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Opinión

La muerte de Rubén Espinosa y cuatro mujeres

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El asesinato del foto-reportero Rubén Espinosa Becerril, quien colaboraba con la revista Proceso y con la agencia de noticias Cuartoscuro, ocurrido en la colonia Narvarte hace dos días, en la Ciudad de México, junto con el de cuatro mujeres más, nos deja consternados, lacera a México y daña gravemente la democracia, porque no puede haber democracia donde hay masacres a civiles, y no hay democracia donde la libertad de expresión es silenciada con un cobarde crimen.

Rubén Espinosa declaró que abandonaba su estancia en Veracruz, porque había sido amenazado en varias ocasiones, y no se sentía seguro, tenía miedo, y cómo no tenerlo en un estado en donde han sido asesinados al menos 12 periodistas. Por ello Rubén llevaba ya en la Ciudad de México cerca de dos meses, según nos comentan personas con las que trabajaba.

Rubén, me refieren -tristes o muy molestos, sus allegados en el DF, sus compañeros de cámara, de trabajo, sus amigos-, vivía en casa de sus padres en la capital, pero a veces se quedaba en casa de su amiga, una de las personas que fue asesinada junto con él en ese lúgubre edificio ubicado en el número 1909 de la calle Luz Saviñón, en la colonia Narvarte, casi esquina con Zempoala.

El día que ocurre su asesinato, Rubén estaba ahí, de visita posiblemente, o pernoctando quizá, en ese departamento. Fue ahí donde su agresor o agresores lo encontraron. A varios de los agredidos los ataron y desnudaron, como muestran algunas fotografías, y entonces habrían sido golpeados y muertos con arma de fuego.

Por donde quiera que sea visto, este hecho sienta un muy grave y penoso antecedente para la Ciudad de México, para su tranquilidad, para su estabilidad. Rubén vino al DF para sentirse más seguro, como periodista y como ciudadano, pero en lugar de estar más tranquilo y en paz, encontró la muerte, y junto a la de él, la de las cuatro mujeres que fallecieron de manera repudiable.

El asesinato de un ciudadano ya es demasiado, en una democracia que se digne de serlo. Uno ya es mucho, ya es demasiado. Y todas las autoridades deberían estarse moviendo de inmediato para esclarecer los hechos de sangre y llevar las investigaciones hasta sus últimas consecuencias. Siguiendo todas las líneas de investigación necesarias. Donde, por supuesto cabe, también, un posible acto de represión por el ejercicio periodístico de Rubén, quien ya había sido amenazado, según su propio relato a sus cercanos.

Pero en este caso no fue sólo un asesinato, sino cinco asesinatos. Esto es más que demasiado. Es demasiada saña, demasiado mal, demasiada desprotección para los ciudadanos. Cinco personas masacradas en la ciudad de México es una noticia increíble, inaceptable y totalmente repudiable.

Es aún más grave porque cuatro personas de las cinco fallecidas son mujeres, lo cual lesiona de fondo la dignidad, y añade dolor al dolor. Mujeres que trabajaban en diversas ocupaciones, gente que se sepa normal, inocente, civiles. Una maquillista, otra trabajadora de la casa, otra más, promotora cultural.

Y aún más, el hecho de que una de estas cinco personas masacradas sea periodista, fotoperiodista, agrava mucho más la escena. En este caso su muerte implica un atentado a la democracia, a la libertad de expresión, a la libertad de trabajar y publicar, de investigar.

No puede descartarse ninguna línea de investigación desde ahora. Nos comentan que una de las líneas de la Procuraduría del DF sería la de feminicidio y otra sería la de “asalto”. Pero la fiscalía especializada en delitos contra periodistas sin duda debe actuar. No puede dejarse de lado este esquema, ya que Rubén era periodista y estaba autoexiliado en el DF por temor a vivir en Veracruz.

La Procuraduría General de la República podría atraer el caso. Los familiares podrían solicitarlo directamente. No estaría de más que lo hicieran. Estos asesinatos no deben quedar impunes. Además, esto es un claro llamado de atención para que el gobierno del DF preste verdadera protección a quienes se consideren en situación de riesgo por el ejercicio de su profesión como periodistas.

Es una obligación del Estado proteger a sus ciudadanos y garantizar su seguridad. Pero cuando son periodistas, y cuando ya han sido amenazados y buscan sentirse protegidos, el gobierno de la ciudad debe ir a fondo y no escatimar en recursos para proteger a los trabajadores de los medios de comunicación, a la prensa. Es mejor hacer todo lo que tenga que hacer para mantener vivos y seguros a esos periodistas, que descuidarse y que se pierdan vidas, y de esta manera tan grave y dañina e injusta para todos.

Sea como sea, los hechos ocurrieron en la Ciudad de México, donde hasta cierto punto siempre ha habido buen trato a la prensa por parte de las autoridades. Pero los esfuerzos para proteger las vidas de los ciudadanos, y la libertad de expresión, deben redoblarse inmediatamente.

Simplemente, no puede volver a ocurrir nada parecido, en ninguna colonia, en ninguna delegación. Y tampoco debería ocurrir, claro, en ningún estado de la República. Sorprende la lentitud y el desinterés federal para actuar cuando algo así sucede, y más cuando no es un caso aislado.

El manejo de esta crisis podría mostrar una imagen transparente del jefe de gobierno y del procurador. Todas las líneas de investigación deben ser agotadas. Los culpables deben ser hallados y la ciudadanía, familiares y medios de comunicación, queremos escuchar una explicación realista de lo ocurrido. Pero sobre todo, queremos que no haya impunidad, esa enfermedad que derruye los cimientos de las instituciones, que corroe la democracia, que nos conduce al caos. Es la hora de luchar.

@raultortolero1

POR  / COLUMNASPARADOJAS DEL PODER / elarsenal.net

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