Legisladores irresponsables; inventan

Hay una creencia económica muy arraigada y contagiosa en la clase política de México. Tanto que se convirtió en el evangelio anticrisis para cualquier mal económico. Los políticos están convencidos que el gasto público representa la fórmula para salvar al país de cualquier problema económico: con dinero público se estimula el crecimiento y se asumen deudas de empresas –como Pemex y CFE– y sectores –como la banca—para salvarlas de la bancarrota.

Bajo esa creencia –y sin explicar el origen del adeudo–, los legisladores proponen convertir los pasivos laborales de Petróleo Mexicanos (1.1 billones de pesos) y la Comisión Federal de Electricidad (507 mil millones) en deuda pública, la cual pasaría de 39.7 a 49.6% como proporción del PIB. Analistas y Senadores aclaran que no sería el total de los pasivos –se habla de un tercio–.

CON EL PODER DE LA CHEQUERA

Como quiera que sea, el presupuesto del gobierno se estiraría para aplicar el remedio milagroso –dinero público– para sanear las finanzas de Pemex y la CFE. De esa forma, dicen legisladores, se pondrían a las paraestatales en condiciones para afrontar la competencia externa que desatará la reforma energética.

Los legisladores caen en la creencia de que la intervención del gobierno en la economía es el remedio que cura todo los males económicos. Si alguna empresa, sector –como sucedió en el pasado con la banca— o la economía padece de un problema financiero, los políticos –en este caso los legisladores—suponen que con gasto público –con la chequera del gobierno—se soluciona cualquier eventualidad.

Pero, ¿por qué esa creencia tiene tanto arraigo entre políticos y hasta en la sociedad? Porque genera una fantasía muy atractiva.

LA TRAMPA

Si la economía de un país se encuentra deprimida o estancada –como la mexicana–, los políticos no tienen más ingenio que proponer un incremento del gasto público. Argumentan:  si el gobierno destina dinero público para desarrollar, por ejemplo, carreteras, infraestructura y vivienda, activa la demanda de ladrillos, nuevas áreas –tierra– para construir casas, varillas, cemento, cables, postes, transporte, etc. Esto, en consecuencia, activa la demanda de bienes y servicios de otros sectores industriales.

¡Maravilloso!. La simple demanda de ladrillos también genera empleos para choferes, vendedores, asesores jurídicos y legales para ofrecer créditos y elaborar contratos de compra-venta de casas. Los nuevos trabajadores y empleados, a su vez, demandara alimentos, carros nuevos y un sinnúmero de servicios. Así, la economía despierta. Además, el despegue económico genera popularidad, votos.

CAMINO AL PARAÍSO TERRENAL

En síntesis, el gasto público es llave al paraíso terrenal. Si con gasto público se pagaran los pasivos laborales de Pemex y la CFE, las paraestatales estarán listas para entrar al paraíso de las empresas competitivas.

La verdad, el esquema es cautivador. Parece perfecto, como si se trata de un remedio tan fácil y milagroso. Pero, ¿por qué no ha funcionado en países como Venezuela y a varios países europeos?

La respuesta a una simple pregunta, derrumba la fantasía: ¿De dónde sale el dinero para programar y aumentar el gasto público?

Los políticos mexicanos –no he encontrado una excepción- y “analistas” que pululan en los medios de comunicación e Internet, no toman en cuenta esa interrogante. Simplemente suponen que el gobierno debe sacan la chequera y aplicar la receta anticrisis, en este caso para aliviar males de Pemex y CFE. Y si falla el plan A, activan el plan B, es decir más chequera pública.

Pero, subrayamos, ¿de dónde sale el dinero? El gobierno tiene varias formas de conseguirlo: 1.- Elevando impuestos; 2.- Pedir créditos a la banca –nacional o extranjera—; y 3.- imprimir dinero e inyectarlo a al fin y al cabo tiene el monopolio para fabricar dinero. Puede recurrir a una opción o combinarlas.

Supongamos que el gobierno opta por una y que Peña Nieto rompe su promesa de no elevar impuestos.

HACIENDA, CADA VEZ MAS DÉBIL

Bajo un argumento patriotero, los legisladores podría decir que ante la necesidad de asumir su responsabilidad histórica, el gobierno debe aumenta la carga impositiva (más impuestos) para conseguir los dineros que pagaría los pasivos laborales mencionadas. Así, las deudas mencionadas de Pemex y CFE, se convertiría en impuestos extras para los mexicanos. En otras palabras, el gobierno le quitaría dinero, es decir, poder de compra y capacidad de inversión, a la sociedad. En consecuencia, destruiría capacidad para crear empresas, de consumo y crecimiento al país.

Pobre del Secretario de Hacienda. Si el Congreso coloca pasivos laborales en la facturación de deuda pública, Videgaray tendría que desviar recursos para pagar adeudos no programados, debilitando aún más el poder del gobierno para estimular el crecimiento del país.

En mayo pasado, en este espacio, señalamos que la baja en el pronóstico de crecimiento de la economía mexicana para 2014 (de 3.9 a 2.7%) generaría una reducción en los ingresos públicos de alrededor de 17 mil 500 millones de dólares. Si a esto se agrega el pago de pasivos laborales de Pemex y CFE, ¿de dónde saldrán los recursos para compensar las mermas?

Como los impuestos son muy impopulares, el gobierno tiene otras opciones.

Continuará…

 por Agustín Rodríguez Trejo / HOY TE RECOMENDAMOS LEER: /elarsenal.net