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Opinión

Juan Pablo II ¿Santo entre violadores?

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Ayer se canonizó en Roma a dos papas, Juan Pablo II y Juan XXIII. Hoy ambos son santos. Pero un santo debe ser un canon, es decir un ejemplo para los demás. Y existen dudas sobre el comportamiento de uno de los papas mencionados, que dista de ser ejemplo para nadie.

Me refiero desde luego a Juan Pablo II, quien carga con el estigma de haber solapado las acciones criminales, inmorales y contrarias a los principios de la caridad cristiana que realizaron diversos sacerdotes católicos pederastas e incluso violadores, como el entonces destacado sacerdote Marcial Maciel.

Maciel le daba dinero a la Iglesia Católica, proveniente en parte de acaudalados empresarios mexicanos que querían congraciarse con el Vaticano por medio de sus donaciones de efectivo.

Pero adicionalmente de su papel como colector de papel moneda para la Santa Sede, el sacerdote Maciel tiene episodios horroríficos, relacionados con casos de pederastia y abusos similares, muchos relacionados con los tristemente involucrados Legionarios de Cristo.

Pero Maciel llevó esas grotescas perversiones a su propia familia. Al respecto, uno de sus principales aberraciones conocidas, consiste en que el señor violó a sus hijos.

Repito: violó a sus propios hijos.

Primero, este “angelito” engendró a su respectiva prole, cosa prohibida a los sacerdotes católicos, pues transgreden así el celibato, etc. Pero además de traerlos al mundo, el sacerdote consideró que era una buena idea tener sexo con ellos. Al menos con uno de ellos, quien hizo la correspondiente revelación ante los micrófonos de la radio mexicana.

Hay detalles abominables que se han hecho públicos al respecto. La violación de su vástago se realizó por vía oral, pues cuando el cura Maciel pretendía sodomizar a su hijo, el niño se apartó asustado y fue por ello que no se consumó la segunda violación, en esta modalidad.

Toda esta vergüenza para la Iglesia –y para el género humano- se hizo pública en vida del hoy “Santo”, por lo que resulta totalmente inverosímil que Juan Pablo II no la conociera. Y es incomprensible e injustificable que el entonces Papa no castigara severamente a la persona qué practicó numerosos actos de pederastia –pero que, convenientemente, llevaba costales de dinero a las arcas del Vaticano.

En lugar de enfrentar directamente el problema, Juan Pablo II supuestamente habría iniciado un procedimiento interno para atender el asunto. Procedimiento que culminó cuando Juan Pablo II inclusive ya había “dejado de atender” en este mundo.

Dicho procedimiento parece entonces más una maniobra para retrasar la justicia, que para procurarla. Lo cual es una razón suficiente para tener dudas sobre la imparcialidad de Juan Pablo II. No está claro si buscaba proteger más que castigar a Maciel, y ese tipo de dudas no caben en la vida de nadie que sea ejemplo de santidad.

Pero ahora Juan Pablo II es un santo, a pesar de sus disimulos.

El argumento legal de que no se ha probado a ciencia cierta que Juan Pablo II haya conocido las tropelías de Marcial Maciel, pudiera tener validez en un proceso jurídico. Pues se está apelando válidamente al principio de presunción de inocencia, en este caso aplicado a Juan Pablo II.

Pero no estamos hablando de un delincuente, sino de un Papa. La coartada jurídica mencionada, no disipa las dudas razonables que hoy existen al respecto de sus actos, pues, repito, no estamos hablando de un criminal –se supone- sino de un hombre que se quiere colocar por la Iglesia como ejemplo, como santo.

Alguien así, no debe cargar con dudas sobre su propia actuación en un episodio tan vergonzoso, lamentable y sucio como el caso Marcial Maciel.

Pero la Iglesia Católica ha tenido una política timorata en relación con las víctimas mexicanas de pederastia. Esto se comprueba porque en su visita a México, el hoy penúltimo papa Benedicto XVI, se negó a recibir a las víctimas de pederastia mexicanas, aunque sí lo hizo en otros países.

¿Es así como pretende la Iglesia Católica que México siga siendo “siempre fiel”? ¿Fiel a una iglesia que produce curas pederastas, que luego los solapa y después evade a las víctimas mexicanas de sacerdotes católicos pederastas?

La canonización de Juan Pablo II se ha hecho de manera equivocada, o cuando menos, prematura. Se realiza antes de tiempo, pues no se han ventilado todas las dudas que hay todavía hoy sobre su papel en los diversos casos de pederastia de su Iglesia. En particular, el proceso a Maciel se realizó de manera inadecuada y eso disminuye la figura de Juan Pablo II, pues deja en la indefinición si este Papa combatió o solapó a los curas pederastas de la Iglesia Católica.

Juan Pablo II dijo alguna vez que le gustaría ser recordado como el Papa “de la familia” Pero ¿qué hizo el hoy Santo por la familia de Marcial Maciel? Nada que merezca recordarse. Y que hizo la Iglesia católica por esa familia? Ignorarlos, como Benedicto XVI.

¿Eso es proteger a la familia? ¿Lo es mirar hacia otro lado mientras los “amigos” del Papa violan a sus propios hijos?

Sacerdotes violadores de sus propios hijos. Esos eran los amigos del Papa Juan Pablo II, hoy Santo de la Iglesia Católica. Que no se olvide. Pues eso al menos prueba que hay quien puede llegar a Santo, aunque haga sus labores o sus “negocitos”, entre violadores.

Por  / elarsenal.net

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