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Opinión

La iglesia toma partido y… juega con fuego

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El mismo día que un homofóbico asesinó a 49 personas e hirió a 53 en un bar gay de Florida, aquí la Arquidiócesis empezó a organizar manifestaciones callejeras para reprobar la iniciativa presidencial que permite las uniones entre personas del mismo sexo.

Claro que las expresiones callejeras implican violencia verbal y la violencia verbal provoca violencia física. Así que la Iglesia católica mexicana está incendiando la pradera pública, con desafíos de consecuencias de pronóstico reservado.

En especial su incontinente vocero, Hugo Valdemar: “Se incita a los fieles para que expresen su desacuerdo desde las redes, junten firmas, marchen e informen sobre lo imprudente, irresponsable e inconveniente de esta iniciativa”.

¿Cuál es el problema, si lo que se pide a los católicos se trata de libertad de expresión? Por principio democrático, ninguno, sólo que las cuestiones raciales y de preferencias sexuales no se limitan nunca a la discusión civilizada, sino que se extienden inexorablemente a los epítetos, a la ofensa.

Y los epítetos y la ofensa, generalmente expresados de forma facilona como el “¡ehhhh puto!” de los estadios, desembocan en violencia, venganzas, abusos y hasta crímenes de odio, como el que segó la vida de 49 personas, además del asesino, el domingo de madrugada en Orlando.

Por ejemplo, un usuario de Twitter colgó en la red: “Se les recomienda a todos los AMERICANISTAS no ir a Orlando, porque ESTAN MATANDO putos” y otra le contestó: “Si bien decía Einstein: la estupidez no tiene límites, aquí una gran prueba con este pobre diablo”. La respuesta llegó enseguida: “Las putas también saben leer”.

Él fue irresponsable y misógino, y ella perdió su tiempo en dialogar con uno de los representantes de lo que Umberto Eco llamó a un sector de las redes: “La invasión de los idiotas”.

Pero la inquietud es mayor al leer palabras de monseñor Carlos Garfias, arzobispo de Acapulco, quien habló de 80 millones de católicos que apoyan la iniciativa de la Arquidiócesis que, en la práctica, podría significar “vamos por los gays, por las lesbianas”.

“Son más de 80 millones de católicos a los que en cada iglesia los sacerdotes efectúan expresiones de rechazo a la iniciativa de los matrimonios entre personas del mismo sexo y su derecho a adoptar”, según monseñor Carlos Garfias.

Aunque la Arquidiócesis amplía el asunto hasta meterse en política (raya en la violación del inciso E del artículo 130 de la Constitución), pues su vocero adelanta que “continuarán con la línea del ‘costo político’ en procesos electorales; ello, si insiste el PRI en no tomar en cuenta nuestra postura”.

Por supuesto que esta escalada de la Iglesia acabará en violencia y, ya se sabe: la violencia es el último refugio del incapaz.

elarsenal.net

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