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Opinión

México: la dictadura de las minorías

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Al arriar las banderas del Estado de Derecho ante la CNTE para evitar incendiar el país, en México se olvida una lección esencial de la historia del mundo: que un país no se edifica sumando los caprichos de cada ciudadano.

Porque lo que se acaba edificando es una dictadura de las minorías, basada en la falta de civismo y de moralidad. Ayer, por ejemplo, cinco maestros se sentaron a jugar con sus teléfonos celulares sobre una vía férrea en Michoacán y bloquearon la llegada de trenes a siete municipios.

Y los alcaldes de los municipios oaxaqueños de Santa Cruz Nundaco, Santa María Apazco, Magdalena Peñasco, San Esteban Atatlahuca, San Juan Mixtepec y Santiago Tilantongo acordaron expulsar de sus comunidades a los maestros que no se integren a las protestas de CNTE.

Además, el EPR, brazo armado de la CNTE, amenazó de muerte al periodista de El Tiempo de Oaxaca Alfredo Martínez, porque escribió que conoce al EPR “y sé la vinculación que tiene con la Unión de Trabajadores de la Educación, una de las corrientes más radicales al interior de la Sección 22”.

Todo esto hace recordar cuando hace dos años un solo maestro de la CNTE cerró el tráfico en Reforma, sentado en medio de la avenida, en una silla de playa, comiendo una manzana, la pierna cruzada y escuchando música a través de unos audífonos.

Pero la táctica de la CNTE, ayer y hoy, es la misma con la que consiguió lo que buscaba, tras los ocho muertos de Nochixtlán: actuar como provocadores para que las autoridades les apliquen mano dura, los convierta en víctimas y los legitime como movimiento de lucha social, cuando son vándalos.

Sin embargo, no olvidemos que esto de edificar el país sumando los caprichos de cada ciudadano viene de la Suprema Corte de Justicia, cuando ordenó liberar a los detenidos de Atenco, quienes habían bloqueado carreteras, incendiado vehículos, intentado asesinar, quemar policías…

Entonces, en Texcoco resultó imposible construir un aeropuerto internacional porque dos comunidades ejidales de un total de 15, se opusieron machete en mano a la venta de parcelas: la minoría se impuso a la mayoría y perjudicó el interés nacional.

La televisión mostró cómo los macheteros persiguieron a un policía, lo tiraron al suelo y a patadas en el cuerpo y la cara lo dejaron en estado de coma. A otros los ataron a un kiosko y rociaron con gasolina para quemarlos.

Pero el máximo tribunal liberó a los detenidos, argumentando que sus condenas habían dejado ver una forma “maquilladamente institucional de criminalizar la protesta social como una forma de castigar la oposición”.

A nuestra Corte sólo le faltó citar a Lenin:

“Usen las libertades burguesas, pero no crean en ellas”.

POR  / COLUMNASMESA REVUELTA / elarsenal.net

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