Opinión
Ignacio Lopez Rayón, a 243 años de su natalicio. Por la reivindicación de un héroe.
El pasado domingo 31 de agosto se celebró el 243 aniversario del nacimiento de D. Ignacio López Rayón. Por la importancia que tuvo el personaje durante la guerra de independencia, es muy pertinente hacer las siguientes reflexiones sobre su vida y aportes realizados en el ámbito jurídico, político e ideológico.
No es nuestro interés hacer de este trabajo una apología del licenciado y general Ignacio López Rayón; lo único que nos interesa es aportar todas aquellas evidencias que corroboren su valía en la guerra de independencia. Por desconocimiento y falta de profundidad en el análisis de sus aportes ideológicos, políticos, jurídicos y militares, no se ha valorado el mérito y la valía del abogado de Tlalpujahua en el proceso emancipador de la nación mexicana.
Se han esbozado argumentos en contra de Rayón, pero sin fundamentos o simplemente con la intención de reafirmar la acción meritoria de otros jefes insurgentes.
Después de estudiar y analizar su persona y trayectoria en el ámbito personal, militar, político y jurídico, durante la guerra de independencia, llegamos a la conclusión que su desempeño fue patriótico, honorable, responsable; que su actitud fue ecuánime cuando todo se manejaba dentro de lo correcto; y enérgico cuando las personas observaban conductas de injusticia, de deshonestidad o eran poco honorables.
Su conducta vertical no era compatible con procedimientos deshonrosos que observaban muchos individuos que se presumían insurgentes. Para Rayón esas conductas pervertían los sublimes propósitos del movimiento emancipador y retrasaba su consolidación.
Para Ignacio López Rayón la guerra de independencia no necesariamente debía ser sangrienta, avasalladora de las vidas y el patrimonio material de los individuos y pueblos.
Rayón, al prohibir a su tropa los saqueos, tenía como objetivo evitar lastimar el patrimonio y la integridad física y moral de las familias y poblaciones; en consecuencia, tampoco lo debía hacer él, puesto que su propósito era que se lograra la independencia en el mejor de los términos. Rayón, lo que hacía era solicitar a las familias, fundamentalmente españolas, con posibilidades materiales y económicas, que cooperaran y reconocieran la causa insurgente. Sólo después de comprobar su negativa, disponía de la apropiación de sus bienes para apoyar el movimiento insurgente, pero sin caer en conductas violentas y atentatorias contra la integridad física y moral de las personas.
El hecho de que Rayón evitase desordenes, indisciplinas, ultrajes, de parte de sus tropas, era con el propósito de cuidar la legitimidad de la guerra y demostrar a propios y extraños la civilidad con la que el bando insurrecto pretendía alcanzar la independencia. Disciplinar a José Francisco Osorno, a Albino García o a Julián Villgrán (los tres acusados de bandidaje y de cometer quebrantos en contra de la población), era un imperativo, considerando que el vandalismo que practicaban estos y otros supuestos jefes insurgentes, no sólo era un delito que cualquier autoridad debía perseguir, sino que actuaba en contra de la causa independentista; la actuación nefanda de este tipo de personajes era utilizada por los simpatizantes y representantes del gobierno virreinal para desprestigiar y combatir el movimiento insurgente. En estos casos, Rayón usaba toda su autoridad para inhibir conductas que perjudicaran la legítima causa de la independencia.
La intención de Rayón no era ostentar el poder por el poder mismo, sino utilizarlo para preservar los propósitos supremos de la insurgencia, crear las condiciones políticas y jurídicas para construir la nación mexicana.
Para Rayón cualesquier desviación que observara la guerra ponía en peligro la legitimidad y la supervivencia del movimiento insurgente. La disidencia ofuscada y confundida, las traiciones o el indulto de insurgentes, debía de castigarse; de lo contario, el desorden y la anarquía impedirían avanzar en el rumbo trazado. Incluso, era necesario para la seguridad e integridad misma de los jefes insurgente. Recordemos que Rayón estuvo a punto de sucumbir ante las traiciones de Osorno y de los Villagrán; de tal manera que si no hubiera sido por su sagacidad e intrepidez, habría sido víctima de la ambición e ingratitud de individuos como los referidos.
Rayón fue un jefe insurgentes ilustrado, con formación política y jurídica, que supo leer las condiciones, características y circunstancias por las que pasaba la sociedad novohispana y la guerra de independencia.
Desde un principio, Rayón, de acuerdo a su percepción que tenía de la realidad política de Nueva España, diseñó el proyecto político e ideológico que, de acuerdo a sus convicciones, más le convenía al país; su pretensión y objetivo supremo era la construcción de un marco jurídico-político que le diera sustento al nuevo Estado.
Esa fue su preocupación y ocupación. Así lo hizo saber a Hidalgo, con quien pudo avanzar en su proyecto constructor de instituciones. De inicio, ejerció su influjo para que el cura Hidalgo integrara un gabinete que le auxiliara en el manejo y operación del gobierno insurgente; contribuyó con sus luces a la redacción y publicación de los manifiestos en los que se dispone de la abolición de la esclavitud, la devolución de tierras a sus originales dueños y la derogación de tributos que hacían más miserable la vida de la población.
Rayón, como militar, fue valeroso, no rehuía al enemigo, era ejemplar por su temeridad y valor que mostraba en el combate. Habrá quien le indilgue falta de capacidad militar, por el menoscabo que sufrió el ejército a su mando en más de alguna ocasión; tal fue el caso de la batalla de la villa de Zitácuaro, sostenida contra Calleja, el 2 de enero de 1812. Es verdad, en esta batalla las tropas de Rayón fueron derrotadas, pero habrá que considerar que las fuerzas realistas estaban integradas por más de 5 mil elementos bien equipados, mientras que las fuerzas insurgentes se componían con apenas 700 hombres medianamente armados y más de 15 mil indígenas sin adiestramiento y equipo militar. A cambio, habremos de decir que derrotó al coronel realista Ochoa en el Puerto de Piñones, después de que había salido de Saltillo; lo mismo hizo con las tropas del teniente coronel Juan Zambrano, cuando el 15 de abril de 1811 se apoderó de Zacatecas.
Rayón pudo demostrar durante los 7 años en que participó de manera activa en la guerra de independencia, patriotismo, sagacidad, resistencia, ímpetu, perseverancia y fortaleza espiritual. Sólo así se explica que haya realizado empresas que resultan sorprendentes; una de ellas, fue el viaje, de más de 400 kilómetros, que realizó de la villa de Saltillo a la ciudad de Zacatecas, enfrentando todo tipo de obstáculos, entre ellos, el permanente acoso del gobierno virreinal, la hostilidad del clima y la aridez de aquellos parajes, lo mismo que la ausencia de agua; aún, en estas circunstancias, logró derrotar en dos ocasiones a los realistas, como ya se ha referido. La otra hazaña fue la de Cóporo, fortificación que resistió, dos años y medio, el acoso realista, por el valioso liderazgo que Ignacio López Rayón ejerció sobre los sitiados, y su audacia militar para defenderla.
En cuanto al uso de la figura de Fernando VII, argumento muy sobado al que se acude para demeritar la obra de Rayón, se enfatiza que: “Morelos si creyó capaz al pueblo mexicano de dirigirse y gobernarse por sí solo, en tanto que Rayón negó toda posibilidad de autogobernarse y pidió que se reconociera a Fernando VII como el único sujeto capaz de dirigir a los mexicanos.” Nada más alejado de la realidad. Rayón pretendía utilizar la figura de Fernando VII por el significado moral, afectivo y político con el que contaba el monarca español en el imaginario colectivo de la sociedad novohispana (español, criollo, mestizo e indígena), con la finalidad de allegarse el apoyo y simpatías de los diversos sectores sociales.
La aseveración que le imputan a Rayón de haber consentido que Fernando VII viniera a gobernar estas tierras, carece de sustento; no toman en cuenta que en la villa de Zitácuaro se vio por primera vez representada la soberanía del pueblo mexicano, al fundarse, gracias al influjo de Rayón, la Suprema Junta Nacional Americana, y sobre la cual recayó la responsabilidad de ejercer el poder político en representación de los habitantes de la América septentrional. Por tanto, los mexicanos, para estos momentos ya contaban con su propio gobierno, nada tenían que pedirle a Fernando VII.
López Rayón no actuaba en contra de los intereses del pueblo; este tipo de ideas no formaban parte de su estructura mental ni eran parte de su ideología. Pensamientos como los siguientes demuestran su espíritu humanista y talante democrático:
• Mi conducta política en las deliberaciones y acaecimientos que la constituyen, ha sido siempre reglada por la justa reclamación de los pueblos y la voz imperiosa de sus derechos inviolables.
• Vuestra felicidad es el único objeto que merece mis sacrificios, y sólo el voto general de los ciudadanos es medio legítimo para consolidar la independencia y la suprema autoridad que sea depositaria de vuestras confianzas y derecho.
• Y nosotros tendremos la dulce satisfacción de deciros: Os hemos ayudado y dirigido, hemos hecho sustituir la abundancia a la escasez, la libertad a la esclavitud y la felicidad a la miseria; bendecid, pues, al Dios de los destinos que se ha dignado mirar con compasión su pueblo!
No se pretende comparar a Rayón con Morelos, ni demeritar al Siervo de la Nación, sino simplemente se le reconozcan al abogado de Tlalpujahua los aportes que realizó a favor de la guerra de independencia. Existen aseveraciones ofensivas y carentes de sustento, como las expresadas por Roquení: “Morelos derrotó a los realistas, por lo cual se convirtió en el principal enemigo de las tropas españolas y fue el pueblo quien lo reconoció como líder de su causa; mientras tanto, Ignacio López Rayón pretendía mantener y dirigir una lucha armada desde el escritorio de un abogado.” Cuanta insolencia e ingratitud esconden estas palabras.
De acuerdo a todas las evidencias a las que hemos accedido, Rayón no era ningún burócrata acomodaticio ni su carácter le permitía ser pusilánime; siempre se aventuró por regiones inhóspitas, sufrió climas extremosos y circuló caminos inescrutables; nunca estuvo es paz.
Su deseo de consolidar la revolución lo llevaron a recorrer gran parte de lo que es el territorio del centro de la actual República mexicana; con ímpetus enfrentó a los realistas en Monte de las Cruces, con valor participó en la batalla de Puente de Calderón; con intrepidez realizó una travesía considerada como heroica de Saltillo a Zacatecas, donde, para tomar la ciudad, debió derrotar a los realistas en dos importantes batallas; estuvo a punto de tomar la ciudad de Toluca y derrotó a las fuerzas realistas en Metepec y en Lerma; en Cóporo, junto con su hermano, Ramón, derrotó a Agustín de Iturbide y aguantó el sitio de los realistas por un lapso de casi tres años.
Con determinación política impulsó la fundación de la Suprema Junta Nacional Americana en la villa de Zitácuaro, dotando así a la nueva nación de su primer gobierno.
Forjó también el primer proyecto constitucional del Estado mexicano, base fundamental para que Morelos elaborara los Sentimientos de la Nación y se estructurara la Constitución de Apatzingán.
Rechazó una y otra vez el indulto que le ofreció el gobierno virreinal, a pesar de que ello le valió perder a su hermano Francisco, a quien el gobierno le podía perdonar la vida siempre y cuando se indultara él (Ignacio) y al menos otro de sus hermanos, Ramón.
Prohijó la creación y publicación de tres periódicos y fue ejemplo para que Morelos instaurara los suyos.
Rayón, no pudo ser un pusilánime, ni timorato ni podía estar imbuido de sentimientos convenencieros; su lucha estaba encaminada a lograr, de España, la libertad e independencia de los mexicanos. De haber sido mediocre, no habría alcanzado la fama como uno de los más notables y leales luchadores de la insurgencia mexicana,
Si Rayón hubiera sido insurgente de escritorio no habría hecho sufrir todo tipo de carencias y sacrificios a su esposa Mariana ni habría procreado sus hijos entre las balas y cañonazos ni habría hecho pernoctar a sus familiares en cuevas, como aconteció en Cóporo.
Hay individuos adictos de Morelos que ofenden y soslayan los meritos de otros por favorecer al caudillo. Morelos, quien, finalmente, creó el Congreso de Chilpancingo, hizo lo que ya Rayón había realizado con la Suprema Junta Nacional Americana. Obvio, Morelos debió ajustar el Congreso a sus consideraciones personales y circunstancias por la que pasaba el movimiento insurgente. El camino ya lo había señalado Rayón, ahora era más fácil transitarlo.
Por Crispín Duarte Soto
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