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Opinión

Obama y Castro ¿ya son novios?

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El suceso principal de la Cumbre de las Américas que tuvo lugar el pasado fin de semana en la capital panameña, fue sin duda el histórico encuentro entre los líderes de Estados Unidos y Cuba, Barack Obama y Raúl Castro. No obstante, la reunión tenía por objeto, presuntamente, fomentar en el continente la prosperidad y la equidad.

El lema de esta Séptima Cumbre de las Américas fue “Prosperidad con Equidad: el desafío de la cooperación en las Américas”. Hubo cuarenta y tantos acuerdos en la reunión, aunque no hubo consenso sobre la declaración final. Pero es seguro que la prosperidad no llegará pronto a estas olvidadas tierras, pues por el contrario, el crecimiento regional bajará a consecuencia de la menor demanda de la economía mundial –sobre todo china- por las materias primas latinoamericanas. Y contra eso, no hay acuerdo ni declaración que valga.

Por cuestiones como la anterior, las reuniones internacionales como la mencionada, son casi siempre demagogia pura. En esta ocasión hicieron su cumbre supuestamente para promover la prosperidad, que ya vimos que no se logrará, y también la “equidad,” que tampoco visitará uno de los continentes más desiguales del mundo. Sobre todo si el país más igualitario o equitativo del continente, Cuba, está desmantelando su sistema por uno más desigual donde probablemente los cubanos más pobres, terminen peor de lo que están ahora.

En realidad, los presidentes aprovechan este tipo de reuniones para promoverse a sí mismos y no a los venerables propósitos que animan tales encuentros. Por ejemplo, el presidente mexicano, Enrique Peña, dedicó una de sus principales alocuciones a promover no la prosperidad ni la equidad, sino… sus propias reformas.

La reunión fue atendida por 35 países, es decir los 34 que por muchos años tuvo la Organización de Estados Americanos, más Cuba –en 2009 se anuló en la OEA su exclusión de 1962. Algunos presidentes dieron sus respectivas notas, como el venezolano Nicolás Maduro abriendo la puerta al entendimiento de su país con Estados Unidos (aunque creo que sólo mordió Maduro la zanahoria que le dejó en su visita un enviado de Obama en Caracas, hace unos días, pero ese es tema aparte). O bien Evo Morales lanzando su mensaje de paz…

Pero lo más relevante en Panamá, giró alrededor del “romance” entre Obama y Castro. Está justificado que los reflectores se hayan posado sobre la feliz pareja, pues su reencuentro implica que por vez primera en casi cincuenta años, el continente entero participa unido en una cumbre; significa también que Estados Unidos y Cuba toman asiento en el mismo foro regional.

Raúl Castro llegó en la séptima cumbre al extremo de excluir a Don Barack de toda culpa por las agresiones estadounidenses sufridas por su país, achacando aquella a los diez presidentes estadounidenses anteriores; presidentes con los cuales Cuba tuvo que lidiar durante más de medio siglo, con bombas nucleares “en mano” durante las horas más graves de la guerra fría.

Los presidentes estadounidenses Dwight Eisenhower, John Kennedy, Ronald Reagan y William Clinton, entre otros, es decir presidentes tanto republicanos como demócratas, impusieron en su momento sanciones contra Cuba. El Poder Legislativo de los Estados Unidos también contribuyó a las tensiones, por ejemplo con la aprobación de la llamada Ley Helms-Burton. Por ello, puede válidamente decirse que la política estadounidense de rechazo y agresión a Cuba fue realmente una política “de Estado”.

En contraste, el actual acercamiento de Estados Unidos a Cuba, no es necesariamente una política estadounidense de Estado, sino “de gobierno”, en concreto del gobierno del presidente Obama. Cuando se retire a sus habitaciones Don Obama, es decir cuando salga de la presidencia, el acercamiento se puede ver truncado, dependiendo de quién sea el sucesor de Obama y en qué condiciones llegue al poder.

Lo que trato de mostrar es que el pleito con los cubanos fue resultado de una visión compartida por la élite estadounidense, mientras que el reencuentro estadounidense con Cuba es resultado del impulso que Obama le está dando al asunto, esencialmente. No hay un acuerdo pleno y compartido entre la clase política de los Estados Unidos, sobre si ellos mismos se deben aproximar a Cuba o no.

En el Departamento de Estado hay también quienes honestamente creen que Cuba no es un país que aliente el terrorismo, que las cosas han cambiado y que es momento de ajustar la política estadounidense hacia Cuba a las nuevas circunstancias. Pero los diplomáticos tienen poco poder al interior de los Estados Unidos; el cambio de política hacia Cuba nunca hubiera sido posible con el mero impulso de la cancillería estadounidense.

El encuentro Obama-Castro es además un subproducto de tipo simbólico de la reunión cumbre multicitada. Simboliza el acercamiento entre dos adversarios, si no es que enemigos, aunque es políticamente incorrecto mencionar la palabra “enemigo” en estos momentos. Dicho encuentro, también de alguna manera simboliza una cierta avenencia para todo el continente, pues muchos de los desencuentros que tuvieron los Estados Unidos con países latinoamericanos –México, entre otros más- fueron debidos a posiciones encontradas sobre el tema cubano.

La reunión entre los dos jefes de Estado, no es en esta ocasión un mero formulismo. No se trata simplemente de que un señor le dio al otro la mano y unas palmaditas, sino que estamos ante uno de esos pocos casos en la diplomacia donde los asuntos de forma, son al mismo tiempo asuntos de fondo.

Por otra parte, dicho acercamiento, aunque es una cuestión de fondo, está sin embargo lleno de obstáculos.

En los Estados Unidos, está comenzando la sucesión presidencial de Obama. De hecho, el presidente estadounidense dijo, en una de sus apariciones durante la cumbre panameña, que Hillary Clinton haría un buen papel como su sucesora.

Como está iniciando la carrera por la sucesión presidencial estadounidense, algunos de los precandidatos del partido opositor a Obama, el partido republicano, tienen un manjar en sus manos con el acercamiento Cuba-USA, para atacar a quien resulte candidato(a) demócrata, por haber osado acercarse a los cubanos otro demócrata: Barack Obama.

El acercamiento Cuba-Estados Unidos será uno de los principales legados de Mister Barack. Pero si ganan los republicanos la próxima elección presidencial, el acercamiento podría desvanecerse o al menos retrasarse.

Por el lado de los cubanos, el acercamiento con los Estados Unidos tampoco fue el objetivo inicial. Raúl Castro ha llegado a dicho acercamiento obligado por las circunstancias, porque si no lo hacían así, la economía cubana se hundiría más.

Desde hace años, Raúl intentó reformas en una economía que importaba casi el 80% de lo que consumía, situación claramente insostenible. Los cubanos tuvieron hace poco –en 2010- la peor zafra desde hace un siglo. La distribución de tierras a particulares que intentó Don Raúl, tampoco funcionó a cabalidad, pues el 70% de la agricultura cubana es de subsistencia.

Para colmo, la crisis económica llegó a Venezuela y completó un lúgubre cuadro, luego del fallecimiento de Hugo Chávez. Si Cuba se acerca hoy a Obama, es en buena parte porque está en crisis el país bolivariano, benefactor de los cubanos, a los cuales les proporcionaba petróleo a precios de oferta y pagado en especie a través de cooperación de médicos de la isla, etc.

Los precios mundiales del petróleo han bajado y el principal o casi único producto venezolano consiste en petróleo crudo y sus derivados. Eso, entre otros factores, provocó que la economía venezolana entrara en su respectiva crisis. Los cubanos lo saben y por tanto no pueden contar más con el subsidio o apoyo de Venezuela.

Pero acercarse a los Estados Unidos es lo último que hubiera querido hacer el régimen castrista. Eso no estaba en los planes originales de la revolución cubana, que lo primero que hizo al triunfar fue nacionalizar los bienes de compañías extranjeras, ante todo estadounidenses.

Acercarse “al Imperio” es el Plan B de los cubanos. El Plan A era destruir al sistema capitalista, imponer un nuevo sistema en Cuba, exportar la revolución y apoyar guerrillas por el mundo; era un proyecto revolucionario, análogo al clásico proyecto de la revolución

mundial de los comunistas. El Plan B cubano en cambio, es sólo un proyecto de supervivencia nacional, tratando de salvar lo que puedan de su revolución –y dejando para otra ocasión el objetivo de cambiar al mundo.

El plan de los cubanos no era originalmente hacerse amigos de los estadounidenses, sino contribuir a su destrucción. Eso ya no es posible, pues se desintegró la URSS, cayó el comunismo, etc. Pero eso no anula el hecho de que destruir el sistema capitalista es lo que quería la dirigencia cubana, originalmente.

El Plan A lo abandonó progresivamente Cuba desde los años 90s, cuando dejó de exportar su proyecto revolucionario. Esa es la razón por la cual Estados Unidos puede hoy sacar a la isla de su lista de países que apoyan al terrorismo, como anunció el presidente estadounidense, hace unos días. Por su parte, salir de esa lista va a permitir a Cuba acceder a financiamiento internacional, razón por la cual Cuba espera ansiosa su exclusión de la lista de los supuestos “terroristas”.

Todos estos cambios que están llegando a Cuba, son forzados por las circunstancias; no eran el objetivo original, repito. Por esta razón, la dirigencia cubana tratará de diluir, retardar o mediatizar todos los cambios que impliquen suprimir el sistema de partido único en Cuba, el control estatal sobre la economía y en general el dominio de los Castro sobre la isla.

Por ende, tanto en los Estados Unidos como en la propia Cuba, hay obstáculos para los cambios que algunos auguran inmediatos. Estos obstáculos persistirán en Cuba y pueden aumentar en los Estados Unidos, por lo que el acercamiento entre los dos países no es un hecho consumado. Aunque los dos mandatarios hayan estrechado sus manos en el momento estelar de la Cumbre de Panamá.

No es un hecho el acercamiento, aunque tampoco será un “noviazgo de verano”, pues el idilio durará al menos lo que resta de la presente administración estadounidense. El saludo Obama-Castro es el símbolo de un proceso que ya comenzó pero que aún no se ha consumado.

A juzgar por sus melosos coqueteos, Obama y Castro están viviendo un “envidiable” romance, por lo cual podemos asegurar ante el mundo que Barack y Raúl YA SON NOVIOS. Pero de ahí a que esto termine en matrimonio, hay un largo camino por recorrer.

Dejemos que recorran esos caminos en la intimidad la pareja Barack y Raúl, Raúl y Barack, que hoy parecen hechos el uno para el otro. Ante lo cual no podemos más que decir, como se acostumbra en México: ¡Arriba los novios!

POR  / elarsenal.net

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