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Opinión

Allá ellos

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El martes 17 de mayo de 2016, el presidente Enrique Peña Nieto firmó una iniciativa para reconocer en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos el matrimonio entre personas del mismo sexo. En su discurso expresó que con una modificación al artículo 4o. constitucional, se reconocerá como “un derecho humano que las personas puedan contraer matrimonio sin discriminación alguna”. Esto lo dijo rodeado de defensores de la diversidad sexual.

Tras esta osadía, la Arquidiócesis de México difundió un texto encabezado por una pregunta: ¿Por qué la Iglesia se opone al matrimonio gay? La jerarquía católica hilvana algunas opiniones sobre una serie de prácticas sexuales y su rechazo a que la ley reconozca el derecho de todas las personas a contraer matrimonio.

Para la Arquidiócesis, el matrimonio entre personas del mismo sexo es también un “riesgo que provoca daños a la salud física, psicológica y espiritual”.

El medio de comunicación de la Arquidiócesis, Desde la fe, tiene un tiraje de 625 mil ejemplares semanales encartados en 70 periódicos católicos. Su misión es “orientar en la fe a la comunidad católica de México”, y la aplicación de ésta en la vida cotidiana. Es la tribuna en la que se instala la clerigalla que le quema incienso al cardenal Norberto Rivera Carrera. 

Ante el embate del fanatismo desbordado de la clerecía contra quienes han aceptado, afuera del clóset sus preferencias amorosas, psicólogos y médicos expertos en salud sexual en México, rechazan la posición de la Iglesia católica de que el matrimonio entre personas del mismo sexo es un “grave problema de salud pública”. Destacan que la aparición del virus del SIDA ocurrió entre parejas heterosexuales.

Estudiosos de la conducta de quienes profesan la actividad sacerdotal, han descubierto graves desórdenes tanto en su comportamiento personal como en el ejercicio de su ministerio. Estos investigadores en sus informes asientan enfáticamente, que las sotanas y los hábitos sirven para disimular la homosexualidad, la pederastia, los amasiatos  y cuanta parafilia les cause placer a estos expertos en el manejo de la moralina.

Entre los casos sobresalientes figuran los nombres de Marcial Maciel Degollado, Nicolás Aguilar Rivera, Manuel Ramírez García, Eduardo Córdova Bautista, Noé Trujillo, Guillermo Gil Torres, Francisco Javier Trujillo, José de Jesús Rodríguez, Noé Francisco Estrada Hernández. Todos han tenido un protector que solapa sus desmesuras. Los cambian de templo enviándolos a otras diócesis y, en caso necesario, sacándolos del país. 

La doctora en antropología Marcela Lagarde y de los Ríos, en el mes de septiembre de 2005 dio a conocer la cuarta edición de su libro Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. En cada caso aporta sus pormenores distintivos. De las monjas dice que “la obediencia es la piedra de toque de la vida religiosa. Para ellas significa la internalización del poder en posición de subalternas.

“La castidad: los religiosos pueden romper esta prohibición y mantener relaciones ocultas con mujeres o con hombres, sin que nadie se dé cuenta, por la sencilla razón de que el erotismo no deja marca en su cuerpo.

“Las monjas no pueden transgredir el voto de castidad sin ser descubiertas, ya que si tienen relaciones eróticas (genitales) con varones, su cuerpo se modifica, quedan sin himen y pueden quedar embarazadas.

“El celibato: de manera clandestina, los religiosos que andan en el mundo pueden tener hijos, amantes y concubinas, siempre y cuando guarden las apariencias. Se dice de muchos curas que tienen sobrinos y ahijados, que en realidad son sus hijos. Se dice que cohabitan con mujeres en las casas parroquiales… Se asegura también que algunos tienen amantes varones: son sus ayudantes, acólitos, criados, secretarios…”

¿Quiénes tienen más cola que les pisen? En fin, como diría el Padre Amaro: ¡Allá ellos! 

POR  / COLUMNASMISCELÁNEA / elarsenal.net

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