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Un sueño frustrado

Marco siempre había soñado con ser chef. Desde pequeño, le encantaba cocinar con su abuela, que le enseñaba recetas tradicionales de su pueblo. Marco tenía un talento especial para combinar sabores, aromas y texturas, y sorprendía a su familia con sus platos.
Cuando terminó la secundaria, Marco decidió inscribirse en la carrera de gastronomía en una escuela de la ciudad. Estaba muy ilusionado con aprender de los mejores profesores y convertirse en un gran chef. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no iba a ser fácil.
Marco era muy pobre. Vivía con su abuela y su hermana menor en una casita humilde. Su abuela vendía tortillas en el mercado y su hermana trabajaba como empleada doméstica. Marco tenía que ayudarlas con los gastos, así que buscó un trabajo de medio tiempo en un restaurante.
Pero el dinero no alcanzaba. La escuela de gastronomía era muy cara, y además exigía a los alumnos comprar los ingredientes para las prácticas. Marco no tenía ni para comer, menos para comprar comida y llevarla a la escuela. Muchas veces, tenía que saltarse las clases o las prácticas por no tener dinero.
Marco se sentía muy frustrado. Veía cómo sus compañeros avanzaban y aprendían, mientras él se quedaba atrás. También veía cómo lo miraban con desprecio o lástima, por su ropa vieja y su aspecto cansado. Marco se sentía solo e incomprendido.
Un día, el director de la escuela lo llamó a su oficina. Le dijo que había revisado su expediente y que había visto que tenía muchas faltas y malas calificaciones. Le dijo que si no mejoraba su rendimiento, tendría que abandonar la carrera.
Marco se quedó sin palabras. No sabía qué decir. Quería explicarle al director su situación, pero le daba vergüenza. Quería pedirle una oportunidad, pero le faltaba el valor. Quería seguir estudiando, pero sabía que no podía.
Marco salió de la oficina con lágrimas en los ojos. Se fue directo a su casa, sin pasar por el restaurante donde trabajaba. Llegó a su casita y abrazó a su abuela y a su hermana. Les contó lo que había pasado y les pidió perdón por haberles fallado.
Su abuela y su hermana lo consolaron. Le dijeron que no se sintiera mal, que ellos lo querían mucho y que estaban orgullosos de él por haber luchado por su sueño. Le dijeron que la vida a veces era dura, pero que siempre había esperanza.
Marco se sintió un poco mejor. Se dio cuenta de que tenía el apoyo de su familia, que era lo más importante. También se dio cuenta de que tenía otras habilidades, como el dibujo y la música, que podía desarrollar y aprovechar.
Marco decidió dejar la carrera de gastronomía y buscar otro camino. Se inscribió en un curso de diseño gráfico en línea, que era más barato y flexible. También empezó a tocar la guitarra en un grupo de amigos, que tocaban en fiestas y eventos.
Marco no olvidó su sueño de ser chef, pero lo guardó en un rincón de su corazón. Se dedicó a aprender nuevas cosas y a disfrutar de la vida. Se dio cuenta de que a veces los sueños se frustran, pero se abren nuevas puertas a otras oportunidades.
Por Abimael Arana Monje
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