El lado Obscuro de la Económica Mexicana: Descomposición financiera

¿Por qué la economía mexicana no despega con la fuerza que desea el gobierno ni respeta los pronósticos de organismos privados y analistas independientes? Es “terca como una mula”. Hace lo que quiere y pone en ridículo a propios y extraños. Quienes apuestan a la baja, ganan.

Los que predicen tasas de crecimientos similares o cercanos a los del equipo económico del Presidente, pierden. Incluso, organismos internacionales –OCDE, Banco Mundial, FMI, entre otros— también traen la brújula descompuesta.

Lo grave del asunto es que en el país empieza a conformarse una mezcla muy explosiva: bajo crecimiento económico con descomposición de las finanzas públicas.

DESCOMPOSICIÓN EN PROCESO

En mayo pasado, el déficit fiscal llegó a 42 mil 235 millones de pesos, resultado de dos elementos: descenso de 7% en los ingresos del gobierno y aumento de 15.2% del gasto público (al suma 346 mil 661 millones de pesos).

En contraste, en el mismo lapso de 2013 se reportó un superávit de 16 mil 218 millones de pesos. Las finanzas públicas sufrieron dos impacto: descenso en los ingresos petroleros del gobierno (retrocedieron 3.8%, al bajar a 94 mil 173 millos de pesos) y reducción de 8.5% en los ingresos tributarios en el mes de mayo.

Ante estos desajustes, por la presión de promesas incumplidas y por la creencia del equipo económico de Peña Nieto de que el gasto público debe ser el motor de crecimiento, preocupa la estrategia económica que vaya a tomar el gobierno. Podría suponer que la economía necesita más dosis de gasto público y estímulos financieros para alcanzar el tan prometido crecimiento. La expansión –suponen los seguidores de esta estrategia— daría la capacidad para eliminar la descomposición financiera del gobierno.

CAMINOS HACIA EL COLAPSO

Hacienda está en esa línea, pero además existen muchos simpatizantes del público en general y especialistas que piensan de ese modo. Justifican el bajo crecimiento de la economía mexicana con el argumento de que el gobierno invierte en forma deficiente e incorrecta. Con una corrección en la estrategia de gasto estatal, argumentan, la inyección de dinero público dará los resultados deseados.

Si se camina por esa creencia, el gobierno de Peña Nieto debe conseguir recursos extras para cubrir los déficits en las finanzas públicas y no afectar los niveles de gasto público programado para este 2014. Tiene dos caminos: elevar impuestos y/o contratar más créditos. La primera opción está descartada ya que el gobierno prometió no modificar impuestos en lo que queda su gestión. Por tanto, pedirá prestado. Aunque hay otra opción, pero altamente peligrosa: emitir dinero e inyectarlo a la economía.

El contratar deuda es una opción muy atractiva, ya que el mundo vive una etapa de créditos baratos. En Europa, por ejemplo, las tasas de interés se mantienen artificialmente tan bajas que algunos analistas bromean diciendo que pronto “en lugar de pagar los deudores a los bancos, éstos terminarán pagando a los deudores por adquirir un crédito”.

INFLACIÓN AL ACECHO

El gobierno pensará que el momento para conseguir dinero barata. Pero debido a la tasa de interés, cada peso (o dólar) de deuda pública trae integrado una dosis inflacionaria que tarde o temprano los pagaremos los mexicanos. Es verdad, el gasto público respaldado con deuda barata estimula el crecimiento económico, pero es momentáneo e insostenible a mediano y largo plazo.

De hecho, hoy México vive las graves consecuencias de manejar artificialmente tasas bajas de interés y los subsidios públicos. La bancarrota del sector inmobiliario es un ejemplo claro. Gracias a los créditos barato y los subsidios del gobierno para comprar una casa, la construcción sorprendente periodo de auge: de 2001 a 2012, Infonavit autorizó más de 500 mil créditos anuales. La estrategia genó votos y popularidad política, pero su desenlace es fatal.

Las autoridades le apostaron a un esquema simplista. En teoría, al impulsar con subsidios y créditos baratos la compra de casas nuevas, el sector de la construcción detonaría un crecimiento económico multiplicador en todo el país. Habría más empleos y, por lo tanto, cada vez más mexicanos con capacidad para comprar una vivienda popular y hasta semi-residencial. Así, el esquema aseguraba ventas e ingresos para que las constructoras tuvieran finanzas sana y capacidad para construir y vender más casas nuevas. En teoría el esquema funciona de maravilla. Se crea un círculo virtuoso inmejorable.

CAMINO MINADO

¿Qué pasa si uno de los eslabones falla? El esquema colapsa y aparecen los demonios las tasas artificiales de interés y los subsidios públicos. Tal como sucedió en lo últimos dos años. El mediocre crecimiento de la economía mexicano generó una ola de desempleo que alcanzó a un número mayor de deudores de viviendas. Y como un hubo nuevos compradores de casas, las constructoras sufrieron un doble golpe: la gente dejo de pagar y se cayeron las ventas.

El gobierno intentó evitar lo inevitable: el colapso inmobiliario. Ampliando los subsidios, pero lo único que hizo fue inflar aún más la burbuja monetaria. En un reportaje de Reporte Índigo, se apunta: el “índice que mide la proporción de la gente que no logra completar el pago de crédito de la vivienda al final del vencimiento ha venido aumentando hasta llegar a un valor de 16.2 por ciento para octubre de 2012”.

La pregunta clave en todo esto es: ¿qué hará el equipo de Peña Nieto para afrontar los déficits público en momentos de bajo crecimiento? ¿Tendrá el tiempo necesario de maduración las reformas estructurales para desactivar los peligros de los desequilibrios financieros del gobierno?

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Por Agustín Rodríguez Trejo / Columna /elarsenal.net