Opinión
García Márquez, según la Real Academia

A raíz de su muerte, Gabriel García Márquez yace entre los artistas inmortales. Pero ¿por qué es tan valiosa su obra? La Real Academia Española responde de modo indirecto a esta pregunta, en relación con la novela “Cien años de Soledad”.
En ocasión del cuadragésimo aniversario de la publicación de “Cien años de Soledad”, la Real Academia de la Lengua publicó en 2007 una edición conmemorativa de dicha novela. En ella, se incluyen diversos estudios críticos de esa obra, donde se precisan algunos de sus principales méritos, que se sintetizan apretadamente a continuación.
Una de las mayores virtudes de “Cien años…” consiste en que prácticamente cualquier persona lo puede leer. No requiere notas explicativas, no requiere que el lector maneje un vocabulario especialmente amplio y de hecho parte de los vocablos utilizados en la novela provienen del habla popular, sin que por ello mengüe la riqueza del lenguaje, como muestra el uso magistral de los adjetivos en la obra.
La novela no hace demasiadas referencias a libros de otros autores, como sí lo hace por ejemplo la también célebre novela “Rayuela” del argentino Julio Cortázar, donde es casi un requisito no sólo conocer múltiples literatos para entender las numerosas referencias de Cortázar a otros textos, sino incluso para entender la novela más cabalmente es recomendable, además de tener una amplia cultura libresca, saber orientarse en las calles de París o al menos conocer la distribución de los barrios y puentes de esa ciudad, así como distinguir a diversos músicos estadounidenses de jazz, etc.
Eso no ocurre con García Márquez, aunque en “Cien años…” hay algunas alusiones a la leyenda del Judío Errante, así como menciones de un personaje de la novella de Alejo Carpentier “El siglo de las luces” (Victor Hugues), o del coronel Lorenzo Gavilán, personaje de “La muerte de Artemio Cruz” de Carlos Fuentes. Pero “Cien años…” no require que el lector salga de la trama ni que necesariamente haya leído cientos de libros -aunque desde luego, esto último tampoco le hace mal a nadie.
Cuando las hay, las referencias en “Cien años…” son en general referencias de todos conocidas, como cuando Remedios asciende al cielo, lo que se estima es una parodia de la subida a los cielos de la virgen María; o bien ciertas referencias al “Credo” de los católicos. No está sobrecargada la novella de recursos técnicos como los llamados planos de ficción, mutación de formas, hibridación de géneros, lenguajes mediáticos o experimentos verbales, como si lo estuvieron otras novelas latinoamericanas de los años sesenta.
Por su parte, los mitos a los que hace alguna referencia “Cien años…” son también cuestiones familiares para la mayoría como el paraíso perdido, el eterno retorno, el pecado original, la pareja fundacional y otros semejantes.
A pesar de su aparente sencillez, la novela consigue una narración de tipo poético. Esto, en parte con base en la musicalidad o ritmo que tiene la prosa. Para ello, García Márquez se sirve de algunas figuras de la repetición. Debe aclararse que la repetición en prosa es en general un defecto, por lo que sólo el talento literario puede convertir la repetición en una cualidad, en una novela. García Márquez lo logra, destacadamente con el uso de figuras retóricas como la anáfora, así como con las ennumeraciones de tres y hasta seis elementos.
Se estima que “Cien años de Soledad” es la mejor expresión de la corriente literiaria conocida como “realismo mágico”, una forma de percibir y expresar la realidad de forma estética. Dicha corriente presenta lo insólito como presente en la realidad, con una óptica que ciertamente requiere cierta credulidad del lector ante lo inverosímil de muchas partes de la narración. Mezcla mito, leyenda, historia y denuncia de problemáticas sociales, entre otros elementos.
Macondo entonces es un territorio de lo insólito, lo mágico o lo inesperado, como el insomnio o amnesias generalizadas en el pueblo de Macondo, o la detención del tiempo en ese lugar. Macondo es un territorio que a su modo escapa a los planes y leyes de los hombres.
Se ha dicho que una obra literaria tiene diferentes niveles de análisis, donde el estrato fundamental de una obra literaria, es el de la “objetividad” representada. En el caso de “Cien años…”, lo objetivo que se representa puede ser la historia de Macondo, desde que se funda hasta su decadencia. Esto deriva en que se excluye de la novela todo lo que no tenga que ver con ese lugar y los seres que lo habitan. Eso a su vez contribuye a darle unidad a la obra y es por ello, entre otras cosas, que “Cien años” crea un mundo propio e incluso es considerado una “novela total”.
Es Mario Vargas Llosa quien incluye en la edición referida de “Cien años…” un texto que refiere a esta novela como una “novela total”. Esto proviene de que la novela presenta un resultado de una complejidad equivalente al de la propia realidad. Describe un mundo completo, como Macondo, en sus planos individual, colectivo, legendario, histórico, cotidiano y mítico.
Sin dejar de estar de acuerdo con el peruano, creo que el carácter de “novela total” de la obra en cuestión, si bien es incuestionable, no es un aspecto original de “Cien años…”, sino simplemente una característica que comparte con obras de otros autores célebres como André Gide, Virginia Woolf, Julio Cortázar y otros.
Pasando a los elementos de “Cien años…”, puede decirse que las novelas en general tienen tres elementos principales: relato, historia y narrador. El “relato” es lo narrado en el orden en que se lee. En “Cien años…”, predomina totalmente el relato, con infinidad de leyendas, anécdotas, mitos, personajes (en total 69), seis generaciones que abarca el relato, etc.
El segundo elemento es la “historia”, es decir la sucesión de hechos que el relato puede narrar o no narrar, cosa que ocurre en las obras que cultivan el arte de la omisión, como el Quijote o incluso la Iliada. No es el caso de la novela de García Márquez, cuyo detalle fija la atención claramente en el relato, Mientras que en aquellas obras, la historia implícita es tan abundante como el relato, en “Cien años…”, el relato es mucho más abundante que dicha historia implícita, casi nula en la novela de García Márquez.
Esto deriva en parte del tipo de narrador que Don Gabriel emplea en su obra maestra. Al respecto, se considera que puede haber para una novela determinada, al menos uno entre tres tipos de narradores: el llamado narrador omnisciente, que lo sabe todo sobre la historia que se está contando; el narrador deficiente, que ignora más de lo que sabe; y está también el llamado narrador equisciente, que sabe más o menos lo mismo que ignora. García Márquez utiliza el primer narrador, el onmisciente, que todo lo sabe -y nos lo informa con detalle. Desde el primer párrafo de la novela, el narrador sabe por ejemplo que vendrá un fusilamiento -el de Aureliano Buendía- y nos lo anuncia.
Compárese dicho narrador con el de Julio Cortázar, en su novela “Rayuela”, que utiliza un narrador que ignora ciertas cosas y no que las sabe todas, pues comienza su obra con la famosa frase “¿Encontraría a la maga?”, que denota un tipo distinto de narrador.
El genio de García Márquez, por su parte, se muestra entre otras cuestiones, como en otros grandes literatos, en que logra crear la ilusión de que las cosas están sucediendo mientras se lee, como cuando al final de la novela Aureliano Babilonia lee en los manuscritos de Melquíades la propia descripción de lo que está ocurriendo “en tiempo real”.
El tono de leyenda que tiene “Cien años…”, le da adicionalmente una apariencia de cuento a la novela, lo que se refuerza con la presencia constante de sucesos inauditos o mágicos -propios del cuento literario según Goethe- como la referida subida al cielo de Remedios, la bella.
Aunque el título de la novela habla de “cien años”, en realidad el periodo que abarca toda lo referido en la obra es mucho mayor, pues incluye unos cuatrocientos años -en el extremo- si se incluyen desde ciertas referencias a los conquistadores españoles, hasta la Colombia del siglo XX, abarcando asimismo guerras entre liberales y conservadores, compañías bananeras y el consabido imperialismo estadounidense.
Hay también en esta novela elementos importantes de crítica social o política, en tanto se habla de represión y matanzas de trabajadores, huelgas, segregación de los indios, corrupción de los funcionarios, explotación de la población local por parte de empresas extranjeras, etcétera.
El problema del tiempo es fundamental en la novela. Se dice que “Cien años..” abarca varios tiempos: un tiempo mítico en que el pueblo de Macondo se funda, en que la nadie ha muerto aún, en el que muchas cosas no tienen nombre y para referirse a ellas “había que señalarlas con el dedo”. Luego hay un tiempo histórico con las guerras civiles mencionadas, y otros problemas, como las matanzas de trabajadoras que luego se quieren hacer olvidar en la versión oficial de la historia. También se habla de un tiempo de la familia Buendía, y al final de un tiempo de olvido y destrucción de Macondo.
Se estima que no hay exactamente circularidad en el tiempo de esta novela, sino repetición incesante como una espiral. Por ejemplo, repetición de actividades de la familia Buendía -producción de peces de oro, guerras del coronel Buendía, etc.
Por su parte, la familia Buendía es la fórmula con la que García Márquez logra atrapar tanto preocupaciones personales como colectivas, pues la familia es una institución que incluye tanto elementos individuales como sociales.
Los fenómenos naturales como la lluvia y el viento cumplen por otra parte una función simbólica -simbolizan el derrumbe, la devastación- e incluso el hielo puede considerarse un símbolo en la novela, lo mismo que las flores y mariposas amarillas. Pero el punto en que se unen los diversos símbolos ha sido considerado el cierre progresivo del tiempo, hacia el final de la novela.
Muchos elementos relativos al valor literario de esta novela, son señalados en la edición conmemorativa de “Cien años…” de la Real Academia Española, destacando al respecto los estudios de Víctor García de la Concha, Claudio Guillén, Pedro Luis Barcia, Juan Gustavo Cobo, Gonzalo Celorio, Mario Vargas Llosa y Sergio Ramírez, algunos de los cuales se intentaron resumir en este escrito. Por la profundidad de sus juicios y por la calidad de sus explicaciones, creo que sería muy oportuno que la Real Academia publique de nuevo otra edición de “Cien años de Soledad”, similar a la aquí mencionada.
Por: Ah Muán Iruegas / elarsenal.net
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