México en la urgencia de alternancia

“Ellos sí saben cómo hacerlo”, fue la idea que el Partido Revolucionario Institucional les vendió a los votantes en el proceso electoral de 2012. Alegando una experiencia de gobierno de más de 70 años, así como un profundo conocimiento de la administración pública y el sistema político mexicano (los cuales, con todo y sus defectos de corrupción e ineficiencia que hoy padecemos, fueron en buena medida su creación) prometieron una mejor gestión que la realizada durante los dos sexenios de los “inexpertos” panistas. Crecimiento económico, generación de empleo y transformaciones estructurales, fueron parte de la quimera priista surgida al calor del proceso electoral.

Como muestra de su capacidad para gobernar, se ufanaron de haber generado en esos 70 años las instituciones que en su distorsionada visión, llevaron al país a la “modernidad”, como el IMSS, CFE, PEMEX, la banca de desarrollo, o el sistema educativo.

Lo que olvidaron decir en su propaganda, es que la mayoría de estos organismos estuvieron marcados por la ineficiencia, la corrupción y el mal servicio, que la mayoría de las veces se convirtieron en botín y patrimonio de la clase política priista, dando como resultado que actualmente se encuentren literalmente quebradas, convirtiéndose en un lastre presupuestal que entorpece el desarrollo del país.

A casi tres años del regreso del ancien regime, la realidad ha demostrado que el PRI no vendió a los mexicanos más que humo. Esa experiencia y capacidad administrativa tan pregonada ha brillado por su ausencia, como ha quedado patentemente de manifiesto en el pésimo manejo que el gobierno federal ha hecho de las situaciones de crisis que por azares del destino le ha tocado enfrentar.

En el aspecto político, casos como los de Ayotzinapa y Tlatlaya pusieron al descubierto la ineptitud, inexperiencia y falta de oficio político existente en dependencias estratégicas como la Secretaría de Gobernación o la Procuraduría General de la República.

Esto ha tenido consecuencias nefastas tanto en la confianza de los ciudadanos hacia sus instituciones, como en la imagen del país ante la comunidad internacional. Ni qué hablar del desastre que ha sido de su intervención en estados conflictivos como

Michoacán, Guerrero o Tamaulipas, donde lo único que ha conseguido es debilitar las instituciones locales, retornando a un centralismo ineficaz y antidemocrático.

De igual forma, la administración peñanietista ha puesto de manifiesto algo que parece estar escrito de manera indeleble en el ADN priista: la acendrada corrupción y la falta total de respeto a las leyes.

El escándalo de la “Casa blanca” y la residencia del secretario Videgaray, las propiedades de la familia Murat en el extranjero, la cancelación del tren México-Querétaro no dejan lugar a dudas sobre cuál es la altura ética y la calidad moral de nuestros actuales gobernantes.

Al día de hoy, la corrupción le cuesta anualmente al país más de 340 mil millones de pesos al año, según revelan cálculos del observatorio económico “México ¿cómo vamos?”. No por nada, en 2014 México ocupó el lugar 103 en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) que cada año publica la Organización de Transparencia Internacional. Definitivamente, no hay nada qué aplaudir.

Quizá sea en la economía donde Peña Nieto ha quedado más a deber a los mexicanos. Una a una, sus promesas de campaña no sólo no se han cumplido, sino que los resultados son exactamente los contrarios a lo que se comprometió.

¿Dónde están esas reducciones que como por arte de magia iban a gozar las familias en sus facturas de electricidad, gas o gasolina, especialmente cuando en los dos últimos años la coyuntura económica mundial las hace más posibles?

¿Dónde están los crecimientos anuales del Producto Interno Bruto del 5%? La economía nacional creció apenas un promedio de 1.8% en los primeros dos años de este sexenio, que por lo visto a los mexicanos les parecerá eterno.

En este año, si bien nos va, creceremos al 3%, gracias más que nada al empujón que el dinamismo de la economía norteamericana nos dará. Para los años restantes, los expertos no ven ni siquiera factible llegar a crecimientos del 4%, gracias entre otras cosas, a una reforma fiscal y mal diseñada a la que el PAN se opuso, y que ha resultado altamente tóxica para las empresas y las familias del país.

Definitivamente el presidente Peña tiene la razón, éste ha sido un gobierno muy verde… pero no por ecológico, sino por cometer errores de principiantes. Nuestros ilustres funcionarios creyeron que guardando silencio sobre el problema de la violencia ésta se iba a solucionar, pero desde finales de año pasado los trágicos hechos que todos conocemos los han hecho rectificar.

Pero más resalta aún el hecho de que la propia administración se “chamaqueara” a sí misma, creyéndose el “Mexican Moment”, ese globo que la propia realidad se encargó de desinflar crudamente y que estaba construido con base a la promoción presuntuosa de las reformas estructurales, que aún están en edificación y cuyos efectos se sentirán en el mediano plazo.

Además, estas medallas que tanto se cuelga el presidente (aunque diga lo contrario), han sido posibles gracias principalmente a que el PAN ha sido en el Congreso una oposición responsable, que ha apoyado aquellas reformas que considera serán benéficas al país, anteponiendo los intereses de la Patria a los partidistas.

Los priistas, de memoria tan corta, deberían recordar que cuando fueron oposición se encargaron de bloquear sistemáticamente varias de las reformas que ahora se ufanan en haber aprobado, y que pudieran haber sido implementadas desde hace varios años de no ser por su mezquindad política y su actitud irresponsable.

Es por eso que se está gestando el entorno favorable para que el péndulo de la democracia vuelva a moverse. La alternancia en 2018 de la presidencia es necesaria para el país, y debe cimentarse a partir del voto razonado por parte de los ciudadanos en este 2015, donde además de recibir el resultado electoral que merece por su desastrosa gestión, la administración de Peña Nieto por fin se digne a escuchar y se dé cuenta del hartazgo y la decepción a que ha llevado a los habitantes de este país. Es la hora de luchar.

POR RAÚL TORTOLERO / elarsenal.net