Opinión
Capos del narco: la mala vida

Al final, los grandes capos tienen una vida de miserias:
El Chapo, considerado de los más ricos del mundo por Forbes, acabó viviendo tras puertas de acero reforzado y escotillas de escape bajo las bañeras, con pasadizos que lo conducían a túneles interconectados con el sistema de excrementos de Sinaloa.
Y ahora La Tuta, quien fincó un imperio en Michoacán que enviaba 36 buques con hierro a China, se esconde en cuevas donde tiene que entrar a gatas, sólo puede comer sardinas y atún en conservas y debe caminar horas para poder tener señal telefónica y dar órdenes.
Esta columna tuvo acceso a la investigación que sigue contra el jefe de Los Caballeros Templarios la Procuraduría de Justicia de Michoacán, según la cual sus agentes encontraron la semana pasada una cueva donde hasta hacía poco se había ocultado La Tuta.
Es una gruta a la que sólo se puede llegar tras una caminata de más de ocho horas en La Punta (un sitio ubicado en la parte alta de la sierra de Tancítaro) y de la cual el capo debió escapar rapidísimo, dejando una fogata caliente aún, media botella de aceite, latas de atún y sal.
En ese hueco, donde los agentes estatales encontraron dos cadáveres envueltos en costales, también vivió El Chayo, ultimado el 9 de marzo pasado por fuerzas federales. Es una zona donde no funcionan los teléfonos celulares ni los radios de comunicación de la Policía.
Así vive La Tuta ahora: un hombre que vivía como rey antes de que el 15 de enero la actual administración federal asumiera el control de la seguridad en Michoacán, mediante una Comisión especial para acabar con la “debilidad institucional” en el estado.
De acuerdo con The Wall Street Journal, La Tuta generaba hasta dos millones de dólares por cada uno de los 36 buques que enviaba a China desde el puerto de Lázaro Cárdenas, cargado de minerales extraídos ilegalmente, lo que equivalía a unos 72 millones de dólares al año.
Tan poderoso era La Tuta que los barcos eran cargados a simple vista, mediante tráileres que eran descargados en estaciones de trenes cercanas a los muelles del puerto, desde donde partían a China para ser intercambiados por químicos para elaborar metanfetaminas.
Desde el 15 de enero pasado a la fecha el poder de Los Templarios, ahora encabezados por La Tuta en solitario, ha sido diezmado en buena medida, pues se encuentra muerto o preso el 60 por ciento de sus jefes, como El Chayo, Kike Plancarte y Francisco Galeana.
Sin embargo, de poco valdrá esto si no va acompañado de programas que permitan recuperar los espacios públicos y, así, la paz y la tranquilidad.
Por Rubén Cortés / elarsenal.net
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