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Opinión

Detener al Z-40 no cambia nada

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La detención de Miguel Ángel Treviño -el llamado Z-40- es un simple golpe publicitario. Se trata sólo de la tinta del pulpo que ensombrece las aguas en el intento por esconder el hecho contundente de la ausencia de una estrategia real de combate articulado contra la inseguridad, luego de que ya ha transcurrido un semestre con este nuevo gobierno federal.

La Marina-Armada de México detuvo sin balas a este capo auténticamente terrorista y depredador. El trabajo de inteligencia de la Marina siempre ha sido digno de admiración. Es de lo mejor que tiene este país. Tienen estrategias claras, un desempeño bien organizado, bien planeado, operado a la velocidad del rayo, y con resultados muy contundentes.

Pero por desgracia éstas no son características que definan al gobierno federal en su conjunto. No son las características por las que se estén dando a conocer la suma de instituciones que se encargan de la seguridad en nuestro país.

Lo que realmente sucede es que brilla por su ausencia una estrategia integral que considere como prioridad disminuir los índices de violencia –que hoy son idénticos prácticamente a los del último semestre del sexenio anterior–, así como recuperar la soberanía del Estado en tantos territorios que hoy son tierra de nadie, ya sea del crimen organizado o de autodefensas.

Y claro, desarticular las estructuras de todos los cárteles, empezando por sus bases sociales, sustento financiero, cuentas bancarias, y por supuesto, amplios cobijos de funcionarios de todos los niveles de gobierno, y dentro de los tres poderes de la Unión, así como empresariales y políticos.

No sólo no contamos con nada de esto aún, sino que tampoco está operando la tan cantada Gendarmería, que en teoría habría de funcionar como policía de proximidad, interviniendo ante delitos del fuero común en todo el país, y no sólo ante delitos federales, haciéndose así estos uniformados, mucho más cercanos a las verdaderas necesidades de la población. Fuentes del Ejército me han comentado fuera de grabación que no habrá ninguna Gendarmería ni ahora ni después.

¿Cuántos cientos de miles de mexicanos por desgracia colaboran hoy en cualquiera de los niveles de participación con alguno de los cárteles mexicanos, dentro o fuera de territorio nacional? Colaboran como campesinos, laboratoristas, químicos, como transportistas, pilotos, choferes, burreros, halcones, como vendedores en puntos comerciales, proveedores de armas, prestanombres, cobradores, extorsionadores, como contadores, como guardias, como inteligencia, como sicarios, como empresas fachada, como protección desde los gobiernos, como líderes de plaza, como base social, como infiltrados en las policías o agencias anticrimen, como enlaces con otros cárteles dentro y fuera del México, y un larguísimo etcétera.

¿Qué es, en este contexto, la detención de un capo como el Z-40? No mucho. ¿Pasó algo cuando supuestamente fue asesinado Heriberto Lazcano -alias “El Lazca”- en Coahuila? Nada. No pasó nada. Ahí están las estadísticas. Un nuevo líder sustituye al anterior y eso es todo.

Cada vez que un capo cae, la llegada del nuevo representa nueva violencia, en el intento por generarse un nuevo equilibrio. Todo ha seguido igual. Índices de homicidios asociados al narco, demasiado similares. Los secuestros, en algunas entidades, al alza. Miedo en carreteras federales, estatales, caminos rurales, municipios intransitables, continúa. No hay cambios sustanciales.

Ahora bien, un gobierno como lo es el del presidente Enrique Peña Nieto, dado a eventos en pomposos, bien organizados, con logística de primera, ¿por qué no ha podido presentar aún una estrategia integral contra la inseguridad?

Simplemente no quieren hacer suyo el tema de la inseguridad. Ese pareciera haber sido el tema del pasado presidente Felipe Calderón. ¿Por qué traer al presente temas de otros?, tal vez estén pensando ahora los priístas. Mejor es aparentar que no pasa nada e incluso maquillar cifras y hechos.

Pero resulta que la violencia aún camina muy campante en las calles. Se asuma como un tema o no, sigue ahí. Se publique menos sobre ella, o más, sigue viva. Así que atrapar a un líder, por sanguinario que haya sido, no va a cambiar las cosas. Como si la violencia en México sólo dependiera de las acciones de un solo capo, o de un solo cártel de la droga.

Como si no fuera todo un fenómeno social que requiriera una plena y activa #ReconstrucciónDelTejidoSocial, planeada en términos de educación, valores, Bien Común, humanismo, integración familiar y comunitaria, y claro, diálogo, diálogo todo el tiempo. Reconciliación. Sin dejar atrás las causas económicas ni por un solo momento tampoco.

Tal vez en el gobierno piensen que la ciudadanía sigue siendo muy ingenua. Nadie podría pensar que la Coca-Cola desaparecería o frenaría su producción si se cambia al CEO. Eso es ilógico, como, valga la comparación, lo es pensar que al sacar aparentemente del mercado al Z-40 va a frenarse algo. Está mejor tras las rejas, sí. Pero cortar la punta del iceberg no es disolver en las aguas al iceberg completo.

Así las cosas, queda mucho trabajo por hacer. Los esfuerzos del secretario Miguel Ángel Osorio Chong y su equipo son notables, pero no bastan. Parece que lo estuvieran dejando solo y no estuvieran colaborando lo suficiente con él en otras áreas del gabinete de seguridad. La caída de un capo importante no hace la diferencia. Y el gobierno federal lo sabe.

Por: Raúl Tortolero / elarsenal.net

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