dilma Rousseff, cerrándole el paso a la reelección de la presidenta.

MODA EFÍMERA

Hasta hace poco tiempo, Brasil estuvo tan de moda que inversionistas y mercados globales lo prefería por sobre cualquier país latinoamericano. Los frutos que obtuvo tras “las reformas que realizaron hace 20 años” –según Lula da Silva– lo volvieron popular y lo colocaron en la elite de las naciones emergentes.

Un analista de Cato Institute, Ian Vásquez, subraya uno de los avances sociales que impresionó al mundo: “La clase media aumentó del 35% de la población en 1990 a alrededor del 50% hoy. La pobreza ha caído del 31% en el 2005 a 18% el 2011”.

Los logros sociales elevaron los bonos de credibilidad y confianza del gobierno de Lula da Silva. Brasil había logrado conformar un mercado interno atractivo para los inversionistas extranjeros. Hasta hace poco, la prensa internacional destacaba los logros del combate a la pobreza de Brasil: “En 4 años logró lo que le tomó 15 al resto de América Latina”. Parecía que el país había encontrado la receta para erradicar la pobreza: en Brasil el mal bajó casi 10 puntos, desde 38.2% en 2002 a 29.6% en 2006 (son 11.2 millones menos de pobres y 9.6 millones menos de pobres extremos).

OTRA FANTASÍA DE LA OPOSICIÓN

En México la oposición y analistas de izquierda –bueno hasta el Presidente Peña Nieto—quedaron fascinados por el modelo de desarrollo implantado por Lula. El fenómeno se replicó en casi toda Latinoamérica. Los medios de comunicación informaban: en el país 27 millones de brasileños dejaron de ser pobres y entraron a la clase media en los últimos años (cifras del Instituto de Políticas Sociales de la Fundación Getulio Vargas).

Hoy el gobierno brasileño y Lula da Silva recurren a esas cifras para descalificar la crítica y desconfianza expresada por los mercados, inversionistas y prensa internacional respecto a la situación económica y social de Brasil.

Pero Lula y la Presidenta Dilma Rousseff tienen un grave problema: es imposible ocultar las deficiencias y desequilibrios generados por el modelo económico brasileño. Datos duros demuestran que el país perdió capacidad para crecer y arrastra graves males. En los últimos 5 años la tasa anual promedio de expansión es de sólo 2.6 por ciento. Por debajo de las tasas de China, India y Rusia.

El modelo de Lula generó fallas graves y estructurales en la economía brasileña: creó una ineficiente y costosa planeación central (del gobierno) y un gigantismo estatal que hoy es insostenible. El derroche ha llegado muy lejos: el gasto público en los ochenta era del 20% del PIB, hoy supera el 40 por ciento.

EL LADO OBSCURO DE BRASIL

Ese gasto público, supuestamente promotor del desarrollo social, alimentó un grave desequilibrio, el cual tiene la capacidad para contaminar al resto de la economía y detonar una crisis general. Para mantener el ritmo de desembolsos públicos, el gobierno echó a funcionar su fábrica de billetes y provocó un explosivo crecimiento de la masa monetaria: en 1995 representaba el 32% del PIB, y hoy supera el 80 por ciento.

El exceso artificial de “liquidez” es generador de burbujas especulativas y presiones inflacionarias. Brasil ya padece disparidad de precios.

Es verdad el gasto público promueve el crecimiento y combate la pobreza, pero esos resultado son efímeros. Cuando los desembolsos del gobierno se financian con deuda, déficit y mayor masa de dinero, los países caen en la trampa de las burbujas especulativas, la inflación y el estancamiento. Esto le está pasando a Brasil. En los últimos 5 años, la tasa promedio de crecimiento anual del PIB apenas supera el 2.5%, lejos del nivel alcanzado, por ejemplo, de China.

A diferencia de México, la economía brasileña no está integrada a la dinámica de los mercados internacionales. Mantiene un esquema proteccionista de altos impuestos a las importaciones, evitando la competencia externa; además, el excesivo gasto público ha generado un número considerable de burócratas y procesos administrativos que inhiben el desarrollo y creación de negocios privados competitivos. En 2012 el Banco Mundial ubicó a Brasil en el lugar 116 de 189 países en cuanto a facilidad de hacer negocios.

ERRORES QUE MATAN

El esquema proteccionista bloqueó avances necesarios para construir una economía competitiva. Según la consultora McKinsey, la productividad laboral brasileña representó el 40% del crecimiento del PIB de Brasil entre 1990 y 2012, en comparación con 91% en China y 67 % en la India. Frente a ese atraso, por ejemplo, Brasil ha levantado un sistema proteccionistas para frenar las importaciones de auto construidos en México.

Analistas e informes publicados por la prensa advierten que Brasil destina sólo el 2.2% de su PIB en infraestructura, muy por debajo del promedio del mundo en desarrollo del 5.1 por ciento.

Si para Luis Ignacio Lula da Silva su visita a México (por cierto vino a invitado por Peña Nieto–, le sirvió para enterarse supuestamente de que “todo es peor que en Brasil”, para nuestro país el modelo brasileño de desarrollo económico debe servirnos como un ejemplo de lo que no se debe hacer.

Por  / elarsenal.net

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