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Por qué dejamos las cosas para después?
Todos hemos experimentado alguna vez la tentación de posponer una tarea importante y dedicarnos a otras actividades más placenteras pero menos relevantes. A este fenómeno se le conoce como procrastinación, y puede afectar nuestra productividad, nuestro bienestar y nuestra autoestima.
¿Qué es la procrastinación?
La procrastinación es el acto de dejar las cosas para después, de aplazar hacer algo, simplemente porque «no queremos hacerlo». Aunque ese algo sea lo más importante del mundo, lo dejamos para después y nos dedicamos a otras cosas menos importantes.
La procrastinación no es lo mismo que la pereza, ya que el procrastinador no está inactivo, sino que realiza otras tareas que le resultan más gratificantes en el corto plazo, pero que no contribuyen a sus objetivos a largo plazo.
¿Por qué procrastinamos?
Existen diferentes motivos por los que las personas procrastinan, y pueden variar según cada caso. Algunos de los más comunes son:
- Sentimiento de inferioridad: algunas personas tienen baja autoestima y creen que no son capaces de lograr lo que desean o de merecer algo positivo. Esto les genera ansiedad y miedo al fracaso, y les lleva a evitar enfrentarse a los desafíos.
- Depresión: las personas que sufren de depresión pueden tener dificultades para concentrarse, para motivarse y para disfrutar de las actividades. Esto les hace perder el interés por sus responsabilidades y buscar refugio en otras distracciones que les alivien temporalmente su malestar.
- Perfeccionismo: los perfeccionistas tienen altos estándares de calidad y exigencia, y se frustran cuando no los cumplen. Esto les hace procrastinar para evitar sentirse insatisfechos o decepcionados con su trabajo, o para justificar su bajo rendimiento.
- Exceso de confianza: algunas personas confían demasiado en sus habilidades y creen que pueden hacer las cosas en poco tiempo y sin esfuerzo. Esto les hace subestimar la dificultad y la duración de las tareas, y dejarlas para el último momento, lo que puede comprometer su calidad y su puntualidad.
- Baja tolerancia a la frustración: las personas que tienen poca tolerancia a la frustración se desaniman fácilmente cuando encuentran obstáculos o dificultades en sus tareas. Esto les hace abandonarlas o postergarlas para evitar el malestar que les producen.
- Parálisis del análisis: las personas que sufren de parálisis del análisis se obsesionan con planificar y analizar todos los detalles y posibilidades de sus tareas, sin pasar a la acción. Esto les hace perder tiempo y energía, y retrasar el inicio o la finalización de sus proyectos.
¿Cómo dejar de procrastinar?
La procrastinación puede tener consecuencias negativas para nuestra vida personal y profesional, como estrés, ansiedad, culpa, baja autoestima, pérdida de oportunidades, conflictos con los demás, etc. Por eso, es importante aprender a superarla y a gestionar mejor nuestro tiempo y nuestras prioridades.
Algunas estrategias que pueden ayudarnos a dejar de procrastinar son:
- Establecer objetivos claros y realistas: debemos definir qué queremos lograr, cómo lo vamos a hacer, cuándo lo vamos a hacer y por qué lo vamos a hacer. Los objetivos deben ser específicos, medibles, alcanzables, relevantes y temporales (SMART, por sus siglas en inglés).
- Dividir las tareas en sub-tareas más pequeñas y sencillas: debemos descomponer las tareas grandes y complejas en partes más simples y manejables, que nos resulten más fáciles de afrontar y de completar. Así, evitamos sentirnos abrumados y aumentamos nuestra sensación de progreso y de logro.
- Priorizar las tareas según su importancia y urgencia: debemos identificar cuáles son las tareas más importantes y urgentes, y hacerlas primero, antes de dedicarnos a otras menos relevantes o que pueden esperar. Así, optimizamos nuestro tiempo y evitamos el estrés de acumular trabajo pendiente.
- Establecer plazos y recompensas: debemos fijar una fecha límite para terminar cada tarea, y cumplirla. Además, debemos premiarnos por cada tarea completada, con algo que nos guste y nos motive, como un descanso, un capricho, un elogio, etc. Así, aumentamos nuestra motivación y nuestra satisfacción.
- Eliminar o reducir las distracciones: debemos evitar o minimizar los elementos que nos distraen o nos tientan a procrastinar, como el teléfono, las redes sociales, la televisión, el ruido, etc. Así, mejoramos nuestra concentración y nuestra productividad.
- Buscar apoyo y ayuda: debemos contar con el apoyo y la ayuda de otras personas que nos animen, nos orienten, nos asesoren o nos acompañen en nuestras tareas. Así, nos sentimos más respaldados y comprometidos con nuestros objetivos.
Conclusión
La procrastinación es un hábito muy extendido y perjudicial, que puede afectar a todos los ámbitos de nuestra vida. Sin embargo, se puede superar con voluntad, constancia y estrategias adecuadas. Dejar de procrastinar nos permite aprovechar mejor nuestro tiempo, cumplir con nuestras responsabilidades, alcanzar nuestras metas y sentirnos más felices y realizados.
Abimael Arana Monje
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