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México

La ciencia demuestra la existencia histórica de Jesucristo

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  • Escritos y descubrimientos arqueológicos son compatibles con los personajes y lugares mencionados en los cuatro evangelios

Por Mauricio Alcocer Ruthling, Académico del Decanato de Diseño Ciencia y Tecnología de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG)

Los adelantos de la ciencia, de la arqueología y la investigación de textos antiguos confirman la existencia histórica de Jesucristo, así como los personajes y lugares donde él estuvo.
En una ocasión, Jesús llegó a preguntar a sus discípulos qué pensaba la gente de él. Ellos le comentaron que la gente decía que podría ser tal o cual profeta de la antigüedad, e inclusive que podría ser Juan el Bautista vuelto a la vida. La respuesta correcta vino de San Pedro cuando le dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Las opiniones y las teorías sobre su persona siguieron después de su muerte, hasta nuestros días.
Por ejemplo, se ha afirmado que Cristo era un mago; en otras ocasiones, un revolucionario; inclusive, más de una vez se postuló que Jesús nunca existió, que la mayoría de los lugares, personajes y eventos del Nuevo Testamento fueron inventados.
Sin embargo, la ciencia está permitiendo esclarecer la historicidad de Jesucristo. En los últimos años se ha podido constatar la existencia de muchas de las personas que figuran en los Evangelios, y de manera especial los relacionados con la Pasión. También se han podido identificar como históricas las poblaciones, sinagogas y otros sitios donde estuvo Jesús.
Para confirmar la historicidad de un personaje de la antigüedad, el Dr. Peter Williamson propone un proceso parecido a un juicio. Un primer paso es examinar a los testigos de un evento, la credibilidad de los testigos, interpretar la evidencia y llegar a un veredicto.
Finalmente, determinar cuál explicación es la mejor y cuáles son sus implicaciones. En el caso de Jesucristo, al no haber testigos vivos, hay que recurrir a documentos históricos y a evidencia de la arqueología. Claramente, una de las fuentes principales sobre su vida son los cuatro Evangelios (San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan), escritos de 30 a 70 años después de su muerte, pero existen otras fuentes fuera de la Biblia que atestiguan la existencia de Cristo.
Una fuente importante es la obra de Flavio Josefo, un historiador que nació en Jerusalén entre el año 37 o 38 de nuestra era. Estuvo involucrado en la revuelta judía del año 66, luego se hizo ciudadano romano y en el año 93 completó su obra literaria Antigüedades judaicas. Ahí menciona a Jesús en el siguiente pasaje:

Había por esta época un hombre sabio, Jesús, si es que es lícito llamarlo un hombre, pues era un hacedor de maravillas, un maestro tal que los hombres recibían con agrado la verdad que les enseñaba. Atrajo a sí a muchos de los judíos y de los gentiles. Él era el Cristo, y cuando Pilato, a sugerencia de los principales entre nosotros, le condenó a ser crucificado,
aquellos que le amaban desde un principio no le olvidaron, pues se volvió a aparecer vivo ante ellos al tercer día; exactamente como los profetas lo habían anticipado y cumpliendo otras diez mil cosas maravillosas respecto de su persona que también habían sido preanunciadas. Y la tribu de cristianos, llamados de este modo por causa de él, no ha sido extinguida hasta el presente.

Por otro lado, el historiador romano Tácito (56 a 118) menciona a “Cristo” en sus Anales,
escritos hacia el año 116 al hablar sobre Nerón y el incendio de Roma en el año 64. Informa de la sospecha que existía de que el propio emperador había ordenado el fuego y anota lo siguiente:
Para acallar el rumor, Nerón creó chivos expiatorios y sometió a las torturas más refinadas a aquellos a los que el vulgo llamaba “cristianos”, (un grupo) odiado por sus abominables crímenes. Su nombre proviene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato. Sofocada momentáneamente, la nociva superstición se extendió de nuevo, no solo en Judea, la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde convergen y se cultivan fervientemente prácticas horrendas y vergonzosas de todas clases y de todas partes del mundo.

Existen muchos otros escritos no cristianos que mencionan a Jesucristo, sumando a la evidencia de su existencia. Entre ellos están los textos de Plinio el joven y Suetonio.
La arqueología moderna también ha aportado muchos elementos a la comprobación de Jesús como personaje histórico. El Dr. Titus Kennedy, autor del libro Excavating the Evidence for Jesus, hace una interesante descripción de los artefactos arqueológicos relacionados con la vida de Jesús. Empezando por el nacimiento de Jesús, la arqueología descubre una piedra con inscripciones que hablan de un censo general ordenado por César Augusto, comprobando la autenticidad del relato de san Lucas cuando narra los sucesos relacionados con el nacimiento de Jesús. Su nacimiento sucedió durante el reinado de Herodes el Grande, una persona sumamente obsesionada con el poder político, siempre observando lo que hacían sus rivales. Este celo lo llevó a cometer varias atrocidades, inclusive llegó a matar a tres de sus propios hijos, como consecuencia de la sospecha que le querían quitar el poderío. Así, no es difícil creer que haya mandado matar a varios niños en Belén buscando evitar la existencia Jesús, una persona identificada como rey en las escrituras.

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