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Opinión

Iguala-Ayotzinapa: entre la “verdad histórica” y la “verdad histriónica”

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El sábado 30 de abril llegó a su fin la estancia del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) en México.

Como se recordará, el GIEI fue creado ex profeso por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a objeto de brindarle asistencia técnica a México, en relación con la desaparición forzada múltiple ocurrida en agravio de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, Estado de Guerrero.

Todos ya sabemos que este caso ensombreció dramáticamente al sistema de seguridad y justicia de México, si bien hechos como el de Iguala-Ayotzinapa resultan esperables dentro de un país que, debido a los claros errores de su marco jurídico con respecto a las drogas, ha hecho del narcotráfico un negocio sumamente lucrativo, poderoso, fuerte, creciente e imbatible.

No debemos olvidar que el enorme e invencible poder del narcotráfico deriva, de inicio, de una gran estupidez a nivel nacional: considerar al narcotráfico como una actividad delictiva en vez de clasificarla como una actividad empresarial más.

Nuestras malas decisiones como nación han hecho que el narcotráfico se convierta en el monstruo que es. Estamos pagando el costo de nuestra estulticia nacional. Somos afortunados, ya que casos como el deIguala-Ayotzinapa podrían suceder más seguido: condiciones para ello existen, y de sobra.

Sabemos, además, que el Caso Iguala-Ayotzinapa se ha prestado a una intensa polarización social, puesto que, en torno a la Normal de “Ayotzi”, se mueven muchos intereses políticos. No solamente es la cuna del maestro, guerrillero y fundador del Partido de los Pobres, Lucio Cabañas Barrientos (1938-1974), todo un ícono de la izquierda mexicana, especialmente la de corte rural y comunista. También es un centro de adoctrinamiento ideológico-político, de corte radical, que hace red con muchos actores políticos y sociales de la izquierda pro socialista y revolucionaria.

Recuerdo que, en mi época de estudiante de sociología, a inicios de los noventa del siglo XX, muchas veces me tocó asistir a congresos estudiantiles donde confluían universitarios de todos los puntos del país. Y me tocó atestiguar varias veces las intervenciones, ponencias y discursos de “los ayotzinapos” con claras referencias al marxismo-leninismo-maoísmo-Pensamiento Gonzalo, la doctrina de Sendero Luminoso.

Y, de igual modo, me tocó atestiguar el viraje ideológico de “los ayotzinapos” hacia el marquismo, la doctrina del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

En el discurso mucho hablaban de “revolución social”. En la vida real, en cambio, esperaban su correspondiente plaza de maestro para vivir del erario público hasta la muerte.

Como sea, y esto no lo podemos minimizar, lo que ocurrió la noche del 26 al 27 de septiembre de 2014, en Iguala y Cocula, lastima mucho y muy profundamente al país entero. Esa noche aciaga nos vino a recordar que en México no hemos podido instituir un Estado que nos brinde un servicio decoroso deseguridad pública, ni un servicio eficaz de procuración y administración de justicia. Si éstas son funciones esenciales de todo Estado, mal andamos, pues.

Lo que de veras sucedió esa noche sigue siendo una incógnita. Hasta la fecha, ha sido imposible establecer con la precisión debida aquello que técnicamente se conoce como iter criminis, es decir, el desarrollo del delito en cada una de sus etapas: desde el momento de la idea delictiva hasta la realización y consecuencias concretas de la misma.

De esta forma es difícil establecer la verdad de los hechos y deslindar las responsabilidades de orden penal.

La investigación a cargo de la PGR no termina de convencer. Desde un inicio, incluso antes de la llegada delGIEI, la “verdad histórica” dejó mucho qué desear.

Ustedes recordarán que el 27 de enero de 2015, el entonces Procurador Jesús Murillo Karam, en conferencia de prensa, dio a conocer lo que él mismo denominó la “verdad histórica” del Caso Iguala. En resumen: que el grupo delictivo Guerreros Unidos había privado de la libertad, asesinado e incinerado a los 43 normalistas al asociarlos con el grupo rival, Los Rojos, para después arrojar las cenizas resultantes en el río San Juan.

Como ayuda de memoria, la conferencia de prensa de Murillo Karam puede ser consultada en la siguiente liga:

https://www.youtube.com/watch?v=teldlfwGX_c

Pero la “verdad histórica” de la Procuraduría dejaba muchos huecos para alimentar el escepticismo.

Para empezar, se apeló mucho al contenido de las declaraciones ministeriales de los detenidos y de las pruebas confesionales, con énfasis en que unas y otras se habían hecho “en presencia de sus abogados defensores”.

¿Qué extraño? Un abogado defensor estándar seguramente les hubiera recomendado a los detenidosreservarse su derecho a declarar. Finalmente, la autoridad es quien debe demostrar la culpabilidad de los acusados. ¿Para qué, pues, facilitarle las cosas a la autoridad?

El silencio era lo esperable, sobre todo si se toma en cuenta que, por los delitos supuestamente cometidos, prácticamente los detenidos morirían dentro de la cárcel de ser encontrados culpables. Inclusive con un acuerdo de colaboración para rebajar la pena, los inculpados se pasarían buena cantidad de años en la cárcel.

No se entiende, pues, que tantas personas hayan “soltado la sopa” tan fácilmente, y de forma contundente, como para resolver un caso tan complejo. ¿Torturas, intimidación o amenazas? Sí, también es posible. Es México.

Y por eso debemos insistir: contra toda lógica defensiva, muchos inculpados se auto-incriminaron de forma expedita e inexplicable. Simplemente no es creíble, menos aun cuando algunos de los inculpados exhiben, en sus declaraciones, una inusual estructura narrativa, comenzando por los vocablos utilizados. Aquí está la versión pública del expediente:

http://www.pgr.gob.mx/Transparencia/Paginas/Expediente-Caso-Iguala.aspx

Aún antes de la llegada del GIEI, la “verdad histórica” de la PGR ya mostraba diversas fisuras. Y, con la llegada del GIEI, las cosas se complicaron aún más, porque sus labores de coadyuvancia mostraron parcialidad y tintes políticos, desde un inicio. Y no únicamente porque los “expertos extranjeros”, aunque extranjeros, no dejaron de mostrar su afinidad con el mexicano Emilio Álvarez Icaza, Secretario Ejecutivo de la CIDH desde julio de 2012; sino también porque sus conclusiones, no obstante ser un “grupo experto”, dejaron de lado muchos aspectos poco convenientes para “los ayotzinapos”.

Como ejemplo, destaca el hecho de que el GIEI se negó a llamar a las cosas por su nombre cuando se trataba de las acciones delictivas de los normalistas.

Para “los expertos” del GIEI, los normalistas sólo “tomaban camiones”, cuando es obvio que los robaban, siendo esto un delito que se halla tipificado en el artículo 164 del Código Penal del Estado de Guerrero. Asimismo, “los expertos” del GIEI tampoco llamaron por su nombre a la agravante con la que los normalistas llevaron a cabo el robo de camiones la noche del 26 de septiembre de 2014, en la Central Camionera de Iguala: “en pandilla”. Esta agravante está considerada en el artículo 197 Bis del mismo Código.

Y que quede claro que este asunto no es menor, ni se trata de una exquisitez jurídica, porque la práctica habitual de “los ayotzinapos” consistente en robar camiones en pandilla, puede estar vinculada con la agresión y la desaparición de los normalistas.

El GIEI tampoco consideró importante investigar a fondo, como línea de trabajo, el posible vínculo de algunos miembros de la Normal de Ayotzinapa con grupos del crimen organizado afincados en el Estado de Guerrero. ¿Por qué no les pareció importante esto?

Y el GIEI tampoco logró lo que, desde un inicio, resultaba necesario para la investigación, a saber:reproducir, de forma controlada, el incendio en el basurero de Cocula, en condiciones similares a las que han narrado los detenidos, a objeto de determinar si es o no es posible la existencia, en ese sitio, de una hoguera capaz de carbonizar a poco más de 40 personas en unas cuantas horas. Ni esto lograron “los expertos”.

El debate sobre la pira del basurero de Cocula se redujo a: unos peritos dicen que sí es posible y otros peritos dicen que no es posible. ¿Qué les costaba a “los expertos” del GIEI reproducir, junto con la PGR, nuevos peritos, observadores internacionales y medios de comunicación, un incendio similar al que, supuestamente, redujo a cenizas los cuerpos de los normalistas?

Concluyendo

Se fue el GIEI aportando menos de lo que se esperaba de él. Las dudas que este grupo generó sobre la“versión histórica”, muchas de las cuales salen del expediente mismo antes de la llegada de “los expertos”, no fueron acompañadas de nuevas certezas. Frente a la “versión histórica” opuso una “versión histriónica”.

El GIEI mostró parcialidad, al minimizar o soslayar los actos delictivos cometidos por normalistas de Ayotzinapa, y también mostró falta de profesionalismo en puntos esenciales de la investigación, como la reproducción del incendio en el basurero de Cocula.

El GIEI ahondó las dudas y no generó grandes certezas.

¿Algún día se resolverá el Caso Iguala-Ayotzinapa? Sinceramente, no lo creo. Muchos errores e insuficiencias se han acumulado desde un principio. Y ya es muy tarde para subsanar las cosas.

POR  / CIUDADANO CEROCOLUMNAS / elarsenal.net

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