Opinión
Las guerras de Calderón

Coahuila fue uno de los principales escenarios de las luchas del sexenio pasado: en materia de seguridad pública, la región lagunera padeció por las escaramusas de los carteles y después, por la presencia de las Fuerzas Federales. Y en el terreno electoral, el pleito de la administración calderonista con los Moreira fue prolongado, de baja intensidad.
No es casual, por ende, que Felipe Calderón Hinojosa haya decidido que fuera en Saltillo –el bastión del moreirismo– donde volviera a presentarse ante un magno auditorio, compuesto principalmente por jóvenes preparatorianos del Tec de Monterrey, quienes pagaron 750 pesos por atender el evento.
En el Loud 2013 –“el mejor congreso de liderazgo en México”– ocurriría los que falsamente fue promocionada como “la primera aparición pública” del ex presidente desde que dejara el poder, hace 10 meses. Antes, los panistas de Coahuila ofrecieron una comida al visitante distinguido, quien en tierras coahuilenses cuenta con su compadre, el ex senador Guillermo Anaya, quien compitió por la gubernatura con Rubén Moreira Valdez hace dos años, cobijado por una coalición entre el PAN y Unidad Democrática de Coahuila, un partido local de corte izquierdista.
El ex presidente llegó al aeropuerto de Ramos Arizpe, después de haber abordado al mediodía el vuelo 249 de Aeromexico. A las afueras de la sala de llegadas lo esperaban Carlos Orta, líder del PAN en Coahuila, e Isidro López Villarreal, quien fue candidato de la alianza PAN-UDC a la presidencia municipal de Saltillo el pasado 7 de julio y sacó 20,000 votos de ventaja al priista Fernando El Diablo De las Fuentes.
Calderón Hinojosa inició su estancia en la tierra de los Moreira Valdés con una comida que le fue ofrecida por el panismo local y en la que el ex presidente conoció a los ocho alcaldes electos bajo las siglas de esta peculiar alianza opositora, a la que no secundó el perredismo local. Entre ellos estaba Lenin Evaristo Pérez, de Ciudad Acuña, hijo de uno de los dirigentes históricos del sindicalismo universitario, quien en el nombre lleva la ideología.
En la capital –y no en La Laguna, donde el panismo está enojado con el ex presidente– Calderón Hinojosa reapareció ante una audiencia masiva. Poco a poco, el ex presidente ha recobrado presencia en la escena pública. A finales de junio se dejó ver en Coral Beach Resort de Ensenada, donde antes había recorrido la Ruta del Vino. Y el mes pasado, en la Ciudad de México, asistió a la presentación del libro de Bruno Ferrari. Eso sí, todavía no se presenta a eventos partidistas y ha cuidado de dejarse ver en público con su esposa.
Sus proyectos profesionales corren por avenidas equidistantes. Él seguirá como speaker y levantando fondos para su fundación. Y ella seguirá deshojando la margarita del 2018. Antes, ocurrirá la batalla por el CEN del PAN con el calderonismo dividido. El grupo minoritario impulsa al senador Ernesto Cordero como retado del actual jefe nacional. La alianza en ciernes con la ex candidata presidencial, Josefina Vázquez Mota, fortalecería su postulación, pero Gustavo Madero contaría con el respaldo de los grupos más conservadores.
Calderón Hinojosa, mientras tanto, lidia con los fantasmas de su sexenio. Y adiestra a los preparatorianos de Coahuila sobre las cualidades de los líderes que, a su juicio, deben ser como Linceo y ver más allá del horizonte; contar con un propósito de vida definido y, actuar con determinación, siempre leales a los principios.
La sesión de preguntas y respuestas con los jóvenes, sin embargo, lo sacará de su acartonadoscript. “¡Hijole!”, soltó cuando le inquieren su opinión sobre la reforma hacendaria propuesta por la administración peñista, “Quiero que al gobierno le vaya bien, que a México le vaya bien y quiero portarme bien como ex presidente…”.
Más adelante, otro joven le cuestionó si alguna vez, en Los Pinos, sintió que ya no podía con lo que el país le demandaba. “Nunca me habían hecho una pregunta así… tan así”, se sinceró Calderón Hinojosa, para luego hablar del peso de la banda presidencial y enlistar los momentos difíciles –la caída de la economía, la crisis de la influenza– y los “tiempos dolorosos”, caracterizados por los decesos de Juan Camilo Mouriño y José Francisco Blake.
Calderón Hinojosa quiere acordarse de los logros de su administración y olvidar los pasajes tortuosos. En el proceso, difunde explicaciones ad hoc, dispersa verdades a medias o incurre en falacias peligrosas. La peor: decir que no fue invento suyo o de sus estrategas de comunicación, la guerra contra el crimen organizado.
Allí están los spots que materializan los contenidos ideados por los consultores extranjeros. La “campaña Alfa”, que mostró a los criminales vencidos por las Fuerzas Federales. Y la “campaña hembra” –dirigida principalmente a amas de casa y adultos mayores– que más que tratar de enfatizar las acciones de prevención, alertaba sobre la terrible realidad de México, país de narcomenudeo.
“Para que la droga no llegue a tus hijos”, decían los spots del PAN que tenían al Místico como protagonista, “no dejes a México en manos del crimen”. La creatividad y la producción no podían ser mejor. La operación de los voceros de Los Pinos –donde se perdió mucho tiempo y dinero– dio al traste con toda la estrategia.
Por: Alberto Aguirre M. / aam@mexico.com / elarsenal.net
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