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Opinión

Peña Nieto, bailando en Cuba I

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A raíz del reciente viaje del presidente Peña Nieto a La Habana, donde visitó a cada uno de los hermanos Castro y asistió a una reunión multilateral (Celac), se ha generado un debate sobre qué es lo que pretendía encontrar y qué logró Enrique Peña con su acercamiento a Cuba.

Durante el último tercio del siglo XX, el régimen priísta convivió con el régimen cubano a partir de un pacto o entendimiento, un intercambio político mediante el cual Cuba se abstuvo de apoyar a movimientos guerrilleros en México -como sí lo hizo en gran parte de América Latina- a cambio de lo cual, México mantuvo relaciones más o menos cordiales con la isla, evitando así su aislamiento diplomático total en la región.

Desde luego que hoy los hermanos Castro tampoco van a apoyar a ninguna guerrilla mexicana. Nunca lo hicieron, pero además el gobierno cubano, en los años 1989-91, hizo volver a la isla a todas las fuerzas que tenía desplegadas en el extranjero. Posteriormente, los cubanos anunciaron -en 1992- que dejarían de apoyar movimientos revolucionarios en el mundo.

Los cubanos eran “tipos de cuidado” cuando tenían el apoyo soviético, pues eso llegó a significar bombas nucleares, como las hubo en la Crisis de los Misiles. Hubo presencia militar rusa en Cuba durante treinta años, en el periodo 1962-92, a partir de dicha crisis. Hoy Cuba está muy desmejorada y es impensable que llegue a financiar u organizar desde la isla una conspiración de revolucionarios contra México.

No es entonces por precaución que Peña haya buscado acercarse a Cuba, la cual no es un peligro militar relevante para México, ni tampoco un competidor comercial. ¿Por qué entonces buscó Peña acercarse a Cuba?

La pregunta tiene varias respuestas posibles. Por un lado, es del interés mexicano tener lazos cordiales con un país vecino. Todo se facilitará para el gobierno mexicano si no tiene frente a sí a un personaje como Fidel o Raúl Castro exhibiendo en público al presidente mexicano, como lo hizo en su momento el propio Fidel con Vicente Fox.

De ahí que en principio, el periplo peñista sea un viaje de reconciliación con el castrismo, para acabar con un ambiente de tensión que ha rondado las relaciones Cuba-México por cerca de quince años, desde que la entonces canciller Rosario Green se reuniera con los disidentes cubanos, durante la presidencia de Ernesto Zedillo.

La reconciliación mexicano-cubana, tendrá sin embargo un costo para la parte mexicana; ese costo no tendrá lugar en México ni en La Habana, sino en Washington. Esto, debido a que es previsible que la derecha estadounidense, en particular el lobby cubano-americano, le cobre algunas cuentas a Peña por su osadía -su acercamiento al castrismo.

En relación con el viaje de Peña, la reconocida profesora Soledad Loaeza afirma en un artículo reciente, que nadie va a pensar que la asistencia del presidente Peña a esta reunión “va a modificar su política hacia Estados Unidos” (*). La profesora está hablando aquí en términos generales y está evaluando correctamente la integración de nuestro país con la economía de la región norteamericana, la cual efectivamente no cambiará con Peña. Sin embargo, me parece que puede hablarse, si bien no de una modificación de la política mexicana hacia EE.UU., sí de un cierto cambio de matices y de trato entre ambos países, así como de indicios de un posible retorno o actualización del esquema del priísmo “clásico”, respecto de Cuba.

Un hipotético retorno –así sea un tanto “descafeinado”- al periodo de la supuesta independencia de la política exterior mexicana, es más fácil de que sea considerado –por Peña- en tanto tal independencia fue, en su tiempo, más bien relativa. No es verdad que la política exterior mexicana fuera tan independiente como se acostumbra decir en los discursos.

En cuanto a la relación México-Estados Unidos ¿acaso Peña no ha modificado ya un tanto su política hacia ese país, al pedir la salida de agentes de inteligencia estadounidenses de territorio mexicano, o al instalar la llamada “ventanilla única” en la Secretaría de Gobernación para tratar asuntos de seguridad con los norteamericanos?

Me parece que sí hay un cierto cambio, aunque no de fondo, de la política exterior mexicana: un viraje del peñanietismo, si no claramente a la izquierda, sí hacia un centro que le permite acercarse a “todo el mundo”: a los hermanos Castro y consecuentemente al grupo ALBA, por un lado. Pero también Peña se aproxima alegremente a la derecha, si recordamos que hace sólo unos días, en la ciudad suiza de Davos, Peña se quitó el sombrero de estatista -por su reforma fiscal- y se vistió como todo un privatizador agente de ventas de la “marca México”.

Aún es muy pronto para evaluar de modo integral la política exterior peñanietista, pero creo que es incuestionable la capacidad de Enrique Peña Nieto para cambiar de disfraz.

Por otra parte, desde luego que la política general de integración económica de México con América del Norte no va a modificarse, al menos este sexenio, pero sí puede percibirse un cierto cambio de estilo y quizá un poco más…

Los Estados Unidos han modificado e incluso endurecido hasta cierto punto su trato con su vecino mexicano: primero espiaron a Peña durante su campaña presidencial y ahora le saben “todos sus secretos” como ha dejado ver el señor Snowden. Posteriormente han estado amedrentando con decisiones judiciales a exgobernadores priístas –a varios originarios de los estados de Tamaulipas y Coahuila- por casos de corrupción. También ha habido filtraciones a la prensa estadounidense contra el peñanietismo, que todo indica vienen de la “comunidad de inteligencia” de los Estados Unidos.

Por su parte, Barack Obama ha deportado muchos más mexicanos que sus predecesores y hace unos días se reveló nada menos que la patrulla fronteriza de los Estados Unidos, entrena a niños de ese país (!) para atacar futuros migrantes –presumiblemente, mexicanos.

Por otra parte, en la élite peñanietista se tiene, en cuanto a Cuba, una concepción geopolítica distinta de la que tuvo el calderonismo, el foxismo e incluso el zedillismo en México. Lo que piensan algunos peñistas es que Cuba puede ser vista como una especie de “palanca” para México, que le sirva un poco para enfrentar la presión que sobre los mexicanos ejercen –de modo cada vez más recurrente- los estadounidenses.

Es el secretario de Gobernación de México, Miguel Osorio Chong, quien durante la campaña presidencial de Peña, esbozó esa orientación peñanietista hacia Cuba –aunque ahora es el canciller Meade quien parece ponerla en práctica.

Puede ser discutible si tal política tiene futuro o no, pero lo que sí es un hecho es que hay en la dirigencia peñista una corriente que impulsa esta idea…

Por su parte, durante la reciente entrevista entre Peña y Fidel Castro, ambos mostraron el tacto y la prudencia para no tocar, en su conversación, ni los temas del regreso del PRI al poder, ni los pasados roces diplomáticos entre sus respectivos países.

*”Viajes Presidenciales”, por Soledad Loaeza. México, 30 de enero de 2014. Puede verse en www.soledadloaeza.com.mx

Mañana la segunda parte.

por  / elarsenal.net

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