Salud y Familia
Pesarse: por qué es necesario, cómo y cuándo hacerlo

Pasar por la báscula, algo que muchas veces es tomado como una necesidad más estética que saludable, es necesario y debe realizarse con cierto criterio. Desde que nacemos, el dato de nuestro peso nos acompaña como comprobante de salud. Las tablas y gráficas de percentiles sirven de referencia para determinar la evolución del crecimiento del niño y detectar problemas como la obesidad infantil, cuyo abordaje temprano condiciona el éxito.
Sin embargo, salvo cuando hay una razón médica, o tal vez deportiva, al dejar Pediatría se abandona también la saludable costumbre de saber cuánto se pesa.
Desde Eroski Consumer exponen las principales razones para seguir conociendo el peso, se explica cuándo pesarse y cómo y se reflexiona sobre las tablas de medidas.
Por qué pesarse
Si se está a dieta para ganar o perder peso, o se está embarazada, o cumpliendo un tratamiento médico que así lo paute, subirse a la báscula es obligatorio. Sin embargo, el resto del tiempo se hace poco uso de ella.
Conservar el peso constante en la edad adulta, por lo general, no es tan fácil.
El incremento de peso es lo habitual. Así, cuando se es joven, la báscula está fuera de la vida por despreocupación, pero conforme se ganan años (y kilos) este importante instrumento se arrincona en el baño para evitar enfrentarse a ello.
Es entonces cuando empiezan los regímenes imposibles, las operaciones biquini, incluso otras acciones insensatas y peligrosas, como recurrir a la toma de productos sin fundamento científico.
A esto se suma, y es la tercera razón, la pérdida de oportunidad de saber por uno mismo, al margen de otras estadísticas, cuál es su peso saludable, el que se corresponde a sus características individuales.
El peso individual que parte de un desarrollo equilibrado y mantenido en el tiempo permite estar sano y llevar una dieta heterogénea y equilibrada en una vida con presencia de ejercicio habitual y constante.
Cuándo y cómo hacerlo
Existe casi unanimidad en indicar que uno debe pesarse una vez a la semana, por la mañana nada más ir al baño, en la misma balanza, descalzo, desnudo o con el pijama. Hay que tener presente que, según la ropa, el peso puede fluctuar entre 500 gramos y un kilo.
En el caso de las mujeres, en la semana premenstrual el peso puede aumentar incluso dos kilos, puesto que se retienen líquidos, así que el resultado de esos días no es indicativo.
Si se opta por acudir a una báscula comercial, hay que intentar también que sea siempre a la misma hora, en la misma báscula y, si bien no será con la misma ropa, sí con el mismo número de prendas, para poder analizar bien el dato.
En la vida cotidiana, la línea del peso debería ser constante.
Pero las personas somos muy complejas y, aunque en apariencia la vida no se vea alterada de una manera contundente, en algunos periodos se come peor, se saltan comidas, se come fuera de casa, se suceden eventos, vacaciones, buffets… o se interrumpe la actividad física. En ese momento, la línea del peso comenzará a ascender, o descender.
La ventaja de recabar datos semanales o periódicos que puedan reflejarse en una gráfica es que en menos de un mes, antes de que la ropa comience a evidenciar lo que el peso detecta, uno puede saber que está engordando, o adelgazando.
Al contemplar la línea tan de cerca es fácil no engañarse e identificar las razones de por qué se ha cogido, o se ha perdido, peso. Y no hay duda de que conocer las causas es el primer paso para darle solución.
La báscula, el IMC y otras medidas
El peso responde a la situación corporal. Una persona adulta con una vida sana, una dieta heterogénea y una actividad física regular, sin ningún condicionante sanitario o de otra índole, debe presentar un peso normal y saludable.
Pero ¿de qué cifras estamos hablando? Para dar respuesta a esta pregunta se desarrollaron las medidas antropométricas, como son el Índice de Masa Corporal (IMC), la circunferencia de cintura (CC), la razón cintura-cadera (RCC) y la razón cintura-estatura (RCE).
De ellas, el IMC, también conocido como Índice de Quetelet, relaciona el peso con la talla de una persona. Este índice se utiliza desde el año 1871, pero es importante tener en cuenta que un especialista es quien debería interpretarlo, ya que el resultado no es siempre válido.
El IMC tiene sus limitaciones: no atiende al posible exceso de grasa (marcador de sobrepeso u obesidad), ni tampoco al aumento de la masa muscular, por lo que puede dar lugar a confusión.
Por eso, en el momento de conocer la composición corporal es importante saber otros parámetros, como el índice de grasa corporal.
Además, hay otros condicionantes de la morfología corporal: en las mujeres, el porcentaje medio de grasa corporal total es superior al de los hombres en relación con la talla; y los ancianos pueden perder peso, pero no grasa.
En definitiva, si una persona sabe cuál es su peso saludable, alcanzarlo y mantenerlo dependerá de su estilo de vida, de su alimentación equilibrada, del ejercicio que practique y de tomar conciencia de sí misma. En ese conocimiento y en esa aceptación está el secreto para convertir la báscula en una aliada de peso.
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