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La historia de Imer, uno de los miles de niños que intentan cruzar solos la frontera

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En las últimas semanas el gobierno de Barack Obama se ha visto desbordado por la llegada masiva de miles de niños migrantes indocumentados, mexicanos y centroamericanos, que cruzan solos la frontera de México y Estados Unidos para reunirse con sus familias emigradas.

La Patrulla Fronteriza estadounidense estima que unos 70.000 menores podrían ser detenidos intentando entrar al país de forma irregular a lo largo del año fiscal 2014, principalmente por el sur de Texas. La Patrulla Fronteriza estima que unos 70 mil niños podrían ser detenidos tratando de cruzar la frontera a lo largo del año fiscal 2014, principalmente por el sur de Texas.

El presidente Barack Obama, anunció la semana pasada la formación de un grupo de coordinación entre agencias federales para afrontar la crisis humanitaria generada por el aumento de niños inmigrantes que cruzan solos la frontera, que se calculan en más de 60.000 al año.

 Esta es la historia del pequeño Imer Hernández, un salvadoreño de once años que realizó sin éxito el peligroso viaje clandestino que separa a estos niños de sus familias, residentes al otro lado del valle del Río Bravo.

La salvadoreña Blanca Hernández llegó hace diez años a Estados Unidos, donde trabaja sin papeles cuidando niños en casas.

Como muchas mujeres migrantes, dejó en El Salvador a su primer hijo, en aquel entonces un bebé de un año, a cargo de su abuela materna en el condado de San Miguel.

Desde entonces, la mayor obsesión de esta madre, que vive en California junto a sus otras dos hijas pequeñas, ha sido “traer a mi hijo a Los Angeles”, cuenta a 20minutos.

Desde que la situación de inseguridad empeoró en El Salvador, “por la extorsión de las pandillas y la violencia callejera”, el pequeño Imer le repite al teléfono: “mamá sácame de aquí, tengo miedo, llévame contigo”.

Hernández, que sabe lo que es llegar a un país sin plan ni papeles, durante años se mantuvo firme ante las demandas constantes del niño.

“Nunca me atreví a traerlo porque sé lo que se pasa y no quería que siendo tan chiquito estuviera expuesto a una situación tan dura.  Le dije que no era fácil,  pero él me machacaba cada vez que hablábamos por el celular…me llamaba a cada rato y me decía: ¿Mamá es que no me quieres? ¿por qué no me llevas contigo?”.

Finalmente, “logré reunir la plata y decidí que sí lo iba a intentar porque él vivía con el miedo de que le fueran a hacer algo allá”.

Consciente del peligro y del largo camino que supondría para el niño, Blanca cerró el trato por teléfono con “un hombre que vive en la frontera entre Honduras y Guatemala” para que cruzase a Imer a Estados Unidos.

Una conocida hondureña residente en Los Angeles le dio el contacto. “Yo sabía que había riesgos, y que era un delito, pero ella me dijo que se podía hacer y que conocía a una persona que podría traerme al niño. Me pedía 2.500 dólares, pero le dije que no tenía esa plata, así que finalmente acordamos que lo haría por 2.000”.

El pasado 26 de abril la abuela de Imer lo llevó hasta la frontera con Honduras y se lo entregó a un hombre. “Allí había otra niña de 13 años también de El Salvador, los dos viajaron con el tipo hasta la frontera de Guatemala, donde el señor al que yo pagué los estaba esperando para cruzar México con ellos”. 

Tras pasar de mano en mano en las fronteras de Centroamérica, en la madrugada del día 28, la madre habló con su hijo por última vez antes de perder el contacto por más de dos semanas: “Me dijo que se encontraban bien y que ya habían cruzado a México, que estaban en un motel en Tapachula”, en Chiapas.

Pero, justo al día siguiente, “me contactó el señor que me lo traía y me dijo: ‘doña el niño está bien pero le van a llamar unas personas porque nos agarraron, caímos…’, ahí la llamada se cortó y no supe más nada”, explica la madre.

Dos semananas desaparecido

Fue entonces cuando comenzaron las noches en vela y la angustiosa búsqueda de Blanca por dar con el paradero del pequeño “buscando teléfonos en Internet y llamando a todas partes en México, pero nadie me decía nada, ni me daba información de mi hijo, sólo de la niña con la que viajaba él”, recuerda.

Durante las dos semanas que Imer estuvo desaparecido en México Blanca lo intentó todo.

“Fui al consulado de México y allí me dijeron que no podían hacer  nada y me mandaron a mi consulado en Los Ángeles, así que me presenté en el consulado salvadoreño acá y les conté mi historia pero no me ayudaron.

Estuve llamando una semana entera y siempre me decían lo mismo, que no había registro del niño y que lo seguirían intentando”.

Hasta que el 9 de mayo “recibí esa llamada”. Feliz al escuchar que le hablaban desde Houston, en Texas, la respiración de Blanca cambió cuando le pidieron más dinero por entregarle a su hijo con vida.

“Me amenazaron con hacerle daño si no depositaba 2.500 dólares en una cuenta en una hora. Les dije que no tenía la plata pero que la reuniría y que quería hablar con mi hijo, escuchar su voz.

Entonces me dijeron que yo no sabía con quién estaba hablando… que eran de una mafia mexicana y que querían el dinero en 30 minutos: ‘Si no pagas en tu conciencia quedará la muerte de tu hijo.

Lo devolveremos y le sacarán los órganos”, narra la madre.

“Ya sé el camino, iré solo”

Desesperada, Blanca pidió ayuda a El Rescate, una organización salvadoreña de refugiados con sede en Los Ángeles. Fue allí donde le aconsejaron acudir a la oficina del alguacil del condado.

La madre se armó de valor:  “Yo temblaba camino al Sheriff. Pero me daba igual no tener papeles, no me importaba qué me ocurriese a mí, además había hecho algo ilegal intentando traer a mi hijo así, pero necesitaba ayuda, tenía que saber si el niño estaba o no en Houston”.

Hernández cuenta que permeció en la oficina del Sheriff hasta las tres de la madrugada.

“Me dijeron que no me moviera de allá y entonces no sé cómo le hicieron, pero llamaron a dos investigadores para que averiguaran sobre qué le había ocurrido a mi hijo. Entonces los detectives me confirmaron que Imer estaba en Chiapas con las autoridades de inmigración mexicanas, y que estas personas sólo querían robarme más dinero”.

El sábado 10 de mayo, día de las madres, “recibí el mejor regalo de mi vida, escuché la voz de mi hijo”. Cuando el niño se puso al teléfono le dijo a su madre: “Mami, lo voy a volver intentar, no voy a rendirme, yo ya sé el camino, iré solo”. Pese a la valentía que muestra el pequeño, la madre se siente agradecida de que su hijo esté con vida y asegura que, aunque conserva las mismas ganas de vivir con Imer en California, tiene miedo y “no quiere volver a pasar este susto”.

La historia del pequeño Imer, hoy a salvo y de regreso en El Salvador a cargo de su abuela, la viven miles de niños mexicanos y centroamericanos que a diario son detenidos por las fuerzas fronterizas de inmigración en México y Estados Unidos, tratando de cruzar solos los fronteras de forma irregular para reunirse con sus familias.

20minutos.com.mx

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