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Opinión

“Tornillos y tuercas”: la sexualidad en el catolicismo

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Tragicómica fue la reacción del Cardenal de Morelia, Alberto Suárez Inda, con respecto a la iniciativa presidencial que eleva a rango constitucional el matrimonio entre personas del mismo sexo. Iniciativa que, como se sabe, fue firmada por el Presidente Enrique Peña Nieto durante el acto conmemorativo delDía Internacional contra la Homofobia, el pasado 17 de mayo, y que se puede consultar en la siguiente liga:

http://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/92501/reforma-art-4-constitucional.pdf

Pues bien, el Cardenal Alberto Suárez Inda, conocido por ser uno de los representantes más conservadores del clero católico, durante una entrevista radiofónica (19 de mayo) afirmó que la Iglesia Católica se opone a los matrimonios igualitarios, debido a que éstos no cumplen con el requisito biológico para transmitir la vida a través de la procreación, a saber: la complementariedad sexual entre el “macho” y la “hembra”. Esta idea forma parte de la tradición católica desde hace muchos siglos, y ninguna ley positiva puede contravenirla, dijo el purpurado.

De hecho, el Cardenal de Morelia se aventó la puntada de referirse al matrimonio tradicional a partir de una metáfora: “Yo tengo un tornillo, lo que necesito es una tuerca, no otro tornillo”.

Y, en efecto, al menos hasta ahora la procreación humana necesita de la fusión de los gametos masculinos (espermatozoides) y de los gametos femeninos (óvulos). Quizá mañana, gracias a laclonación, a la cual también se opone la Iglesia Católica, este “requisito” pueda ser superado.

Pero, más allá de la biología a la que correctamente apela el señor obispo, éste pasa por alto tres cosas fundamentales:

La primera de ellas es que muchas personas deciden unir sus vidas en matrimonio sin la idea de tener descendencia, cosa que se les debe agradecer mucho en un mundo tan poblado como el nuestro debido a las ideas que han sido impulsadas por organizaciones retrógradas e irresponsables, como la Iglesia Católica. Ideas del tipo: “Crezcan y multiplíquense”, “Tengan todos los hijos que Dios les mande”, “Los hijos son bendiciones”, “Dios proveerá”, “No a los anticonceptivos”, “No al aborto” y más sandeces por el estilo.

La segunda de ellas, es que ya existen formas distintas a las tradicionales para integrar hijos a una familia, como son la adopción, los vientres de alquiler, los bancos de semen y la donación de óvulos. La ciencia y el Derecho han puesto al servicio de la gente formas para tener hijos muy distintas al coito matrimonial con fines procreativos.

La tercera de ellas, es que en todos los matrimonios, o al menos en el 99.99% de ellos, los cónyuges tienen relaciones sexuales no tanto para tener hijos, sino para tener orgasmos (o, al menos, eso es lo que intentan). Aunque les duela a los espíritus gazmoños y puritanos, la sexualidad dentro del matrimonio se orienta, esencialmente, a la búsqueda y a la consecución del placer carnal, no al ejercicio de la procreación.

Claro, es difícil hacerle entender todo lo anterior a un ministro de culto del catolicismo, porque el catolicismo es una mitología en donde el placer está básicamente proscrito, sobre todo el placer lúbrico.

La mitología católica está reñida, desde sus inicios y de manera estructural, con la potencialidad sexo-erótica del cuerpo humano. Esto explica que buena parte de la población católica, comenzando por sussacerdotes y monjas, sea proclive a sufrir agobiantes padecimientos mentales y trastornos conductuales en relación con su sexualidad.

Muy enferma debe estar una organización, como la Iglesia Católica, que considera una “virtud” el hecho de que una persona opte por la vida célibe y virginal, renunciando a los placeres de la vida sexual. La renuncia al goce sexual como requisito para “amar y servir al prójimo”, exhibe la miseria humana de la vida ministerial dentro de la Iglesia Católica. Por eso, esta organización tiene a tantas monjas y a tantos sacerdotes en neurosis agudas permanentes, con énfasis en la depresión y la iracundia. Y no olvidemos a todos los sacerdotes que incurren en delitos sexuales tras una buena carga de represión carnal.

Y, bueno, cuántos feligreses católicos viven, tristemente, en condición de “mal cogidos”, o sea, en condición de insatisfechos con respecto a su propia vida sexual, trasladando continuamente esta insatisfacción a otros ámbitos de su vida, como el familiar, el laboral y el social.

El catolicismo les ha hecho mucho daño a muchas personas. Esta mitología ha contribuido, decisivamente, a la infelicidad humana. Pero, bueno, ¿qué se puede esperar de una mitología cuyo principal objeto de adoración es un hombre masacrado y colgado en una cruz?

Entendemos que la iniciativa del Presidente Enrique Peña Nieto colocará a los homosexuales en un plano de igualdad con respecto a los heterosexuales en relación con la institución jurídica del matrimonio, y esto es positivo, porque significa que, en nuestro país, se aplicará de manera congruente el principio constitucional de no-discriminación.

Finalmente, los homosexuales tienen todo el derecho de comprobar, por sí mismos, que el matrimonio es una institución caduca y obsoleta.

POR  / Profesor UAM-Xochimilco y UPN-Ajusco /  CIUDADANO CEROCOLUMNAS / elarsenal.net

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