Opinión
Un despiste de Emilio Chuayffet

Proveniente de la última generación de políticos priistas exquisitamente cultos (López Portillo, Jesús Reyes Heroles, Carlos Salinas, José Carreño Carlón…), a Emilio Chuayffet le falta razón cuando asegura que el bullying es un fenómeno que tiene origen en casa y no en la escuela.
Hay una dosis de fatalismo, resignación e indiferencia en la consideración del secretario de Educación Pública: habría que aceptar, entonces (de manera inexorable) que la sociedad mexicana tiene una capacidad muy particular para ser sanguinaria.
Darle razón a Henry Kissinger, quien igualó a México y China, al asegurar que, chinos y mexicanos, acumulan gérmenes de gran violencia por proceder de sociedades crueles y sicopáticas. ¿Dónde quedan, pues, los ejemplos de humanidad ejemplar de la sociedad civil durante los sismos de 1985?
En estos momentos, al menos, son las escuelas mayor fuente de violencia que los hogares, debido a la mala calidad de nuestra educación pública: 70 por ciento de los niños termina la primaria sin leer con fluidez ni comprender textos.
Según la propia SEP, los egresados de primaria deben leer 125-134 palabras por minuto y los de secundaria 155-160, pero sólo 3 de cada 10 está dentro del estándar de lectura y comprensión, además de que en la mitad de los estudiantes de 15 años, el dominio del lenguaje no llega a ser ni elemental.
Son esos niños y jóvenes los que llegan a sus casas con sus padres, procedentes de la escuela. Vamos: todo aquello que sucede dentro de la escuela tiene, indiscutiblemente, un significado educativo. Aunque exista, por supuesto, una influencia de la familia y todos los factores violentos que rodean a los niños fuera de la escuela.
Lo explicó, con su proverbial claridad, en su columna semanal en La Razón, el martes, el especialista en derechos humanos Mauricio Farah:
“Se educa con el pizarrón, pero también con el tipo de convivencia que se genera fuera del aula (donde la red es un nuevo desafío educativo). Una gran cantidad de nuestros niños está recibiendo el mensaje de que las agresiones se pueden cometer con impunidad”.
En el caso más reciente de bullying mortal (el niño Héctor Alejandro, el 20 de mayo en Ciudad Victoria, Tamaulipas), la maestra que solapó el hecho con su displicencia no está preparada para estar al frente de un salón: no siquiera es egresada de Escuela Normal y su madre se jubiló y le heredó su lugar.
Esa “maestra” permitió que compañeros del niño Héctor Alejandro lo azotaran contra la pared, carece de título profesional, ya que lleva cursado sólo el 75 por ciento de la carrera y la ley del Servicio Profesional de carrera de la SEP le impide ocupar la plaza.
Debe ser Kissinger quien esté equivocado.
Por Rubén Cortés / elarsenal.net
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