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Opinión

El vuelo final del avión presidencial: una historia de lujo, fracaso y polémica

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Estimado lector, en esta columna le voy a contar la historia de un avión que fue comprado por un presidente, usado por otro y vendido por un tercero. Un avión que costó más de 200 millones de dólares y que terminó en manos de un país lejano y desconocido. Un avión que fue símbolo de la opulencia y el despilfarro, pero también de la austeridad y el populismo. Un avión que generó más problemas que soluciones, más burlas que elogios, más pérdidas que ganancias. Un avión que se llamaba José María Morelos y Pavón, pero que ahora se llama… ¿cómo se llama?

El avión presidencial de México fue adquirido en 2012 por el gobierno de Felipe Calderón, quien lo encargó como parte de un plan de renovación de la flota aérea gubernamental. El Boeing 787-8 tenía una capacidad para 80 pasajeros y estaba equipado con todo tipo de lujos: una sala de juntas, una cama king-size, un baño de mármol, una caminadora y hasta un horno para calentar la comida. El costo total del avión fue de 218.7 millones de dólares1, una cifra que causó indignación entre muchos mexicanos que veían en el aparato un derroche innecesario.

Sin embargo, el avión no llegó a México hasta 2016, cuando ya había asumido la presidencia Enrique Peña Nieto. El mandatario priista decidió estrenar la aeronave y la utilizó para sus viajes nacionales e internacionales durante su sexenio. El avión se convirtió en uno de los blancos favoritos de la crítica y el humor popular, que lo apodaron como el “avión del pueblo” o el “avión del amor”, debido a los rumores sobre las escapadas románticas del presidente con su esposa, la actriz Angélica Rivera.

Pero el destino del avión cambió radicalmente en 2018, cuando llegó al poder Andrés Manuel López Obrador, quien había hecho de la venta del avión una de sus principales promesas de campaña. El líder izquierdista rechazó usar el avión y lo puso a la venta desde el primer día de su gobierno. López Obrador argumentó que el avión era “muy lujoso” y “muy extravagante” para un país con tantas necesidades y pobreza. Además, dijo que prefería viajar en vuelos comerciales o por carretera, como muestra de su austeridad republicana.

Pero vender el avión no fue tan fácil como pensaba el presidente. Durante más de cuatro años, el gobierno buscó infructuosamente un comprador para el Boeing 787-8, que tenía unas características muy específicas y personalizadas. El avión permaneció durante más de un año en un hangar privado en Estados Unidos, donde se le ofreció a distintos gobiernos y empresas, pero ninguna propuesta prosperó. El costo del mantenimiento y resguardo del avión ascendió a más de 30 millones de pesos2, lo que generó más cuestionamientos sobre la viabilidad de la venta.

En 2020, ante la falta de compradores, López Obrador decidió “rifar” el avión entre la población mediante un sorteo simbólico, ya que lo que se puso en juego realmente fue el equivalente en dinero al valor del avión por aquel entonces: unos 2 mil millones de pesos. El presidente anunció que lo recaudado con la compra de boletos se destinaría a comprar equipos médicos para hospitales públicos. Sin embargo, el sorteo también fue objeto de burlas y críticas, pues muchos consideraron que era una forma de evadir su compromiso de vender el avión y una estrategia para recaudar fondos para su gobierno.

Finalmente, en abril de 2023, después de mucho tiempo y esfuerzo, se logró vender el avión presidencial.

El comprador fue el gobierno de Tayikistán, un país de Asia Central que tiene una superficie similar a la de Jalisco y una población de unos 9 millones de habitantes. El presidente López Obrador informó que el gobierno de Tayikistán pagó 1.658 millones de pesos (unos 92 millones de dólares) por el avión, lo que representa una pérdida de más del 50% respecto al precio original. El mandatario aseguró que el dinero se invertirá en la construcción de dos hospitales en las zonas más pobres de México: Tlapa, en Guerrero, y Tuxtepec, en Oaxaca.

El avión presidencial salió de México el 28 de abril de 2023, primero voló a Estados Unidos y posteriormente a Tayikistán, ya con una matrícula civil. El director de Banobras, Jorge Mendoza, justificó la venta del avión al afirmar que Tayikistán es \”socio estratégico de Estados Unidos\” y que tiene un \”interés legítimo\” en adquirir la aeronave. Sin embargo, algunos expertos cuestionaron la conveniencia de vender el avión a un país con un régimen autoritario y acusado de violar los derechos humanos.

Así termina la historia del avión presidencial de México, un avión que pasó por tres presidentes y tres continentes, que fue motivo de orgullo y vergüenza, que fue rifa y regalo, que fue promesa y problema. Un avión que nos deja muchas preguntas: ¿Qué hará el gobierno de Tayikistán con el avión? ¿Qué beneficios traerá la venta del avión a México? ¿Qué lecciones nos deja esta experiencia? ¿Valió la pena la venta del avión presidencial?

Esta ha sido mi columna de hoy. Espero sus comentarios y sugerencias. Hasta la próxima.

Por: Abimael Arana

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