Peña Nieto: respuestas nulas ante el crimen

Raúl Tortolero

Han pasado ya cinco meses desde que el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto inició y la percepción pública no parece ser de disminución de la violencia en ningún lado. Antes bien, al contrario: lo que encontramos es una serie de nuevos factores detonadores de conflictos armados, de elementos que propician inseguridad, que no abonan en nada a un cambio que muchos esperaban con la llegada del nuevo gobierno.

Las autodefensas en cerca de 10 entidades del país, cada vez mejor organizadas, armadas y financiadas, extrañamente toleradas por los gobiernos estatales y el federal, son un ejemplo del grave deterioro de las estructuras institucionales y de una muy laxa aplicación de la ley, que a nadie conviene.

Las acciones de los “maestros” de la Ceteg en Guerrero, y que llevaron a la destrucción de sedes de varios partidos políticos y edificios gubernamentales en Chilpancingo en días recientes, y peor aún, que causaron terror entre las familias, dan cuenta de una ingobernabilidad que se va haciendo cada día más general. Los “maestros” que actúan como verdaderos vándalos, antes ya habían bloqueado la libre circulación en la carretera del Sol, paralizando el tráfico y afectando a miles de personas.

Las guerrillas están haciendo claros ensayos en las calles, creciendo silenciosamente, echando raíces entre algunos sectores sociales, buscando radicalizar las diferencias políticas y reventar los diálogos, para llevar las cosas a un escenario armado. ¿Ya coinciden algunos grupos guerrilleros con algunos grupos del crimen organizado? ¿Están siendo financiadas por el narco?

Los cárteles del narcotráfico siguen operando a sus anchas sin que haya una desarticulación real de sus mandos. ¿Cuántos detenidos hay por lavado de dinero, por ejemplo en este sexenio? Asesinatos, siguen siendo cosa de todos los días. En el Estado de México, en Michoacán, en Veracruz, en Guerrero.

Las carreteras siguen siendo inseguras y el miedo de miles de ciudadanos a caminar en las plazas de noche es algo muy presente aún. Es decir, el país aún no parece pertenecernos a los mexicanos. Aún México es un lugar “prestado”, en donde nadie está seguro.

Y antes todos estos hechos, cabe preguntar, ¿dónde está una nueva estrategia de seguridad? O si no es nueva, cuando menos que sea eficiente. Pero no lo es. La detención de Inés Coronel Barreras, suegro de Joaquín “El Chapo” Guzmán antes de la visita del presidente de Estados Unidos Barack Obama, no significa realmente gran cosa. Se trata de un hecho aislado. La suma de este tipo de hechos aislados no representa una estrategia articulada.

Si el cobarde asesinato de los dos hijos del colega periodista David Páramo hubiera ocurrido durante la visita de Obama, la protección que brinda el Estado al ciudadano común -y en especial a los profesionales de la comunicación y el análisis, en su libre ejercicio de libertad de expresión-, hubiera quedado aún más penosamente comprometida que como ya lo está hoy. Debe ser esclarecido este doble homicidio cuanto antes. Nuestra solidaridad para con Páramo y su familia.

En suma, el gobierno federal no está sabiendo cómo emitir un mensaje claro y contundente de ir contra el crimen en todas sus modalidades y en todo lugar. Al contrario: está emitiendo un mensaje subliminal no de tolerancia democrática, sino de parálisis e inacción en el combate al crimen que afecta al ciudadano común y corriente cada día.

Tampoco ha sido implementado el esquema de acción de la llamada “Gendarmería”. Nos la habían vendido como la maravilla que iba a sustituir a la Policía Federal, una policía nueva, profesional, que sería de “proximidad”, que iba a poder intervenir en delitos del fuero común. Pero no. No existe la Gendarmería, ni ninguna otra cosa que sirva tampoco.

Y el eventual fracaso al combate al crimen pasa también por la impunidad que aún existe respecto a actuar conforme a Derecho en el #CasoVeracruz, donde los funcionarios involucrados en irregularidades electorales grabadas y denunciadas ante las autoridades, todos colaboraban con el PRI. Se han ido sólo siete de ellos de sus cargos y el secretario de Finanzas, Salvador Manzur, dejó su puesto también. Pero eso no es suficiente y en orden de brindar una imagen legítima y de real combate a la corrupción, debe haber consecuencias para todos parejo.

Si las cosas siguen así, incluso aquellos que ingenuamente votaron por el PRI en julio de 2012, habrán perdido la confianza en que podría mejorar la situación de grave inseguridad en México con la llegada de este gobierno.

El capital político que le dio el triunfo en las urnas a Peña Nieto (basado en billetazos y acarreo), y el que sumó después con la Firma del Pacto por México (hoy en suspenso), y con algunas otras acciones, como atender a Javier Sicilia, o darle un premio de derechos humanos al Padre Alejandro Solalinde, se está desvaneciendo a grandes pasos con la cruda realidad de las Autodefensas, los desmanes de Chilpancingo, el #CasoVeracruz, la toma de Rectoría de la UNAM, la opacidad en las explosiones de Pemex, el asesinato de los hijos de Páramo, más las decenas de ejecuciones que no han cesado, y ante todo ello, la ausencia de toda respuesta organizada del gobierno federal.

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