¿SNTE, RIP?

En 1932 surgió la Confederación Mexicana de Maestros (CMM). En 1934 nació la liga de Trabajadores de la Enseñanza (LTE). Durante el régimen de Manuel Ávila Camacho fue nombrado ministro de Educación Luis Sánchez Pontón, quien pugnó por la unidad magisterial, la restitución económica y por una educación auténtica.

Sánchez Pontón fue derribado por el clero y la iniciativa privada, quienes patrocinaron y auspiciaron a grupos minoritarios de docentes, que se prestaron a la maniobra para integrar el Frente Revolucionario de Maestros (FRM).

Al general Ávila Camacho le interesaba la integración del magisterio nacional, por lo que, acudió al Partido de la Revolución Mexicana (PRM). Tras esta negociación se efectuó en la ciudad de México el Congreso de Unidad el 26 de diciembre de 1943. Fue en este congreso donde surgió el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). El SNTE nació como producto de la amalgama de todos los grupos magisteriales, residuos de sindicatos, sindicatitos, federaciones y confederaciones de profesores.

Ese alumbramiento estuvo arropado por una especie de destino manifiesto, que se ha expresado durante tres cuartas partes del siglo XX y tres lustros del siglo XXI. En este lapso tan prolongado la dirigencia en turno del sindicato magisterial ha trocado el voto cautivo de sus agremiados, por enormes cuotas de poder: cargos relevantes en la administración pública, gubernaturas, senadurías, diputaciones, presidencias municipales y, recientemente, su propio instituto político, el Partido Nueva Alianza (PANAL).

El SNTE ha padecido tres cacicazgos memorables. De 1949 a 1972 Jesús Robles Martínez prolongó su mandato a través de dirigentes de utilería: Manuel Sánchez Vite, Enrique W. Sánchez, Alfonso Lozano Bernal, Alberto Larios Gaytán, Édgar Robledo Santiago, Félix Vallejo Martínez y Carlos Olmos Sánchez. Durante los 17 años siguientes, Carlos Jonguitud Barrios mostró su músculo a través de cinco líderes sometidos: José Luis Andrade Ibarra, Ramón Martínez Martín, Alberto Miranda Castro, Antonio Jaimes Aguilar y Refugio Araujo del Ángel. El 23 de abril de 1989 asume las riendas del SNTE Elba Esther Gordillo Morales. La suceden en el mando (es un decir): Humberto Dávila Esquivel, Tomás Vázquez Vigil, Rafael Ochoa Guzmán. En 2004 la lideresa chiapaneca cambia las reglas del juego para convertirse en presidenta del Comité Ejecutivo Nacional. Desde su trono hizo lo que le vino en gana: dispuso de las cuotas de los trabajadores, le dio la vuelta al mundo, adquirió bienes muebles e inmuebles al por mayor. Su sueño fue interrumpido por la Procuraduría General de la República (PGR) el 26 de febrero de 2013. Actualmente ocupa un pisillo con vista al mar en una torre de lujo del condominio femenil de Tepepan en el Distrito Federal. Pero la fortuna mal habida sigue intocada, para cuando regrese a su pent house de Polanco.

El actual dueño de las canicas en el SNTE es Juan Díaz de la Torre, originario de la localidad de Santa Gertrudis, Huejuquilla, Jalisco. Este líder se graduó en 1973 como profesor de la Escuela Normal de Jalisco. Desde esa fecha y hasta 1989 trabajó como maestro de primaria y secundaria en su entidad natal. En 1983 estudió pedagogía, en los cursos intensivos, en la Escuela Normal Superior de Nayarit. Entre 1995 y 1996 tuvo su primer cargo público-político-administrativo como subdelegado de participación ciudadana en la delegación Coyoacán de la ciudad de México.

El 8 de junio de 2011, la presidenta del SNTE, Elba Esther Gordillo Morales, lo nombró secretario general, cargo ratificado en 2012. El 28 de febrero de 2013, tras la detención de Gordillo Morales, fue electo presidente del SNTE. El jalisciense se ha caracterizado por mantener un perfil notoriamente bajo, no por falta de ambiciones, ya que fue un alumno destacado de su mentora, sino porque si asoma la cabeza se la corta la PGR. Él fue uno de los firmantes de los múltiples cheques que iban a parar a las manos de la vecina de suite de Andrés Granier.

Díaz de la Torre no cuenta con el respeto de sus agremiados, particularmente, los militantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), porque, en su condición de sospechoso de delito, resulta vulnerable por los cuatro costados. La puntilla se la ha dado la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), al negarle al sindicato el derecho de tutelar la defensa de sus agremiados ante todos los despropósitos de una reforma laboral más que educativa.

¿Será Díaz de la Torre el comisionado del régimen, para pronunciar el Requisquiat in pace al SNTE?

POR JOSÉ C. SERRANO  / COLUMNA MISCELÁNEA / elarsenal.net