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Congreso del Estado de Michoacán

Opinión

No darnos por vendidos

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Por increíble que parezca, la inmensa riqueza petrolera de México ya no alcanza para satisfacer la voracidad de sus explotadores. La mayoría de las ganancias de Pemex entra directo a las arcas federales, pero ya se urde un cambio: que salgan al extranjero.

En medio de la confusión que generan tantas reformas simultáneas, la energética puede colarse y eso sería perder lo último que nos queda. Por mucho que las campañas mediáticas pregonen que Pemex dejó de ser la solución de México y ahora es un problema que sólo se resuelve en manos extranjeras, en el fondo el ciudadano a nivel banqueta no lo cree. La resistencia es real.

Es de aplaudirse la convergencia de rumbos que se ha dado entre personajes con la autoridad moral de Pablo González Casanova, Mario Saucedo Pérez, Miguel Concha, Miguel Álvarez Gándara, Raúl Vera, Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano para oponerse a la reforma energética. Sus respetables diferencias son superadas por el eslabón que les une: defender la riqueza de México. Su participación y la de todos es crucial ahora, cuando al país le amenazan cambios que –como consta mil veces– perjudicarán a la nación y beneficiarán a las clases no-mexicanas: altos políticos, cúpula empresarial y extranjeros.

Dice Manuel Castells que “Los gobiernos odian internet fundamentalmente porque es un desafío básico a lo que siempre fue el fundamento de su poder: el control de la información, de la comunicación.” Hoy esta comunicación horizontal ofrece un canal de expresión con cierta independencia, que además es replicada en los medios tradicionales por el interés que encierran para el público. Al encontrar arraigo en la sociedad, las iniciativas dejan de ser material intelectual y cobran vida popular.

Lo anterior viene a colación porque esta vez, con esta reforma en particular, se juega lo poco que le queda a México. En manos extranjeras está la banca, el comercio, las minas, todo lo que puede redituarle riqueza a nuestro país y a nosotros. Por eso esta vez no es asunto de izquierdas o derechas, sino de México todo. Independientemente de las preferencias ideológicas o electorales, esta vez es preciso rechazar con acciones directas, cada quién en su área de influencia, la reforma energética. Informarnos e informar, hablar y escuchar, razonar, evaluar… en síntesis, participar activamente para influir y así detener lo que puede ser la ruina de México como país si no hacemos algo para evitarlo.

Tal vez se conservarán los colores del logotipo de Pemex, verde y rojo sobre fondo blanco, pero sólo eso: la renta petrolera saldrá del país. Entendámoslo: a los intereses extranjeros no les preocupan nuestra historia, nuestra bandera, nuestros mariachis ni nuestros albures; les interesa nuestra riqueza, nada más. Lo demás nos lo dejan para que sigamos entretenidos sintiéndonos muy patriotas, aunque ya no tengamos patria. Creer lo contrario es darnos por vendidos.

 por  / elarsenal.net

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