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Opinión

Que juzgue aquel que siendo enjuiciado demuestre pureza en su actuar.

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La literatura ofrece ejemplos en serie de juicios, tal vez el más conocido sea aquel por el que un hombre es condenado a la crucifixión; desde luego castigo inhumano y a luces innecesario e inmerecido. Pues bien aquel contexto en el que se señalaba y en el que sin análisis se realizara tan alta injusticia podría decirse que se trataba de una época especial o circunstancias que así lo favorecía.

No puedo coincidir en que exista una evolución razonable, notoria o real, frente a actos de tartamudos de la conciencia que no aceptan la pluralidad, que no respetan el derecho del otro y el bien supremo de la libertad de convicción. No puedo estar del lado de un juzgador sin vergüenza alguna de tener la casa sucia, me es imposible la crítica soez de quien internamente ha sucumbido al pecado de manera consiente o por omisión, con pruebas fehacientes, con historias reales y de victimas de su mal actuar.

No se puede seguir poniendo las mil y una veces la otra mejilla, ni perdonar setenta veces siete, antes de alejarse.

Los juicios son actos terrenales que se subsanan en tribunales especializados bajo litigio de cada caso o causa, de ahí en fuera lo demás son habladas, son mofas o blasfemias en muchos casos. No puedes decir a alguien más que coma salado o dulce, que vista rosa o azul, mientras tus atuendos son en pastel y el chamoy es parte de su dieta.

El juicio es un estado que guarda el juicioso en su actuar, pero aun él se puede equivocar y lo mejor es callar antes de salpicar rencor u odio a los demás, si eres líder o representas a una horda debes ser mucho más cuidadoso, has de actuar con cautela. Por fortuna dos que tres mentes respetuosas mantienen el equilibrio terrenal, así como las manos trabajadoras la riqueza de los magnates.

No podemos permitir que ninguna persona envestida con cargos algún cargo público o con popularidad, desate rencor por un gremio, por una persona o sobre un acto sin datos razonables.

Seamos hombres y mujeres amantes de la verdad, creadores del progreso económico, social e intelectual, bajo principios propios que sean intocables ante quienes se atreven a señalar o desdeñar nuestra raza, nuestros gustos o satisfacciones. No van a poder doblar una mente de roble, ni un alma de acero, que este construida de amor, de contento y de sinceridad.

No enjuicie sin plenas pruebas, ni juzgue sin verdades comprobables, pero tampoco se deje guiar por quienes en medios masivos le digan qué es bueno o malo, qué debe ser o qué jamás debería pasar. Use su razón a la que tiene derecho, sea comprensiva  y comprensivo. La libertad que posee úsela para mejorar la lectura, para procurar al vecino, para huir del peligro que hace daño a su mente o a su cuerpo. Apague el televisor, el celular y sus oídos ambos, para negar la entrada a cerrazones de rencor de intolerancia o cinismos.

Amiga y amigo lector, usted debe crear sus propios conceptos de las cosas, más no sea víctima de quienes con juicios burdos puedan afectar su buena razón. Lo más valioso de ser humano, es la sensibilidad por la valía  de la vida, en cuanto lo bello que es vivirla conociéndonos a nosotros mismos para después tratar de hacer una calificación de los otros. Solo decida qué es lo que abona a su felicidad y a la de su familia, pero que los juicios de otros no lo guíen, crea en lo que ha visto y en lo que su buen sentir le hace estar aquí, diga no, a quienes juzgan y con eso incitan al rencor y odio. Abone a lo bueno y lo mejor, que tanta falta le hacen al mundo, abrace lo más que pueda, sonría cada vez que le sea posible y nunca deje de luchar, porque nadie vendrá a hacerlo por ninguno de nosotros.

Arena suelta / Por Tayde González Arias

 

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